El Almanaque de Naval Ravikant de Eric Jorgenson es un libro que compila las ideas y consejos de Naval Ravikant, un empresario e inversor exitoso. La idea principal del libro es proporcionar una guía para alcanzar la riqueza y la felicidad basada en las enseñanzas de Naval.

El libro aborda varios temas, como la mentalidad de crecimiento, la toma de decisiones, el ahorro y la inversión, el emprendimiento, la salud y la felicidad. Ofrece consejos y reflexiones para ayudar a los lectores a mejorar sus vidas y alcanzar sus objetivos.

Qué aporta de nuevo este libro?

El Almanaque de Naval Ravikant de Eric Jorgenson aporta varias cosas nuevas a la discusión sobre cómo lograr la riqueza y la felicidad:

  1. Una perspectiva única: El libro ofrece la perspectiva de Naval Ravikant, un empresario e inversor exitoso que ha logrado el éxito en varios campos. Su experiencia y éxito le dan credibilidad y ofrecen una perspectiva única sobre cómo alcanzar la riqueza y la felicidad.
  2. Un enfoque práctico: El libro ofrece consejos y reflexiones prácticas que pueden ayudar a las personas a mejorar sus vidas y alcanzar sus metas. Estos consejos están basados en la experiencia de Naval y se centran en aspectos concretos, como la toma de decisiones, el ahorro y la inversión, y el emprendimiento.
  3. Una combinación de ideas: El libro combina ideas sobre la riqueza y la felicidad, lo que proporciona a los lectores una visión integral de cómo mejorar su vida y alcanzar sus metas.

Principales ideas de El Almanaque de Naval Ravikant de Eric Jorgenson

  • Si no estás seguro de una decisión, entonces la respuesta es no.
  • Una buena reputación es un activo invaluable.
  • Si en secreto desprecias la riqueza, ésta te eludirá.
  • El dinero puede darte libertad, a menos que lo ames por sí mismo.
  • La felicidad es una elección de permanecer en el momento presente.
  • Una mente tranquila es una mente feliz.
  • Descubrir lo que calma tu mente y desarrollar buenos hábitos son claves para la felicidad.

Si no estás seguro de una decisión, entonces la respuesta es no.

Hay siete mil millones de personas en nuestro planeta.

Gracias a Internet, es más fácil que nunca conocer a cualquier persona en cualquier lugar de la Tierra. Son muchos compañeros, amigos y socios comerciales potenciales.

El trabajo también ha cambiado en la era digital. Hoy en día, hay miles de puestos de trabajo abiertos a prácticamente cualquier persona con conexión a Internet.

En resumen, la sociedad moderna está llena de opciones, lo que significa que hay innumerables respuestas a preguntas como con quién deberías casarte, dónde deberías vivir y qué carrera deberías seguir.

Entonces, ¿cómo se hacen bien estas llamadas? Bueno, es útil aplicar los principios correctos al tomar decisiones importantes.

El cerebro humano no está preparado para afrontar entornos ricos en opciones. Échale la culpa a la evolución.

Nuestros antepasados ​​evolucionaron en pequeñas tribus y sus vidas estaban definidas por la escasez. Encontrar pareja, por ejemplo, no era una cuestión de romance o valores compartidos: se trataba de disponibilidad. El trabajo también era una cuestión de necesidad. Tu trabajo consistía en encontrar suficiente comida para mantenerte con vida a ti y a tus familiares un día más.

Este legado evolutivo es un problema en el mundo actual. Cuando se trata de decisiones importantes, es fácil quedarse encerrado durante mucho tiempo. Iniciar una relación podría comprometerte con un proyecto que dure cinco años o más. Decidir mudarse de ciudad y aceptar un trabajo en particular puede alterar el curso de toda su carrera. Si realiza las llamadas equivocadas, perderá mucho tiempo.

En otras palabras, este tipo de decisiones tienen consecuencias a largo plazo y es necesario hacerlas bien. Por eso vale la pena aplicar una heurística simple , es decir, una regla general que ayude a entender un problema. Esta heurística establece que si no está seguro, la respuesta siempre es no.

Por supuesto, no se puede conocer el futuro, por lo que nunca se puede estar completamente seguro de que, por ejemplo, aceptar casarse con alguien o comprar una determinada casa sea la opción correcta. La cuestión, sin embargo, es confiar en tus dudas. Si se encuentra mirando una hoja de cálculo con columnas de pros y contras, o creando controles y contrapesos elaborados, ya tiene la respuesta: no.

Es una regla sencilla, pero muy eficaz. Lo mejor de todo es que puede ahorrarle años de dificultades y arrepentimientos.

Una buena reputación es un activo invaluable.

Supongamos que invierte $10 000 a una tasa de interés del 10 por ciento.

El interés simple es, bueno, simple. Mientras mantengas tu dinero invertido, generarás 1.000 dólares al año. Alternativamente, existe el interés compuesto.

Todo lo que eso significa es reinvertir los intereses ganados al mismo tipo que el monto original. El diez por ciento de 10.000 son 1.000. El diez por ciento de 1000 es 100. Después de dos años, tendrás $12 100 en lugar de $12 000.

El interés compuesto es exponencial: genera dinero cada vez más rápidamente. Compuesto a lo largo de tres décadas, 10.000 dólares al 10 por ciento rinden 174.494 dólares. El interés simple, por el contrario, te lleva a $40,000.

La capitalización se trata de jugar a largo plazo. Esa también es una lección que puedes aplicar a las relaciones.

El capital no es lo único que puede capitalizarse.

Pensemos en algunas de las personas más influyentes del mundo empresarial: personas como los directores ejecutivos de importantes multinacionales o inversores que gestionan miles de millones de dólares en nombre de sus clientes.

¿Por qué ocupan estos cargos? Claro, son talentosos y trabajadores, pero eso no explica por qué muchas personas igualmente inteligentes y dedicadas no tienen estos trabajos. La verdadera respuesta es que son confiables.

La razón por la que se confía en ellos es simple: las relaciones que han construido y el trabajo que han realizado se han agravado. A lo largo de los años, han seguido con su trabajo y han demostrado su integridad. Eso es lo que es una reputación: el interés compuesto de una inversión a largo plazo para definir lo que uno representa.

Piensa en cómo funciona esto a nivel individual. Si estableces una buena relación de trabajo con alguien durante un período de cinco o diez años, terminas confiando en esa persona. Eso hace la vida más fácil. Todas las negociaciones que definen el mundo empresarial se vuelven sencillas. La confianza mutua significa que sabes que las cosas saldrán bien.

Si deseas obtener grandes beneficios de su reputación, debes pensar detenidamente cómo construirla. Recuerda, invertirás profundamente durante décadas, por lo que es muy importante avanzar rápidamente cuando te des cuenta de que tu inversión no conduce a ninguna parte.

Si estás estudiando algo y ves que nunca vas a utilizar esa información, por ejemplo, deberías abandonar esa clase. Es una pérdida de tiempo y energía. Más importante aún, significa que está perdiendo la oportunidad de encontrar inversiones a largo plazo verdaderamente valiosas.

Si en secreto desprecias la riqueza, ésta te eludirá.

El dinero no se trata sólo de capital, mercados e inversiones: también se trata de psicología.

Toma la envidia. Cuando te comparas con los demás y envidias sus éxitos, quedas atrapado en la mentalidad relativa. Ésa es una receta para la miseria. También es un obstáculo para la creación de riqueza.

Si quieres ganar dinero, tendrás que trabajar con personas a las que les va mejor que a ti. Como seres humanos, estamos programados para captar lo que los demás realmente piensan de nosotros. Cuando estás resentido o envidioso, se nota.

Ésa no es una buena base para construir las relaciones necesarias para lograr la prosperidad.

Todos jugamos dos “juegos” sociales.

El primero es el juego del dinero. El dinero no puede comprar la felicidad ni hacer desaparecer todos tus problemas, pero resolverá tus problemas de dinero. Ésa es razón suficiente para jugar.

Al mismo tiempo, muchas personas sienten que no pueden ganar dinero. En lugar de abordar este bloqueo psicológico, atacan la creación de riqueza. El dinero, dicen, es malo y no deberíamos perseguirlo.

Este es un movimiento estándar en un segundo tipo de juego: el juego de estatus. Rechazar el dinero como algo que no necesitan ni quieren es una forma de reclamar un estatus superior a los ojos de los demás.

El juego del estatus es tan antiguo como la humanidad y tiene que ver con la mentalidad relativa. Su propósito es comparar personas y establecer jerarquías entre ellas: descubrir quién es el número uno, quién es el número dos, etc.

Eso lo convierte en un juego de suma cero. Para que alguien gane, otro tiene que perder. El número dos sólo puede ascender en el orden jerárquico si el número uno deja ese lugar.

Este juego tiene sus usos. Tomemos como ejemplo la política. Si no lo jugáramos, no podríamos saber quién estaba a cargo de las cosas. Sin embargo, en el fondo no es más que un mal necesario.

Por eso debes buscar evitarlo en tu vida. Si lo juegas con demasiada frecuencia, te convertirás en una persona enojada, combativa y resentida, dedicada a menospreciar a los demás.

El juego del dinero es diferente. No es una solución de suma cero, sino de suma positiva. Puedes ganar sin que nadie pierda, o hacerte rico sin condenar a nadie a la pobreza. Las relaciones comerciales exitosas se construyen sobre esta base. Reúnen a personas que entienden que, cuando se trata del juego del dinero, realmente todos ganan.

El dinero puede darte libertad, a menos que lo ames por sí mismo.

Hay muchas cosas que el dinero no puede comprar.

Para empezar, no te hará feliz. Tampoco solucionará tus problemas de salud ni ayudará a encontrar tu verdadero amor. Tampoco aporta paz interior ni te pone en forma.

Lo que te puede dar es libertad. El dinero soluciona muchos problemas externos. Elimina los obstáculos que te impiden hacer las cosas que realmente quieres hacer.

Pensemos en Buda, que nació príncipe. La riqueza fue lo primero. Posteriormente aprovechó la libertad que le daba para internarse en el bosque y pasar sus días meditando sobre la naturaleza de la existencia.

En otras palabras, el dinero es un medio para lograr un fin; su valor real está en otra parte. Cuando pierdes de vista esta verdad, se convierte en una fuente de falta de libertad.

El dinero no es la raíz de todos los males. De hecho, es neutral: puede usarse bien o mal. Todo depende del objetivo que persigas.

Para algunas personas, el fin es simplemente más riqueza. Quieren dinero por el dinero. En casos extremos, esto no es más que ansia de dinero.

Eso realmente es malo para ti, no en el sentido moral de convertirte en una mala persona, sino en el sentido práctico de ser malo para tu salud y bienestar. En esto se parece a muchas formas de adicción.

Si amas el dinero, nunca hay suficiente: es un pozo sin fondo. Después de todo, el deseo no es racional y no se apaga una vez que se alcanza una cifra en particular.

En este estado, el dinero ocupa constantemente tu mente: es todo en lo que piensas y enmarca cada decisión. No estás contento con lo que estás haciendo y tienes miedo de perder lo que ya has hecho. Este ciclo de insatisfacción y paranoia es el castigo por el amor al dinero y llega junto con el dinero mismo.

Esta es una mala manera de abordar el juego del dinero. Recuerde, no lo juega por sí mismo: está tratando de resolver problemas materiales.

Puede seguir trabajando para lograr este objetivo evitando realizar mejoras en su estilo de vida a medida que gana más dinero. Cuando mantiene sus gastos fijos en un nivel modesto, su dinero contribuye a su libertad financiera. Por el contrario, la actualización constante crea nuevos problemas que sólo pueden resolverse corriendo cada vez más rápido en la misma cinta.

La felicidad es una elección de permanecer en el momento presente.

¿Qué es la felicidad?

Una respuesta a esta antigua pregunta proviene de tradiciones religiosas asiáticas como el taoísmo y el budismo, que señalan que tanto la felicidad como la infelicidad son juicios humanos.

La realidad –el mundo fuera de nuestras mentes– es neutral. Desde el Big Bang hasta ahora, la naturaleza ha seguido una única cadena de leyes inquebrantables de causa y efecto. Desde la perspectiva de un árbol, no existe el bien o el mal, el bien o el mal. La vida es simplemente una breve experiencia de sensaciones como la luz, la temperatura y el sonido sujetas a una inexistencia infinita.

Si el juicio existe sólo en la mente humana, concluyen los taoístas y budistas, la felicidad es sólo una forma posible de responder a un mundo neutral. En otras palabras, podemos elegir ser felices.

A menudo combinamos la felicidad con pensamientos y acciones positivas. Los taoístas y los budistas lo ven de manera diferente.

Tomemos como ejemplo el Tao Te Ching. Atribuido al sabio chino Laozi del siglo VI a. C., este texto filosófico y religioso ha tenido un profundo impacto en las tradiciones taoístas y budistas.

Sostiene que cada pensamiento o juicio positivo contiene la semilla de un pensamiento negativo correspondiente. Decir que estás feliz, por ejemplo, significa que en algún momento fuiste infeliz. Para juzgar que una persona es atractiva, se invoca la idea de la fealdad de otra. De manera similar, un juicio negativo sobre el mal tiempo de hoy sugiere la posibilidad de que mañana haga sol.

Dentro de estas tradiciones, la felicidad se entiende como la ausencia de tales juicios, lo que se asocia con la ausencia de deseo. Cuantos menos deseos tengas, mayor será tu capacidad para aceptar cómo son las cosas en este momento. Esto trae calma interior. Tu mente no retrocede hacia el pasado ni avanza hacia el futuro: se contenta con vivir en el momento actual.

Cuanto más vivas el presente, más feliz serás. Incluso un juicio positivo como “Oh, estoy feliz” puede perturbar esta calma. De repente, estás pensando en el futuro y en cómo preservar tu felicidad. Eso introduce un deseo: el deseo de hacer permanente lo temporal. Ahora tu mente se está moviendo nuevamente. Has abandonado el momento. Elegir permanecer presente es una elección para ser feliz.

Tampoco es necesario ser monje para vivir de esta manera. Basta pensar en los niños pequeños. En definitiva, están bastante contentos. ¿Por qué? ¡Fácil! Están inmersos en el momento en lugar de atrapados en sus propias cabezas. Ésa es una lección que haríamos bien en recordar como adultos.

Una mente tranquila es una mente feliz.

¿Cómo es la felicidad?

Blaise Pascal, el filósofo francés del siglo XVII, dijo que es sentarse tranquilamente en una habitación, solo. Para él, los problemas de nuestra especie surgen porque nos resulta difícil hacerlo.

Los budistas tienen una opinión similar. Quedarse quieto durante 30 minutos es felicidad. La razón por la que esto es tan difícil de lograr es que estamos distraídos por nuestros deseos.

Creemos que la felicidad está “ahí fuera” en el mundo exterior. Llegará cuando compremos ese auto nuevo, ganemos más o encontremos a nuestra alma gemela.

Estos deseos, sin embargo, no son más que contratos que hemos hecho con nosotros mismos para ser infelices hasta que consigamos lo que queremos. ¿Por qué aceptamos términos tan absurdos? Échale la culpa a la mente del mono.

Los pensamientos, dijo el Buda, son como ramas, y la mente consciente es como un mono que se balancea de una rama a la siguiente.

Este mono no puede quedarse quieto. ¿Mi esposa quiere el divorcio? ¿Por qué estoy comiendo esta barra de chocolate? ¡Quería perder peso! ¿Estoy ahorrando lo suficiente para la jubilación? ¿He molestado a mi colega? ¿Así que lo que? De todos modos, siempre es grosero conmigo. Sería mucho más feliz si consiguiera un aumento. Quizás debería empezar a solicitar nuevos puestos de trabajo. . . .

A lo largo del día, la mente del mono recorre decenas de miles de estas ramas. Algunos pensamientos son juicios. Otras son películas que reproducen lo que pasó ayer o hace diez años. Muchas son fantasías sobre un futuro en el que todos nuestros deseos hayan sido satisfechos.

Este ajetreo cerebral tiene sus usos: así es como hacemos planes a largo plazo y solucionamos problemas, por ejemplo. Para lo que no sirve es para la felicidad.

Cuando el mono grita desde las copas de los árboles, no podemos centrar nuestra atención en el momento presente. Nos perdemos en la cacofonía. Estamos preocupados, estresados, agotados. Sobre todo, somos miserables.

La respuesta a este problema es entrenar al mono. En pocas palabras, de eso se trata la meditación: silenciar el parloteo simiesco que nos impide estar presentes.

La meditación se presenta en muchas formas diferentes. Puedes sentarte tranquilamente solo en una habitación, como recomendó Pascal, o aprender las prácticas de los monjes monásticos. Pero también puedes hacer senderismo. Llámelo meditación caminando. Llevar un diario es escribir meditación, así como la oración es meditación de gratitud. Incluso ducharse puede ser una especie de meditación accidental.

Mientras te ayude a bajar el volumen del parloteo de tu mono, estarás avanzando hacia la felicidad.

Descubrir lo que calma tu mente y desarrollar buenos hábitos son claves para la felicidad.

La felicidad no es innata: es una habilidad.

Al igual que la nutrición, hacer ejercicio o ganar dinero, es algo que se aprende haciendo. Y cuanto más lo haces, mejor te vuelves. Después de todo, la práctica hace la perfección.

¿Pero por dónde deberías empezar? En pocas palabras, ¡en muchos lugares! Practicar una habilidad se trata de prueba y error. Tienes que descubrir qué funciona y qué no. Para hacer eso, debes probar muchas cosas diferentes.

La felicidad llega cuando calmas tu mente de mono y centras tu atención en lo que sucede a tu alrededor. Ese es el objetivo. Pero no hay dos personas que lleguen de la misma manera.

Lo más importante a determinar aquí es qué funciona para usted.

¿La meditación Tantra te ayuda a alcanzar la calma o la meditación Vipassana es más efectiva? ¿Necesitas un retiro de diez días o diez minutos por la mañana? Sólo hay una manera de saberlo: prueba ambas.

Algunos encuentran que el yoga funciona. Para otros, es el kitesurf o el ciclismo de montaña. Quizás cocinar te convierta en zen. ¿No? Prueba algo más. Desde llevar un diario hasta tai chi, existen muchos medios para lograr un fin.

El proceso de prueba y error requiere la mentalidad adecuada. Lo más probable es que te encuentres con ideas que choquen con tus puntos de vista sobre cómo funciona el mundo. Eso está bien siempre y cuando no permitas que el escepticismo natural se convierta en incredulidad dogmática. Recuerde, los placebos pueden funcionar, siempre que usted crea que lo harán.

Tómalo de Naval Ravikant. Hace un tiempo, leyó un libro de Eckhart Tolle sobre estar más presente llamado El Poder del Ahora (La clave para la felicidad: ‘El poder del ahora’ de Tolle). Tolle presenta un ejercicio de energía corporal que consiste en recostarse y sentir la energía moviéndose por el cuerpo. ¿El primer pensamiento de Ravikant? Mierda. Pero lo intentó. Y se sintió genial.

La moraleja de esta historia es que algunas cosas no cumplen con los estándares de la evidencia científica, pero aun así pueden ayudarte. La regla general aquí es simple: si funciona, úsala; si no es así, busca otra cosa.

Ese es un aspecto de practicar la habilidad de la felicidad. El otro es desarrollar buenos hábitos (ver Mejora personal: Hábitos Atómicos de James Clear). Esto es bastante intuitivo. Reducir el consumo de alcohol, cafeína y azúcar, por ejemplo, mantendrá su estado de ánimo más estable. También lo será evitar las redes sociales. Luego está el ejercicio regular, que es un gran ejemplo de un hábito que es bueno tanto para el cuerpo como para la mente.

Silencia a tu mono y desarrolla buenos hábitos, y estarás en el camino correcto para encontrar la felicidad.

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