«Las curvas exponenciales no esperan nuestra validación; simplemente continúan.» — Ray Kurzweil

Cuando escribí sobre el libro La singularidad está más cerca, hace unos meses (La singularidad está más cerca de Ray Kurzweil: Cuando nos fusionamos con la IA), las predicciones de Ray Kurzweil sonaban audaces, casi temerarias. Una inteligencia artificial que superaría a la humana para 2029, la posibilidad de conectar nuestros cerebros a la nube, una medicina que nos permitiría vivir indefinidamente. Eran ideas fascinantes, pero ¿realmente estábamos tan cerca?

Meses después, la conversación ha cambiado drásticamente. El 18 de mayo de 2025, Kurzweil subió al escenario del 92nd Street Y en Nueva York para dialogar con el inversor David S. Rose, y lo que escuché me dejó claro algo: ya no estamos hablando de ciencia ficción.

Ray Kurzweil with David S. Rose: The Singularity is Nearer

La inteligencia artificial ya no es una promesa lejana

El cambio más sorprendente en el discurso de Kurzweil es su tono. Donde antes hablaba de posibilidades y cálculos, ahora presenta evidencia. Su predicción de que alcanzaremos la Inteligencia Artificial General en 2029 ya no se basa solo en la ley de Moore o en proyecciones matemáticas. Los hechos están ahí.

Durante la entrevista, Kurzweil mencionó algo que me impactó: en un estudio reciente, el 54% de las personas que conversaron con GPT-4 creyeron que estaban hablando con un ser humano real. Es la primera vez en la historia que una máquina pasa efectivamente el test de Turing, esa prueba que Alan Turing propuso en 1950 para determinar si una máquina puede pensar.

Pero lo más revelador no son los números, sino lo que vemos cada día. Los sistemas de IA ya no solo responden preguntas; actúan. Programan software completo, gestionan calendarios, ejecutan tareas complejas sin supervisión. Estamos viendo el nacimiento de lo que Kurzweil llama «agentes» – sistemas que no esperan órdenes, sino que toman iniciativa.

La democratización también está acelerándose. Mientras que hace un año solo las grandes corporaciones tenían acceso a modelos potentes, ahora cualquier startup puede descargar sistemas open source que rivalizan con lo mejor de OpenAI o Google. Esta competencia está multiplicando el ritmo de innovación de una manera que incluso Kurzweil parece haber subestimado.

La muerte como problema técnico solucionable

Si hay algo que caracteriza a Kurzweil es su optimismo radical sobre la longevidad humana. En 2024, cuando escribí sobre sus ideas, la «velocidad de escape de la longevidad» sonaba como un concepto abstracto. Ahora ha puesto fecha: 2030.

La lógica es elegantemente simple: cuando los avances médicos nos permitan ganar más de un año de vida por cada año que pasa, habremos «hackeado» el envejecimiento. Ya no será una cuenta regresiva, sino una cuenta ascendente.

¿Utopía? Kurzweil presenta tres líneas de evidencia convergentes que ya están en marcha. Las terapias génicas CRISPR de nueva generación no solo pueden corregir defectos, sino revertir procesos de envejecimiento. La nanomedicina está desarrollando dispositivos del tamaño de células sanguíneas que podrán reparar daños, detectar cánceres en sus primeras células y regular nuestro metabolismo desde dentro. Hay 50 estudios con animales en curso.

Y luego está la IA biomédica. Mientras nosotros tardamos décadas en desarrollar un nuevo fármaco, los sistemas de inteligencia artificial ya están diseñando moléculas terapéuticas en semanas. AlphaFold de DeepMind resolvió en meses un problema que había desafiado a la biología durante décadas: predecir cómo se pliegan las proteínas.

Durante la entrevista, Kurzweil fue directo: «Si puedes aguantar cinco, tal vez diez años, podremos reemplazar todos estos problemas que nos permiten morir más rápido de lo que queremos». No es una promesa vacía; es un cronograma basado en investigación activa.

Cuando el cerebro se vuelve actualizable

Tal vez la predicción más radical de Kurzweil es que en los años 2030 tendremos nanobots en nuestros cerebros que nos conectarán directamente a la nube. Para 2045, prevé que expandiremos nuestra inteligencia «un millón de veces».

Lo notable es que esta visión ya no parece tan descabellada. Neuralink de Elon Musk ya tiene dos pacientes paralizados que controlan computadoras con sus pensamientos tan eficientemente como cualquier persona usando mouse y teclado. Science Corporation está desarrollando implantes visuales que transmiten información directamente al cerebro. Peter Diamandis, quien era escéptico de estas tecnologías, ahora admite que están «realmente cerca».

Pero Kurzweil es cuidadoso en aclarar el objetivo. No se trata de reemplazar nuestro cerebro, sino de ampliarlo. Imagina tener acceso directo a Google, o poder descargar un idioma completo como quien instala una app. La velocidad de comunicación también cambiaría radicalmente: mientras hoy nos comunicamos a unos 40 bits por segundo, las interfaces cerebrales prometen velocidades comparables a nuestros propios procesos de pensamiento.

La abundancia material como destino inevitable

Una de las ideas más transformadoras de Kurzweil es que la nanotecnología eliminará la escasez material. Su visión: «podremos crear prácticamente cualquier cosa que necesitemos en el mundo físico a partir de archivos de información con materiales de entrada muy baratos».

Esto significa que podremos «enviarte por email un pantalón o un módulo para construir vivienda o un panel solar». La manufactura se convertirá en un proceso de información, tan digitalizable como un documento de texto.

Las aplicaciones específicas suenan a ciencia ficción, pero los experimentos ya están en marcha. Los «respirocitos robóticos» – glóbulos rojos artificiales mil veces más potentes que los biológicos – permitirían correr un sprint olímpico durante 15 minutos sin respirar. Los nanobots médicos del tamaño de células sanguíneas podrían detectar y destruir células cancerosas individuales, regular la diabetes automáticamente y reparar daños celulares.

También está la dimensión ambiental. Filtros nanoscópicos podrían extraer CO₂ de la atmósfera a escala masiva, convirtiendo el cambio climático en un problema de ingeniería más que de limitación de recursos.

Los riesgos que no podemos ignorar

En mi análisis de 2024, las consideraciones éticas aparecían como un epílogo. Este año, David S. Rose presionó directamente a Kurzweil sobre los riesgos, y su respuesta fue reveladora.

Kurzweil reconoce que los riesgos de la IA son reales. La alineación – asegurar que los sistemas de IA tengan objetivos compatibles con el bienestar humano – es un desafío técnico y ético de primer orden. También está el riesgo de crear una sociedad «a dos velocidades» entre quienes tienen acceso a mejoras cognitivas y médicas, y quienes no.

Pero mantiene su optimismo fundamentado. Las alucinaciones de la IA, por ejemplo, «siguen ahí, pero son mucho menos frecuentes. La IA es en realidad mucho más confiable ahora de lo que era hace uno o dos años». Ve los riesgos como problemas técnicos solucionables, no como obstáculos insuperables.

La transformación del trabajo será masiva. Kurzweil usa la analogía de la agricultura: hace 150 años, el 98% de los trabajadores eran granjeros; hoy son el 2%. «Hemos perdido todos esos empleos, y sin embargo tenemos más gente trabajando». Los nuevos tipos de trabajo que emergerán son imposibles de imaginar desde nuestra perspectiva actual.

El ingreso básico universal se volverá necesario durante los años 2030 para gestionar esta transición. No como caridad, sino como reconocimiento de que en una economía de abundancia tecnológica, el trabajo tradicional pierde relevancia.

La era de los agentes creativos

Una de las transformaciones más inmediatas que Kurzweil observa es el surgimiento de lo que llama «composabilidad» en sistemas de IA. Ya podemos «tomar una idea que tenemos y transformarla en una película», aunque admite que «las películas aún no están completamente ahí».

Los agentes autónomos combinan modelos de lenguaje con APIs para ejecutar flujos completos sin supervisión humana. Frameworks como LangChain crean ecosistemas donde diferentes aplicaciones colaboran sobre modelos básicos. Estamos viendo los primeros «compiladores de pensamiento» – herramientas que convierten ideas abstractas directamente en código, diseño o contenido final.

Los premios Nobel de 2024 fueron un símbolo. Geoffrey Hinton y el equipo de DeepMind recibieron reconocimiento por AlphaFold, marcando la primera vez que descubrimientos habilitados por IA alcanzan el máximo reconocimiento científico. Kurzweil predice que «en los próximos dos a diez años, casi todos los premios Nobel en química, matemáticas y física serán habilitados o directamente descubiertos por IA».

Las preguntas que definen nuestro futuro inmediato

Mientras escribo esto en junio de 2025, las predicciones de Kurzweil ya no suenan especulativas. Son tendencias que podemos rastrear, inversiones que podemos medir, problemas que debemos resolver ahora.

¿Quién define los objetivos de sistemas de IA cada vez más autónomos? ¿Cómo protegemos la privacidad cuando nanobots monitorizan constantemente nuestros procesos biológicos? ¿Pueden las democracias lineales regular tecnologías exponenciales? ¿Qué significa ser humano cuando la memoria es externalizable y la inteligencia ampliable?

Estas ya no son preguntas filosóficas abstractas. Son desafíos de política pública que enfrentaremos en los próximos cinco años.

Del «quizá» al «probablemente»

El cambio más significativo en el discurso de Kurzweil es su confianza creciente. En 2024 hablaba de posibilidades; en 2025 presenta cronogramas. La singularidad – ese momento cuando expandiremos nuestra inteligencia un millón de veces – mantiene su fecha de 2045, pero los hitos intermedios ahora se basan en trayectorias verificables.

AGI en 2029, velocidad de escape de longevidad en 2030, interfaces cerebro-nube funcionales en los 2030s. Ya no son apuestas futuristas; son planificación empresarial.

Para quienes seguimos estos desarrollos, el desafío es comunicar la magnitud de estos cambios sin caer en el sensacionalismo ni subestimar las complejidades. La relevancia se juega en nuestra capacidad de traducir lo exponencial en narrativas humanas comprensibles.

Como observa Kurzweil, las curvas exponenciales no esperan nuestra validación – simplemente continúan. Nuestra responsabilidad es asegurar que cuando lo hagan, nos lleven hacia un futuro que refleje lo mejor de nosotros. El futuro ya no es tan futuro, y eso significa que las decisiones que tomemos hoy tendrán consecuencias que durarán siglos.

La ventana para influir en la dirección de estos cambios se cierra rápidamente. Pero aún estamos a tiempo de participar en escribir el guión de lo que viene.