Una vez demostrada la incapacidad de los gobiernos y sus administraciones de preveer y gestionar las crisis, hay un efecto colateral (además del paro) que amenaza de convertirse en plaga bíblica.

A medida que se suceden los ERE de medianas y grandes compañías, los ciudadanos de a pie, somos las víctima indirectas de esta situación. No sólo tenemos que capear la crisis “como podemos”, también hay convivir con paciencia con todas las versiones notoriedad reivindicativa. Cortes de circulación, quema de neumáticos, manifestaciones a discreción, etc..

Lamentablemente asistiremos al espectáculo dantesco in crescendo de la tasa de desempleo y la conflictividad social. Las medidas placebo del gobierno sirven para poco o nada, el que es despedido defiende sus derechos con uñas y dientes. No le valen “paños calientes” ¡A buenas horas…!

Las ventas y la liquidez de las empresas pasan por grandes aprietos y siguen empeorando cada día que pasa. Mientras, los sindicatos añaden calor al espectáculo, presionando a la administración para que “frene los despidos”, como si eso estuviera en su mano. Todo sea por la leal causa contra el villano y maligno empresario…

Excelente panorama para espantar todavía más nuestra maltrecha cantera de emprendedores. Como comentó Juanjo Villanueva “nuestros estudiantes no están por el riesgo” y confirmó con “el 65% de los estudiantes aspiraban a encontrar un puesto en la administración”. Para contraste, idéntico porcentaje -pero con signo distinto- es el citado por el profesor cuando ejerció en EEUU (todavía en era pre-Obama): el 65% aspiraban a crear una empresa. Curiosa “coincidencia”.

Puede que al final, el shock sea tan potente, que incluso cambie la mentalidad de la gente. Hay espacio para la esperanza. Se aprecian síntomas que algo está cambiando, aunque sólo puro instinto de supervivencia. Para corroborarlo que pregunten a Barcelona Activa: “la crisis favorece que (Barcelona Activa) atienda a un 15,5% más de emprendedores que durante el mismo periodo del año pasado”. Excelente noticia.

Un buen ejemplo de lo que puede hacer la administración por sus ciudadanos. Mejor emprender (o ayudar a emprender) que tener como máxima vocación convertirse en funcionario… o cortar carreteras reivindicando la intervención divina del Gobierno de turno. No es tiempo para milagros.

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