La tesis principal de The Death of Money de James Rickards es que el sistema monetario internacional, con el dólar estadounidense en su núcleo, está en riesgo de colapsar debido a una combinación de factores, incluyendo la incompetencia de los bancos centrales, la codicia financiera, y una acumulación de estrés en el sistema financiero global, especialmente desde la crisis financiera de 2008.

Rickards argumenta que el dólar estadounidense, siendo la moneda de reserva mundial, es el llave del sistema; si falla, todo el sistema colapsa con él (ver Principios para enfrentarse al Nuevo Orden Mundial de Ray Dalio). Propone que la conversión de inversiones poco fiables en riqueza real, como oro, tierra y arte fino, es una forma de protegerse contra este colapso inminente.

La relevancia de The Death of Money (2014) diez años después de su publicación se mantiene por varias razones:

  1. Persistencia de los desafíos subyacentes: Los problemas estructurales en el sistema financiero global que Rickards identificó, como los déficits crónicos de comercio y presupuesto de EE.UU. y la dependencia excesiva en la impresión de dinero por parte de los bancos centrales, no solo persisten sino que en muchos casos se han intensificado.
  2. Aumento de la incertidumbre económica global: La economía mundial ha enfrentado múltiples choques desde la publicación del libro, incluyendo la pandemia de COVID-19 y sus consecuencias económicas, lo que ha aumentado la incertidumbre y podría acelerar algunos de los procesos que Rickards describe.
  3. Interés continuado en alternativas al dólar: La discusión sobre alternativas al dólar estadounidense como moneda de reserva mundial, incluyendo los Derechos Especiales de Giro (DEG) del FMI y las criptomonedas, sigue siendo un tema de interés y debate, lo que subraya la relevancia continua de las preocupaciones de Rickards.
  4. Teoría de la complejidad y crisis financieras: La aplicación de la teoría de la complejidad al análisis de los mercados financieros, que Rickards promueve, ofrece una perspectiva valiosa sobre cómo pequeños cambios pueden desencadenar crisis financieras globales. Esta aproximación sigue siendo relevante para entender la naturaleza impredecible de los mercados y la economía global.

Por tanto, The Death of Money sigue siendo relevante una década después de su publicación debido a la persistencia y, en algunos casos, el agravamiento de los desafíos económicos y financieros globales que Rickards identificó. Su análisis del riesgo sistémico en el sistema monetario internacional y la propuesta de diversificación hacia activos tangibles continúan ofreciendo una perspectiva importante para inversores y analistas por igual.

Principales ideas de The Death of Money de James Rickards

  • El valor fiduciario de las monedas modernas: Un contrato social respaldado por el Estado
  • La amenaza de la guerra financiera en el precario equilibrio económico global
  • Semillas de crisis futuras anidadas en el sistema financiero global
  • El declive del dominio del dólar estadounidense en la economía mundial
  • La inflación como estrategia controvertida para manejar la deuda nacional de EE.UU.
  • La gente busca alternativas monetarias ante la inflación inducida por EE.UU.
  • Hacia una moneda de reserva verdaderamente global: El potencial de los DEG del FMI
  • El retorno al patrón oro: ¿Una solución para la estabilidad monetaria global?
  • Diversifica tus inversiones para salvaguardar tu patrimonio ante una hiperinflación.
«The Death of Money»: Q&A with James Rickards

El valor fiduciario de las monedas modernas: Un contrato social respaldado por el Estado

En el pasado, adquirir bienes como una barra de pan implicaba el intercambio de metales preciosos, como oro o plata, que poseían un valor intrínseco equivalente al del producto. Contrariamente, en la actualidad, un simple billete de papel, carente de valor material significativo, es suficiente para realizar la misma transacción. La aceptación de este papel moneda por parte del panadero se fundamenta en el valor que el Estado le asigna. Este concepto se aplica a todas las monedas modernas y se conoce como dinero fiduciario, derivado del latín «fiat», que significa «que así sea».

El dinero fiduciario funciona como un acuerdo entre los ciudadanos y el Estado. En esencia, el Estado asegura al panadero que podrá intercambiar ese billete por otros bienes de valor, como harina o sal. Este sistema se sostiene mientras la población confíe en la promesa del Estado de respaldar el valor extrínseco de la moneda, eliminando la necesidad de un valor intrínseco como el que poseían antiguamente las monedas de oro.

La desconexión entre la moneda y el valor intrínseco es un fenómeno relativamente reciente, datando de 1972. Hasta ese momento, la economía global operaba bajo el patrón oro, en el cual el gobierno de Estados Unidos garantizaba un valor fijo del dólar en relación al oro, específicamente 35 dólares por onza. Las demás naciones, a su vez, anclaban sus tipos de cambio al dólar, creando un sistema monetario global indirectamente vinculado al oro.

Sin embargo, la crisis financiera de 1973 erosionó la confianza mundial en la capacidad de Estados Unidos de mantener este tipo de cambio fijo, llevando al país a desvincular su moneda del oro. Esta decisión marcó el inicio de una era en la que las monedas carecen de valor material y son influenciadas únicamente por políticas monetarias gubernamentales.

Actualmente, el sistema económico global, basado en monedas de libre flotación, enfrenta nuevos desafíos. En el siguiente resumen exploraremos las razones detrás de estos ataques al sistema monetario moderno.

La amenaza de la guerra financiera en el precario equilibrio económico global

Los ataques terroristas del 11 de septiembre no solo fueron un atentado contra vidas inocentes en Nueva York y Washington, sino también un golpe calculado contra la economía de Estados Unidos. En los meses anteriores a los ataques, los perpetradores realizaron apuestas financieras prediciendo la caída de las acciones de las aerolíneas, lo que les permitió obtener ganancias significativas tras el desplome de los mercados. Este acto ilustra la guerra financiera, una táctica que está siendo adoptada tanto por criminales para lucrarse como por naciones para debilitar a sus adversarios.

La guerra financiera puede adoptar formas ofensivas o defensivas. En su modalidad ofensiva, podría implicar acciones como el hackeo de los mercados bursátiles de un país para manipular los precios y desencadenar un daño económico. Un caso real de guerra financiera se presentó en 2012, cuando Estados Unidos asestó un golpe a Irán al excluirlo de un sistema global de transacciones financieras, impidiendo que Irán convirtiera su moneda en dólares o euros, lo que provocó una devaluación de su moneda y dificultades para el comercio internacional.

En contraste, la guerra financiera defensiva se emplea para salvaguardar los mercados de capital o como represalia contra ataques previos. Como respuesta a las acciones estadounidenses, Irán se protegió adquiriendo grandes cantidades de oro, lo que le permitió mantener el comercio a pesar del aislamiento del sistema de pagos global.

La crisis financiera de 2008 reveló la magnitud del daño que puede surgir de la inestabilidad financiera. Si las hipotecas de mala calidad pudieron desencadenar pérdidas económicas de 60 billones de dólares de manera accidental, es alarmante considerar el potencial destructivo de actores con conocimiento profundo del sistema financiero y la intención deliberada de causar daño. La fragilidad del sistema económico global lo hace susceptible a ataques, permitiendo que incluso pequeños grupos terroristas o criminales puedan infligir daños colosales a la sociedad.

Tras reconocer esta vulnerabilidad post-crisis financiera, potencias como Estados Unidos y China han integrado estrategias de guerra financiera en sus operaciones militares, preparándose para un nuevo campo de batalla donde la economía y las finanzas son tan críticas como la fuerza armada tradicional.

Semillas de crisis futuras anidadas en el sistema financiero global

Más de cinco años después de la última gran crisis financiera, podría ser tentador pensar que lo peor ha quedado atrás y que nos esperan tiempos más estables. Sin embargo, el panorama no es tan prometedor como parece, ya que existen varias crisis latentes dentro del sistema financiero que podrían desencadenar futuros desastres económicos.

Una de estas crisis latentes se origina en China, cuya economía ha experimentado una expansión espectacular en la última década. Sin embargo, este crecimiento ha sido mal gestionado, con inversiones desmesuradas en sectores inadecuados, exacerbadas por la corrupción endémica en el Partido Comunista gobernante. Un claro ejemplo de esta mala gestión son las numerosas «ciudades fantasma» dispersas por el país, vastas áreas urbanas construidas sin demanda real, resultado de políticas gubernamentales que promueven la inversión en grandes proyectos sin considerar su viabilidad. Esta situación ha inflado una burbuja de inversión que amenaza con estallar, lo que podría arrastrar a la economía global al abismo, dada la extensa inversión internacional en el mercado chino.

En Estados Unidos, otro peligro se cierne en el horizonte, esta vez en forma de una burbuja de préstamos estudiantiles. En un intento por estimular la economía, los políticos han facilitado préstamos estudiantiles más generosos, bajo la premisa de que los estudiantes inyectarán este dinero en la economía.

Sin embargo, con más de 1 billón de dólares en préstamos estudiantiles otorgados y una economía que aún no se recupera completamente, muchos graduados se encuentran incapaces de encontrar empleo y, por ende, de devolver sus deudas. Esto plantea el riesgo de una morosidad masiva, que podría sumir nuevamente a los hogares estadounidenses y a los mercados financieros en una profunda crisis.

Estos ejemplos subrayan cómo, a pesar de las lecciones aprendidas de crisis anteriores, el sistema financiero global sigue albergando las semillas de futuras turbulencias. La interconexión de la economía mundial significa que una crisis en una región puede tener efectos dominó en todo el planeta, lo que resalta la importancia de una gestión prudente y una vigilancia constante para prevenir futuros desastres económicos.

El declive del dominio del dólar estadounidense en la economía mundial

Viajar a países con monedas nacionales débiles en regiones como África o Asia revela una preferencia notable por el dólar estadounidense, aceptado ampliamente en comercios y mercados locales. Esta aceptación generalizada se debe a la posición del dólar como la principal moneda de reserva mundial, respaldada por la confianza global en su estabilidad y fiabilidad. Históricamente, el sistema financiero internacional ha girado en torno al dólar, utilizado en la mayoría de las transacciones comerciales internacionales.

No obstante, recientes desarrollos han llevado a varios países a reconsiderar su dependencia del dólar. Las economías emergentes, particularmente los países BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica), expresan su descontento con el impacto directo que la política monetaria estadounidense tiene sobre sus economías, dada la predominancia del dólar en el comercio global.

Además, los países de la OPEP (Organización de Países Exportadores de Petróleo) están reevaluando su relación comercial tradicional con Estados Unidos, que ha consistido en realizar transacciones petroleras en dólares a cambio de garantías de seguridad. La reciente mejora en las relaciones entre Estados Unidos e Irán, un rival de larga data de Arabia Saudita ha generado inquietud entre los saudíes, impulsándolos a buscar alternativas a su alianza con Estados Unidos y su dependencia del dólar.

El fortalecimiento del euro también plantea un desafío al dominio del dólar. A pesar de la reciente crisis monetaria en la eurozona, las reformas estructurales y la robusta economía alemana han transformado la eurozona en una entidad económica más competitiva y estable que antes, sugiriendo la posibilidad de un papel más significativo del euro en el futuro sistema monetario global.

Estos factores colectivos indican un cambio potencial en el panorama financiero mundial, con el dominio del dólar estadounidense enfrentando desafíos sin precedentes. La reconfiguración de alianzas económicas y la emergencia de alternativas viables al dólar sugieren que podríamos estar presenciando el inicio de una nueva era en la economía global, donde el dólar ya no ocupa el centro indiscutible del comercio y las finanzas internacionales.

La inflación como estrategia controvertida para manejar la deuda nacional de EE.UU.

La deuda nacional de Estados Unidos ha alcanzado niveles históricos, superando el tamaño de su economía por primera vez desde la Segunda Guerra Mundial. Este hito ha intensificado el debate político sobre las estrategias para reducir la deuda. Existen dos enfoques principales: el crecimiento económico a través de inversiones estratégicas y la inducción de inflación para erosionar el valor real de la deuda.

Invertir en infraestructura, como sistemas de transporte y comunicaciones, es una forma inteligente de estimular el crecimiento económico. Sin embargo, esta estrategia puede ser políticamente desafiante y requiere una cuidadosa selección de proyectos. Por otro lado, los políticos a menudo optan por la ruta más sencilla de fomentar la inflación, lo que reduce el valor del dólar y, por ende, el valor real de la deuda. Por ejemplo, si el gobierno toma prestados 100 dólares y la inflación es del 10%, esa deuda valdrá efectivamente 90 dólares al cabo de un año.

Para incrementar la inflación, el gobierno ha recurrido a la impresión de dinero, una política conocida como flexibilización cuantitativa. Esta práctica ha alcanzado niveles sin precedentes, con una tasa de impresión de un billón de dólares al año, y busca aumentar la cantidad de dinero en circulación para estimular el gasto y elevar los precios.

Sin embargo, esta estrategia no ha dado los resultados esperados debido a las fuerzas deflacionarias que actúan en sentido contrario, aumentando el valor del dólar. La revolución del gas de esquisto ha reducido los precios de la energía en Estados Unidos, y la entrada de mano de obra barata de países en desarrollo ha disminuido los costos laborales. Estas presiones deflacionarias están contrarrestando los esfuerzos por alcanzar niveles de inflación que ayuden a reducir la deuda de manera efectiva.

La situación actual pone de manifiesto la complejidad de manejar la deuda nacional en un entorno económico donde las políticas monetarias tradicionales enfrentan desafíos inesperados. La búsqueda de un equilibrio entre el crecimiento económico sostenible y la gestión de la deuda sigue siendo un tema crítico para la estabilidad financiera de Estados Unidos.

La gente busca alternativas monetarias ante la inflación inducida por EE.UU.

La estrategia del gobierno de Estados Unidos de imprimir más dinero para manejar su considerable deuda nacional está generando desconfianza en el dólar estadounidense. Este enfoque, aunque puede parecer que estimula el crecimiento económico, en realidad no expande la economía de manera sustentable. A largo plazo, esta política monetaria resulta en una devaluación de la moneda, afectando negativamente los ahorros de las personas y la confianza de los inversores en el dólar.

Esta creciente desconfianza no solo afecta al dólar sino también al sistema monetario global que se apoya en él. Como resultado, están emergiendo nuevas alternativas de pago que buscan ofrecer soluciones fuera del sistema monetario tradicional.

Una de las alternativas más notables es el auge de las monedas digitales, como el bitcoin. Esta criptomoneda, que opera independientemente de cualquier gobierno o banco central, ha visto un incremento significativo en su uso. Para finales de 2013, ya circulaban más de 7 mil millones de dólares en bitcoins. Aunque su viabilidad a largo plazo aún es incierta, la popularidad del bitcoin refleja el interés creciente por opciones monetarias alternativas.

Otro fenómeno interesante es el auge del trueque electrónico, que permite el comercio de bienes en línea sin la necesidad de dinero en efectivo como intermediario. Un ejemplo de esto es el intercambio realizado por China Railway, que recibió una carga de pavos congelados de un cliente y los intercambió con General Electric (GE) por locomotoras. Posteriormente, GE vendió los pavos a Tyson Food China por dinero en efectivo, aunque en la transacción original no se utilizó efectivo.

Estos ejemplos ilustran cómo la política de inflación inducida por Estados Unidos está impulsando la búsqueda de alternativas monetarias. La gente está explorando opciones fuera del sistema financiero tradicional, buscando preservar el valor de sus activos en un entorno económico incierto.

Hacia una moneda de reserva verdaderamente global: El potencial de los DEG del FMI

El sistema financiero global actual, dominado por el dólar estadounidense, enfrenta desafíos significativos. Para abordar estos problemas, una de las soluciones propuestas es la adopción de una moneda global que pueda ofrecer una mayor estabilidad y equidad en las transacciones internacionales.

El Fondo Monetario Internacional (FMI) podría desempeñar un papel clave en este cambio a través de los Derechos Especiales de Giro (DEG), una cuasimoneda internacional que el FMI utiliza para sus operaciones de préstamo. Aunque los DEG no son una moneda en el sentido tradicional, su valor se basa en una cesta de las principales monedas mundiales, y pueden ser intercambiados entre países y convertidos en otras monedas.

Los DEG representan una alternativa más estable que el dólar y podrían ser considerados para reemplazarlo como la principal moneda de reserva global. Actualmente, hay discusiones en curso entre el FMI y Estados Unidos sobre cómo facilitar esta transición.

La adopción de los DEG como moneda de reserva global tendría ventajas significativas. La política monetaria relacionada con los DEG sería determinada por el FMI, una organización internacional que tomaría decisiones basadas en el interés colectivo global, en contraste con la política monetaria del dólar, que está influenciada por los intereses nacionales de Estados Unidos y que a veces puede resultar perjudicial para otras economías.

Hay un interés creciente, incluso dentro de Estados Unidos, en que el FMI y los DEG jueguen un rol más prominente en el sistema monetario global. Un sistema monetario más equitativo y estable beneficiaría a todos los actores de la economía mundial, reduciendo la incertidumbre y promoviendo un entorno financiero más predecible y seguro.

El retorno al patrón oro: ¿Una solución para la estabilidad monetaria global?

A pesar de la opinión de figuras como Warren Buffett, quien ha minimizado la importancia del oro en la inversión moderna, algunos argumentan que reintroducir el patrón oro podría ser beneficioso para la estabilidad del sistema monetario global. En las últimas décadas, el sistema monetario se ha alejado del oro, pero su reintegración podría ofrecer un anclaje estable para el valor de las monedas.

La principal ventaja de vincular las monedas al oro es que proporcionaría un punto de referencia sólido y tangible, en contraste con el sistema actual, donde el valor del dólar estadounidense depende de la confianza en las promesas del gobierno y la Reserva Federal. Algunos críticos han denominado al sistema actual como el «estándar del doctorado», sugiriendo que está basado en las decisiones de una élite educada en universidades prestigiosas, más que en algo con valor intrínseco.

Sin embargo, la transición de vuelta al patrón oro no es una decisión que se pueda tomar a la ligera y requiere una planificación meticulosa. Un desafío significativo sería establecer el precio correcto del oro. El precio actual no es suficiente para respaldar la oferta monetaria global, que asciende a billones de dólares. Los bancos centrales tendrían que fijar un nuevo precio del oro, potencialmente alrededor de los 17.500 dólares por onza, para que sea viable como respaldo de las monedas de las principales economías como EE.UU., la Unión Europea, Japón y China.

El debate sobre el patrón oro es complejo y multifacético, y aunque el oro ha sido históricamente un símbolo de riqueza y estabilidad, su papel en el futuro del sistema monetario global sigue siendo objeto de discusión. La posibilidad de que el oro pueda contribuir a un sistema monetario más estable y confiable es una perspectiva que algunos consideran digna de explorar más a fondo.

Diversifica tus inversiones para salvaguardar tu patrimonio ante una hiperinflación

Si hubieras vivido en la Alemania de los años 20, podrías haber presenciado una escena insólita: alguien adquiriendo una barra de pan y pagándola con un carretón lleno de billetes. Este fenómeno era el resultado de una inflación o hiperinflación desbocada: los precios aumentaban tan rápidamente que el dinero prácticamente perdía su valor. Evidentemente, este tipo de situación es insostenible y, en aquel entonces, condujo al desorden social y, finalmente, al surgimiento de Adolf Hitler.

Desafortunadamente, la situación actual sugiere que podría ser solo cuestión de tiempo hasta que el dólar también experimente una hiperinflación. Ante esta posible circunstancia, es prudente tomar medidas para asegurarte de sobrevivir y prosperar incluso si ocurre lo peor.

¿Qué puedes hacer al respecto?

La medida más básica es asegurarte de que tu patrimonio esté invertido en una amplia gama de activos y sectores. Si has concentrado toda tu riqueza en un solo activo, como una cuenta de ahorros en tu banco local, podrías ver cómo se esfuma ante la hiperinflación.

En cambio, deberías contar con una cartera de inversiones diversificada:

  • Mantén el 20% de tus activos en lingotes de oro, dado que su valor tiende a ser relativamente estable.
  • Invierte otro 20% en propiedades ubicadas en zonas con alta demanda. Este tipo de bienes inmuebles tienden a incrementar su valor independientemente de la situación económica.
  • Destina un 20% a instrumentos financieros alternativos, como los fondos de cobertura. Estos fondos están diseñados para obtener ganancias incluso cuando la economía se contrae o atraviesa dificultades.
  • Utiliza un 10% para adquirir obras de arte, como pinturas y esculturas. Así tendrás en tu poder activos de valor tangible y lo suficientemente portátiles como para trasladarlos si fuera necesario.
  • Por último, conserva el 30% de tu patrimonio en efectivo en el banco. El efectivo es el medio más flexible que existe, por lo que si surge una crisis, podrás reasignarlo rápidamente a la inversión que consideres más acertada en ese momento.

Este enfoque de diversificación te proporcionará una sólida protección, incluso en el caso de que se desate una hiperinflación y el consiguiente malestar social.

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