El deporte no has deparado una emocionante lección este pasado fin de semana. Dos eventos inconexos entre si, me han inspirado a escribir este post. De Chamonix (Francia) a Daegu (Corea del Sur). O lo que es lo mismo, de la Ultra Trail del Mont Blanc, al Campeonato del mundo de atletismo en la ciudad surcoreana.

Dos superdotados deportivos, con diferentes personalidades, han protagonizado interesantes episodios, de elevada intensidad pero con desenlace dispar. Por un lado la victoria épica de Kilian Jornet, un chaval de 23 años (27/10/1987) y de aspecto enclenque (171cm/56Kg.) ganaba por 3ª vez la prueba más prestigiosa de ultra trail del mundo. Un duro itinerario alrededor del techo de Europa, recorriendo tres países, 166 kilómetros corriendo non-stop, superando un desnivel positivo de más de 9000 metros. En esta hazaña, una más en su impresionante currículum deportivo, Kilian invirtió “solo” 20 horas y 36 minutos.

El ultra trail es una disciplina especializada, durísima, donde es importante el qué, pero sobre todo el cómo. Armonía con la montaña, respeto por el entorno natural, autosuficiencia y compañerismo. En la propia Ultra Trail del Mont Blanc 2011, a30 kilómetrosde la meta, Jornet afirmaba que iba el grupo de cabeza (junto con Karreras, Heras y el francés Chaigneau) “como si fuera un entrenamiento con amigos, íbamos realmente disfrutando del momento y de la compañía”. Entonces la rodilla de Heras empezó a dar problemas. En la bajada sufría lo indecible, y sus tres compañeros de escapada le esperaron a que le asistieran los médicos, hasta que en Trient, desolado, el propio Heras decía basta. En pocas disciplinas deportivas los competidores esperan…

En el otro extremo, el atleta jamaicano Usain Bolt, apodado «Lightning Bolt» (relámpago), un atleta especialista en velocidad, campeón mundial y olímpico de 100 y 200 m lisos, y el hombre más rápido de la historia. Un auténtico portento físico (196 cm y86 kg.) y claro favorito en las pruebas de velocidad de Daegu.

Admito que la intención inicial era escribir sobre su segura victoria en la prueba de 100 metros lisos. Era lo que todos esperaban de la final más espectacular y una de las más esperadas. Pero no pudo ser, el atleta quedó descalificado de la final por una salida falsa.

Usain Bolt le ha tocado competir (y derrotar) a los grandes dominadores de la velocidad mundial. La opinión pública norteamericana no lleva muy bien que sus paisanos sean constantemente derrotados por el portento jamaicano. Las críticas han curtido a Bolt, quien tras su condición de héroe y megaestrella del show-business no esconde unas elevadas dosis de soberbia. Anunciando con anticipación sus victorias o reconociendo públicamente que su objetivo, totalmente lícito y sincero, es hacerse rico para retirarse.

A pesar de ser una celebridad y reconocerse a si mismo como una estrella (“Quiero ser una leyenda de este deporte”), cuentan que Usain Bolt trata de ser campechano en el trato a corta distancia. Algo que parece que no le cuesta a Kilian Jornet. Un chaval enamorado de la montaña que practica unas disciplinas deportivas minoritarias (aparte del ultra running, es esquiador de montaña), poco o nada mediáticas… que carecen por completo del flujo económico de los derechos de televisión y de los grandes patrocinadores globales.

Pero que nadie piense que es una persona “normal”. Sólo hay que leer su filosofía. Asusta un poco. Es un loco muy cuerdo. Amante del deporte, con un enorme instinto de superación y una fuerza mental inmensa. Admiro y comparto muchos de sus argumentos, recogidos con delicadeza en su reciente libro (“Correr o Morir”) de los que destaco:

“Ganar no significa terminar en primera posición. No significa batir a los demás. Ganar es vencerse a uno mismo. Vencer a nuestro cuerpo, nuestros límites y nuestros temores. Ganar significa superarse a uno mismo y convertir los sueños en realidad. En muchas carreras he terminado en primera posición pero no me he sentido ganador. Al cruzar la meta no he llorado, no he saltado de alegría… Simplemente tenía que ganar la carrera, antes y durante la carrera, sabía, tenía la seguridad, de que llegaría el primero. Era fácil…”

“He visto a personas que, pese a haber llegado cuando los primeros ya se habían duchado, almorzado y dormido una buena siesta, se sienten vencedores y no cambiarían lo que sienten por nada de lo que les pudieran ofrecer. Y los envidio, porque en el fondo ¿no corremos para eso? ¿Para saber que nosotros somos capaces de vencer nuestros miedos y que la cinta que cortamos al cruzar la meta no está sujeta por azafatas sino que está situada allá donde nuestros sueños quieren? ¿La victoria no consiste en ser capaces de poner nuestro cuerpo y nuestra mente al límite para descubrir que estos límites nos han llevado a descubrir nuevos límites? ¿Y empujar poco a poco nuestros sueños?”

 Entendí el gesto de Usain Bolt cuando después de la salida fallida en la final de 100 metros de Daegu, casi se arrancó la camiseta en un gesto de rabia y decepción. “¿Buscáis lágrimas? Pues eso no va a suceder» decía momentos después.

Que tiemblen los finalitas de los 200 metrosy de los relevos. Ganará o morirá en el intento. Puede que incluso bata algún récord. Sería justicia poética. Quizás la misma que podría llevar Kilian Jornet a recibir el reconocimiento y el homenaje multitudinario, en uno de los mejores templos del deporte mediático, el Camp Nou. Aunque sólo sea para compensar el casi olvido mediático de su triunfo en la Ultra Trail Mont Blanc. Tan solo comparable a la lamentable cobertura televisiva que está teniendo el mundial de Daegu. Una cobertura, que puntualmente se ha revitalizado con el “fracaso” de Usain Bolt. Paradojas.

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