Los orígenes: entre ilusión y presión por crecer

Cuando creamos Foxize, lo hicimos desde la ilusión y la pasión. Queríamos construir algo que tuviera impacto, que fuera innovador, que nos permitiera crecer. Como tantos otros emprendedores del entorno tecnológico, soñábamos con convertirnos en una historia de éxito. Teníamos ideas, energía, conocimiento… y un deseo profundo de hacerlo bien.

El relato dominante del mundo startup -y al que no fuimos inmunes- nos empujaba hacia el crecimiento acelerado. Crecer en usuarios, crecer en facturación, crecer en visibilidad, crecer en reconocimiento. Porque crecer era, supuestamente, el único camino al éxito. Y porque en ese entorno, quedarse quieto equivalía a morir.

Sin embargo, con el tiempo descubrimos una verdad fundamental: ser empresario no va de perseguir métricas infladas ni titulares impactantes. Va de construir algo sostenible, de aportar valor real, de adaptarse constantemente a un entorno cambiante. Esta lección no llegó de golpe, sino a través de múltiples experiencias, algunas dolorosas, que moldearon nuestra visión del negocio y de nuestro papel en él.

Los errores como maestros: transformaciones que nos definieron

Si algo define la trayectoria de Foxize, es haber pasado por varias mutaciones estratégicas, cada una de ellas impulsada por aprendizajes y circunstancias diferentes.

Del B2C al B2B

Nacimos vendiendo formación sobre digitalización, curso a curso, para individuos (B2C). Era un modelo directo, con el que nos sentíamos cómodos inicialmente, pero que pronto mostró sus limitaciones en términos de escalabilidad y sostenibilidad.

Esta realidad nos llevó a nuestro primer pivote significativo: el enfoque B2B, trabajando directamente con empresas. Este cambio no fue simplemente táctico, sino que transformó nuestra comprensión del mercado y de las necesidades reales de formación en el entorno corporativo. Aprendimos a escuchar de manera diferente, a diseñar soluciones más complejas, a gestionar ciclos de venta más largos.

La aventura SaaS

Sin buscarlo -porque nos lo pidió un cliente- nos adentramos en el mundo del SaaS, desarrollando un LMS (Learning Management System). Lo que comenzó como una respuesta a una necesidad específica se convirtió en una nueva línea de negocio que nos permitió servir no solo a pymes, sino también a grandes corporaciones. Este salto nos enfrentó a retos que no habíamos previsto: ciclos de desarrollo más complejos, expectativas de soporte técnico continuo, y la necesidad de mantener un producto en constante evolución.

El poder de los datos

A medida que profundizamos en nuestra relación con las empresas, llegamos a un «gran descubrimiento» (modo irónico): lo que no se mide, no se mejora. Esta obviedad, que en muchos sectores es un mantra, resultaba ser una asignatura pendiente en el mundo de la formación corporativa. Esto nos llevó a evangelizar sobre learning analytics, en un mercado donde la mayoría de compañías no medía casi nada de lo que hacía en formación, o simplemente era incapaz de traducirlo en mejoras reales con impacto en negocio.

Este fue un cambio profundo en nuestro discurso y en nuestra propuesta de valor. Ya no solo hablábamos de herramientas y contenidos, sino de resultados, datos e impacto. Estábamos ayudando a nuestros clientes a transformar la formación de un centro de costes a un centro de valor estratégico.

La irrupción de la IA: cautela estratégica frente al hype

A finales de 2022, llegó el gran sacudón: la irrupción de ChatGPT. Como muchas empresas del sector tecnológico y educativo, nos encontramos ante una disyuntiva: subirse rápidamente a la ola del hype o mantener una postura más cautelosa y reflexiva.

Podríamos haber caído en la tentación de lanzarnos de cabeza, rebautizando todos nuestros productos con el prefijo «AI» y prometiendo revoluciones instantáneas. Pero fuimos empresarialmente cautos: teníamos ya muchas cicatrices de modas tecnológicas pasajeras, y sabíamos que no se trataba de subirse al tren por subirse.

Eso no quita que, a nivel personal y de equipo, nos embarcáramos en un auténtico tour de force para entender mejor la IA. Leímos, exploramos, experimentamos e iteramos intensamente. Queríamos comprender no solo qué podía hacer la IA, sino qué podíamos hacer nosotros con ella de manera honesta, sostenible y relevante para nuestros clientes.

Resultados tangibles

Tras meses de investigación y apredizaje, en otoño de 2024, anunciamos nuestro primer producto vinculado a la IA: los contenidos de Pasaporte IA. Y en el primer trimestre de 2025 lanzamos nuestro primer producto 100% IA: Foxize MyTutor, una solución que personaliza completamente la experiencia de aprendizaje.

El balance del primer trimestre de 2025 ya nos permite afirmarlo con claridad: la IA supone directamente el 20% del negocio de Foxize. Y todo apunta a que, para finales de año, poca actividad de la compañía estará desconectada de la IA.

Este cambio no ha sido fruto de seguir una moda, sino de haber cogido el toro por los cuernos, con una mezcla de convicción y audacia que nos devolvió al «modo founders». Lejos de los playbooks del management, decidimos reenfocar la compañía y priorizar «a saco» esta tecnología, una apuesta arriesgada pero necesaria. Nos sumergimos en una cultura de aprendizaje acelerado, asumiendo que reorientar el negocio no estaba exento de riesgos, pero con la certeza de que la verdadera amenaza era quedarse en la zona de confort mientras el mundo cambiaba a nuestro alrededor.

13 años de vida: adaptarse a un mundo en constante evolución

Foxize tiene ya 13 años de vida. Y eso, por sí solo, es un dato que invita a reflexionar. Porque mantenerse durante más de una década en el mundo de la formación, la tecnología y la consultoría no es sencillo, especialmente cuando estos sectores experimentan transformaciones tan profundas y aceleradas.

En estos 13 años, todo ha cambiado:

  • Han cambiado los clientes, sus necesidades y sus expectativas
  • La tecnología ha avanzado a un ritmo vertiginoso
  • Han surgido nuevos competidores mientras otros han desaparecido
  • El marco legal se ha vuelto más complejo, especialmente en protección de datos y uso ético de la IA

Pero también hemos cambiado nosotros, y este es quizás el cambio más significativo y menos visible desde fuera.

El factor humano: la dimensión olvidada del emprendimiento

En las historias de empresa se suele hablar de modelos de negocio, de tecnología, de innovación, de estrategia. Pero pocas veces se habla de algo esencial: las personas. Las que están hoy en el equipo, las que estuvieron y ya no están, y también las que lideran y accionan el proyecto.

En 13 años, las agendas vitales de todos nosotros han cambiado profundamente. Las prioridades, las necesidades, las motivaciones no son las mismas que cuando empezamos este viaje. Muchos de los que formaron parte de Foxize en sus primeras etapas ya no están: siguieron su camino, emprendieron nuevos proyectos, cambiaron de sector, se reinventaron. Otros llevan muchos años con nosotros, compartiendo esta travesía y aportando una continuidad que no tiene precio.

Y también el equipo directivo y los accionistas, incluidos los dos fundadores, hemos cambiado. El tiempo pasa para todos. Lo que antes nos motivaba quizá hoy nos deja más fríos; lo que antes parecía imprescindible, hoy quizá lo miramos con más distancia. Las circunstancias familiares, los retos personales, incluso la energía que uno tiene para embarcarse en nuevas aventuras, todo eso también influye en la dirección que toma la empresa.

Adaptarse a estas circunstancias es una parte esencial de la historia de cualquier empresa. Y es algo que pocas veces se reconoce abiertamente. Las empresas sobreviven no solo porque tengan buen producto o buenos clientes, sino porque son capaces de ajustar sus dinámicas internas a las realidades cambiantes de las personas que las forman.

Sobrevivir no es perder: el valor de la resistencia

Mirando atrás, reconocemos muchos errores. No por malicia, ni por torpeza, sino por seguir caminos que parecían los correctos (o los deseables) pero que no lo eran. Hicimos apuestas que mantuvimos demasiado tiempo contra viento y marea a pesar de las señales:

  • El B2C que nunca alcanzó la sostenibilidad económica esperada
  • La tracción orgánica del SaaS autogestionado que quedó lejos de nuestras proyecciones
  • La sobreestimada demanda de servicios de data

Persistimos en estas direcciones a veces por sueños personales, a veces por vanidad, a veces por simple desconocimiento del mercado. Pero de cada tropiezo extrajimos lecciones invaluables.

En este viaje de aprendizaje continuo, descubrimos que nuestra verdadera fortaleza no residía en crecer a cualquier precio, sino en nuestra capacidad para resistir. Para adaptarnos con agilidad, recalibrar el modelo cuando era necesario, capear los temporales del mercado y reconstruirnos después de cada intento fallido. No nos convertimos en esa startup que acapara titulares por levantar rondas millonarias; nos consolidamos como una empresa auténtica, con clientes y problemas reales, que ha permanecido viva durante más de una década gracias a su capacidad de reinventarse, no a su habilidad para inflar métricas o crear espejismos de crecimiento.

Y esta es quizás la lección más valiosa: la narrativa del éxito empresarial que tanto admiramos y perseguimos es, con frecuencia, una construcción artificial. Los premios, los titulares en medios especializados, las rondas de financiación… representan apenas una fracción minúscula (y frecuentemente distorsionada) de la compleja realidad empresarial. Obsesionarse con estos referentes puede conducirte a la frustración crónica, a decisiones estratégicas erróneas o, simplemente, a perder de vista que cada empresa tiene su propio camino, y que muchas de las historias de éxito que veneramos son, en realidad, anomalías estadísticas: excepciones deslumbrantes, no reglas aplicables.

El verdadero valor: lo que no aparece en los titulares

Pocas veces se habla del valor de sostener una empresa a lo largo del tiempo. De mantener un equipo motivado, de pagar las nóminas cada mes, de servir bien a los clientes, de aprender de los errores. Eso no da titulares. No es glamuroso. Pero es la realidad de la mayoría de las empresas.

Esta realidad cotidiana, lejos de los focos, es donde se construye el verdadero valor. Ser empresario no va de ganar premios, ni de aparecer en listas, ni de levantar grandes rondas. Va de construir algo que aporte valor y que tenga sentido a lo largo del tiempo. Va de aguantar, de ajustarte a las circunstancias, de mantenerte fiel a unos principios incluso cuando toca cambiar de estrategia.

Y sobre todo, va de saber encajar que las personas cambian. Que las vidas cambian. Que lo que hace cinco años era prioritario para alguien del equipo hoy quizá ya no lo es. Que los fundadores también evolucionan, y que la empresa tiene que evolucionar con ellos. Porque si intentas mantener una foto congelada, te rompes.

Foxize hoy: una empresa resiliente con mirada al futuro

Foxize hoy es eso: una empresa resiliente. Una empresa que ha aprendido a renunciar a lo que no funciona, a abrazar lo que sí funciona aunque no sea sexy, a caminar a su propio ritmo, a cuidar su equipo y a entender que la clave para seguir vivos no está en los grandes titulares, sino en los pequeños ajustes diarios.

A través de estos años de transformación continua, hemos aprendido a valorar la estabilidad tanto como la innovación, la consistencia tanto como la disrupción. Hemos entendido que el verdadero reto no está en crecer rápido, sino en crecer bien, de manera sostenible y coherente con nuestros valores y capacidades.

El éxito redefinido

Si alguien nos pregunta hoy qué significa para nosotros ser empresarios, no diremos «ser el próximo unicornio». Diremos: aprender, resistir, aportar, ajustar, sobrevivir. Mantenerse en pie. Eso ya es un logro. Y uno del que estamos orgullosos.

Ojalá este relato sirva para otros que están en el camino y sienten que no llegan a esos hitos que parecen obligatorios. No lo son. Cada proyecto tiene su propio trayecto. Y muchas veces, el mayor éxito es, simplemente, seguir aquí, aportando valor, evolucionando, adaptándose.

Seguiremos adaptándonos. Seguiremos cambiando. Porque si algo hemos aprendido en estos 13 años es que todo cambia -y nosotros también. Y en esa capacidad de cambio, paradójicamente, está nuestra mayor fortaleza.

¿Qué nos depararán los próximos años? No lo sabemos con certeza. Pero estamos preparados para seguir aprendiendo, para seguir evolucionando, para seguir resistiendo. Y eso, en un mundo tan volátil como el actual, quizá sea el mayor éxito al que podemos aspirar.