El 22 de mayo de 2025, La Vanguardia publicaba una noticia inquietante: Rusia aprovechó la DANA campaña de desinformación masiva dirigida a socavar la legitimidad del Gobierno español. Sin tropas, sin misiles. Solo con bulos, rumores y manipulación informativa.

Lo ocurrido no fue un accidente. Fue una operación calculada, parte de un conflicto más amplio, menos visible y mucho más persistente: la guerra híbrida. Y dentro de ella, una de sus expresiones más sofisticadas y peligrosas: la guerra de la información (Information Warfare).

No hablamos del futuro. Hablamos del presente. Y de un tipo de guerra que ya está aquí, aunque muchos prefieran mirar hacia otro lado.

La DANA como excusa, la desconfianza como objetivo

Durante los días posteriores a las lluvias torrenciales que dejaron miles de afectados, el ecosistema prorruso activó una ofensiva propagandística diseñada para explotar el caos. Se difundieron mensajes que aseguraban que el Gobierno de Pedro Sánchez destinaba más recursos a Ucrania que a los damnificados españoles. Se habló de supuestas ayudas de 6.000 euros con condiciones abusivas. Se acusó a ONGs como Cáritas o Cruz Roja de colaborar con el «abandono institucional». Todo falso.

Pero en la guerra de la información la mentira no necesita ser creída para funcionar. Basta con sembrar la duda. Generar desconfianza. Polarizar la opinión pública. Desactivar la cohesión social.

Como señala el análisis de RosmarOps La desinformación como arma estratégica, «la desinformación se propaga a velocidad vertiginosa, especialmente durante crisis». Los momentos de vulnerabilidad colectiva son precisamente los más propicios para estas operaciones, cuando el miedo y la incertidumbre nublan nuestro juicio crítico.

Qué es y cómo opera la guerra híbrida

El concepto de guerra híbrida no es nuevo, pero sí cada vez más relevante. Describe una estrategia que combina herramientas militares y no militares: sabotaje, ciberataques, presión energética, manipulación mediática y operaciones psicológicas. Todo ello orquestado para debilitar a un adversario sin entrar en conflicto directo.

Su eficacia reside en operar en la zona gris: sin declaración de guerra, sin atribuciones claras, sin tanques cruzando fronteras. Un territorio donde la manipulación informativa se convierte en la principal arma.

El caso español encaja a la perfección. Aprovechar una crisis climática, amplificar el descontento y atacar la confianza en las instituciones democráticas. Una operación quirúrgica, sin autoría oficial pero con firma reconocible.

Los ataques DDoS, por ejemplo, han evolucionado de simples molestias técnicas a sofisticadas armas estratégicas en este contexto. Como explica RosmarOps en su artículo DDoS en el Contexto de la Guerra de la Información (5GW), «en la Guerra de la Información de Quinta Generación (5GW), estos ataques representan mucho más que una interrupción temporal de servicios; son instrumentos de poder geopolítico utilizados para censurar información crítica, desestabilizar gobiernos legítimos y manipular sutilmente la percepción pública en momentos decisivos«.

El Kremlin y la arquitectura global de la desinformación

Rusia lleva años invirtiendo en la desestabilización informativa como herramienta geopolítica. Desde la anexión de Crimea en 2014 hasta la guerra de Ucrania, pasando por los intentos de interferencia en elecciones de EE.UU., Alemania, Francia o Italia. Su modelo combina:

  • Medios fachada (como RT o Sputnik, y portales como Kombat o Falsa Fachada)
  • Bots y cuentas coordinadas que viralizan contenidos en redes sociales
  • Influencers locales útiles, a veces sin saberlo, que amplifican el mensaje
  • Narrativas adaptadas al contexto: en Cataluña una cosa, en Andalucía otra, en Valencia otra
  • Actores proxy, que difunden el relato sin conexión visible con el Kremlin

El objetivo no es que España abandone la UE o la OTAN mañana. Es erosionar poco a poco la percepción de legitimidad democrática, debilitar el compromiso europeo, aumentar el cinismo político y polarizar el debate público.

Como señala un análisis de RosmarOps en Manipulación informativa y operaciones psicológicas, «vivimos en un mundo hiperconectado donde la información fluye a través de distintas plataformas en tiempo real. Esta interconectividad ha dado lugar a un fenómeno peligroso: la manipulación de narrativas digitales con fines políticos, económicos o ideológicos».

El caso español: un terreno fértil

España reúne varios elementos que la convierten en un blanco atractivo para estas operaciones:

  • Alta polarización política y territorial
  • Saturación informativa con medios de baja calidad y algoritmos polarizantes
  • Bajo nivel de alfabetización mediática
  • Desgaste institucional y falta de confianza en partidos, prensa y justicia

En este contexto, una campaña como la de octubre de 2024 tiene terreno fértil para crecer. Más aún si coincide con un calendario electoral cargado o con crisis económicas, energéticas o climáticas.

El SEO adversarial, por ejemplo, se ha convertido en una herramienta sofisticada para manipular la información que recibimos. Como explica RosmarOps en SEO adversarial: la guerra invisible por el control de la información, estas técnicas utilizan «bots altamente desarrollados para generar tráfico falso que simula el comportamiento humano con una precisión asombrosa». Estos bots «acceden a los sitios web desde múltiples ubicaciones geográficas, utilizan patrones de navegación aleatorios y se ocultan tras proxies para evitar la detección», todo con el objetivo de posicionar narrativas falsas y desplazar información veraz.

El teatro de operaciones es mental, emocional y digital

La guerra de la información no se libra en campos de batalla físicos, sino en nuestras mentes, emociones y pantallas. No ataca infraestructuras, sino percepciones. Y su daño no es visible a corto plazo, pero sí profundo a largo.

Cuando una sociedad deja de confiar en sus fuentes de información, deja de poder tomar decisiones colectivas razonables. El resultado es el caos democrático: nadie se fía de nadie, la verdad se diluye, la mentira se normaliza.

Y entonces el adversario ha ganado. Sin haber disparado una sola bala.

Como señala RosmarOps en su estudio Operaciones de influencia en la era digital, «la convergencia de microtargeting y deepfakes emocionales representa una evolución cualitativa en las operaciones de influencia. Esto no es simplemente una intensificación de tácticas tradicionales, sino una transformación fundamental en cómo la persuasión opera en la era digital».

La revolución de la IA en la guerra informativa

Las nuevas herramientas de inteligencia artificial, como los generadores de texto, imagen o voz (ChatGPT, Midjourney, ElevenLabs…), están cambiando las reglas del juego. Ahora, cualquier actor puede crear noticias falsas verosímiles, vídeos deepfake o audios simulados con facilidad y bajo coste.

Como explora RosmarOps en su análisis Operaciones de influencia en la era de la IA, la inteligencia artificial no solo permite crear más desinformación, sino también hiperpersonalizarla para públicos concretos, en momentos estratégicos.

«La verdadera revolución llega cuando estas capacidades de microtargeting se combinan con tecnologías de síntesis de contenido. Los sistemas de IA generativa actuales pueden crear mensajes persuasivos adaptados a vulnerabilidades psicológicas específicas, sin necesidad de intervención humana», explica el estudio.

Ya no se trata solo de manipular masas. Se trata de manipular a cada individuo con el mensaje exacto que lo active emocionalmente.

Qué se puede hacer: una defensa democrática del siglo XXI

Frente a este tipo de amenazas, no basta con ciberseguridad o con endurecer leyes contra la desinformación. Hace falta una estrategia nacional y europea de resiliencia cognitiva, basada en cinco pilares:

  1. Educación crítica y alfabetización mediática desde la escuela: enseñar a detectar bulos, verificar fuentes, entender cómo operan los algoritmos.
  2. Transparencia institucional y respuesta rápida en crisis: no dejar espacios vacíos que puedan ser ocupados por la desinformación.
  3. Periodismo de calidad y colaboraciones público-privadas para desmontar campañas falsas.
  4. Tecnologías de trazabilidad y detección automática de operaciones de influencia.
  5. Ciudadanía activa, formada y comprometida, que sepa que reenviar un bulo no es un acto inocente, sino una posible colaboración involuntaria con una estrategia hostil.

Como señala RosmarOps en su análisis Deepfakes emocionales: la nueva frontera de la manipulación, «a nivel educativo: fomentar la alfabetización mediática y la resiliencia cognitiva colectiva resulta esencial. Esto implica no solo enseñar a identificar deepfakes, sino también comprender los mecanismos psicológicos de la persuasión y desarrollar defensas críticas».

Aprender del resto del mundo

Otros países ya lo están tomando en serio:

  • Finlandia ha introducido formación en pensamiento crítico en la educación primaria y secundaria.
  • Estonia combina ciberdefensa avanzada con una potente estrategia de comunicación pública.
  • Ucrania se ha convertido, desde 2022, en una referencia global en detección y neutralización de propaganda rusa.

España debería seguir esos pasos, pero adaptados a su contexto. Invertir en defensa no solo es comprar aviones o fragatas. Es también fortalecer la confianza social en la verdad y en las instituciones.

Como explica RosmarOps en Ciberdefensa nacional: protegiendo el espacio digital español, «la ciberdefensa y el entorno digital se han convertido en dominios fundamentales de la seguridad contemporánea. En RosmarOps observamos con atención este frente emergente, donde la inteligencia artificial, la guerra de la información y la soberanía tecnológica se entrelazan».

La defensa empieza por entender el conflicto

Este análisis se conecta con otras publicaciones recientes tanto en qtorb.com como en RosmarOps:

En conjunto, estos análisis permiten entender que ya no basta con tener presencia digital. Hay que tener conciencia digital estratégica. Saber que estamos expuestos. Y saber cómo protegernos.

Qué está en juego?

Lo que está en juego no es solo la reputación de un gobierno, ni siquiera la seguridad nacional entendida en sentido clásico. Lo que se pone en riesgo es la soberanía informativa y la cohesión democrática.

Porque una sociedad que no puede confiar en sus fuentes de información, ni en sus propios consensos, está condenada a la parálisis, la polarización y el desgaste institucional permanente.

Y es justo ahí donde ganan los que nos atacan: cuando dejamos de creer en lo que somos, en lo que compartimos y en nuestra capacidad de construir un futuro común.

Como señala RosmarOps en Resiliencia cognitiva: defendiendo la mente colectiva, «si comprendemos que la información es poder, debemos entender que la desinformación personalizada y emocionalmente manipulativa constituye una forma de poder coercitivo sin precedentes. La capacidad de moldear percepciones, manipular emociones y dirigir comportamientos a escala masiva y personalizada representa un desafío fundamental para la autonomía cognitiva individual y colectiva».

Y tú, ¿de qué lado estás?

Este conflicto no se libra solo entre gobiernos o potencias. Se libra en nuestros móviles, en los memes que compartimos, en los vídeos que damos por ciertos, en los bulos que no verificamos.

No somos espectadores pasivos. Somos agentes activos de defensa o de complicidad, según nuestras acciones cotidianas.

No se trata de caer en la paranoia. Se trata de abrir los ojos. Porque la guerra silenciosa ya no es un escenario posible. Es una realidad operativa.

Y nuestra mejor defensa es saberlo.