El precio de la paz es una nueva biografía de John Maynard Keynes de Zachary D. Carter que ofrece una guía interesante para nuestro momento actual. Es un libro un tanto singular, porque comienza con una historia de amor y termina con una elegante explicación de un swap de incumplimiento crediticio; incluso los lectores sin experiencia en altas finanzas aprenderán a apreciar el drama de ambos.

Para contextualizar, el relato histórico empieza con la 1ª Guerra Mundial. Inicio de un proceso de enormes convulsiones políticas y económicas que acabó arrasando con el orden global establecido tas las guerras napoleónicas y que había servido como base a uno de los mayores periodos de progreso económico y social de la historia mundial.

Este mundo se rompió por muchos puntos, siendo uno de los más importantes la moneda y la pérdida de solvencia en los principios que habían regido la economía mundial hasta entonces. Por tanto, para entender el desorden de la economía actual, hay que comprender el intenso periodo que va desde la conferencia de Paris de 1919 hasta Bretton Woods en 1944.

En El precio de la paz, el periodista Zachary Carter cubre este intenso periodo siguiendo la trayectoria humana, política e intelectual de John Maynard Keynes, uno de los grandes protagonistas de estos años y figura siempre interesante de aproximar. En su libro, se enfatiza la dimensión histórica, política y psicológica del personaje, también introduce de manera sencilla la teoría económica y monetaria.

En El precio de la paz, el autor desafía la narrativa biográfica tradicional con una consideración reveladora e inquisitiva de cómo el keynesianismo, el legado intelectual del economista, ha dado forma al mundo desde su muerte en 1946. En su libro, Carter argumenta en este mundo tenso que no hay ningún intelectual del siglo XX cuyas ideas y visión sean más relevantes que John Maynard Keynes.

El libro empieza en la primavera de 1922 ubicando a Keynes en un punto de inflexión de la mediana edad con los «Bloomsberries«, como Virginia Woolf apodó a su grupo de intelectuales londinenses. Era una “maraña de paradojas”, como escribe Carter. Un hombre entusiastamente gay, se enamoró apasionadamente y se casó con una bailarina rusa. Leal al Imperio Británico, pero ferozmente antiimperialista, un pacifista que apoyó dos guerras mundiales, un economista que desafió la economía. Keynes detalló su teoría económica en La teoría general del empleo, el interés y el dinero publicado en 1936. Sobre la base de esa gran obra, Carter sintetizó los ensayos, las cartas y otros escritos de Keynes sobre economía, así como sobre política, arte, guerra y cultura, para explicar sus teorías sobre el bienestar público, los mercados financieros y el apoyo a la economía. La recuperación financiada con déficit de Franklin Delano Roosevelt durante el New Deal.

En el libro, que también es una historia del keynesianismo, el autor se extiende desde Europa hasta Estados Unidos, desde la Primera Guerra Mundial hasta la recesión de 2008 y los años de Obama, capturando la promesa de la teoría, así como el peligro de su abuso. 

Carter reconoce que lo que ahora puede considerarse keynesiano se ha distorsionado con el tiempo y comparte poco con las ideas morales y políticas tan apreciadas por Keynes. Una vez sinónimo de internacionalismo liberal, el keynesianismo en su forma actual no puede “proteger a las democracias de los cantos de sirena de los demagogos autoritarios y difundir la paz y la prosperidad en todo el mundo”.

El texto ofrece una amplia panorámica de los acontecimientos primera mitad del siglo XX: Conferencia Paris de 1919, de donde saldrá el panfleto político de Keynes más agudo Las consecuencias económicas de la paz, la hiperinflación alemana, la conferencia de Génova de 1922, el error garrafal de Churchill a la hora de fijar la paridad de la libra con el oro en 1925, el gran crac de octubre de 1929 y la consiguiente Gran Depresión, la segunda guerra mundial, y finalmente, la conferencia de Bretton Woods de 1944, tras la cual Keynes , ya con una salud muy debilitada, fallecería poco después.

Keynes fue el economista más influyente del panorama global durante una época. Esa influencia ha llegado a nuestros días hasta el punto de que de forma célebre Nixon dejó caer aquello de que “hoy todos somos keynesianos”. Pese a que más de un economista ha señalado como de vivir hoy, Keynes no sería keynesiano, lo cierto es que la espiral de deuda e inflación monetaria que caracterizan nuestras economías modernas hunden sus raíces en malas ideas económicas que Keynes ayudó a formular y popularizar.

Del libro sobresale la trama y su habilidad narrativa, que incluye una muy buena aproximación a la complejísima psicológica del personaje, siendo la parte económica y monetaria la parte más criticada por economistas expertos actuales.

Las reflexiones de Keynes contiene intuiciones de gran interés. Tuvo una gran visión del orden económico pero al mismo tiempo fue consciente de que los modelos matemáticos podían explicar poco el funcionamiento de los mercados dominados por los animal spirits.

No profundiza acerca de las claves que explican el fracaso final de la economía keynesiana tanto en su versión original, como sus derivados. Keynes nunca entendió el funcionamiento espontáneo del orden extenso del mercado, ni tampoco cómo surgen y evolucionan las instituciones, lo que le llevó a tener una idea muy poco sofisticada, entre otras cosas, del dinero que asociaba a un “invento del Estado”.

El otro apartado donde flojea el libro es cuando se explica el debate intelectual Keynes-Hayek. No es del todo acertado porque se contextualiza mal la relación personal entre ambos personajes (ver Keynes vs Hayek: El choque que definió la economía moderna). Ludwing von Mises es prácticamente menospreciado como una especie de ariete de la “derecha” política, cuando su pensamiento fue mucho más profundo y con una capacidad de anticipar que Keynes nunca tuvo.

Estos detalles hacen que en determinados momentos en libro se entregue a una excesiva superficialidad al servicio del relato principal. Al final, el mejor resumen sobre el pensamiento de Keynes lo dio el propio Hayek, en una entrevista cuando señaló que el economista de Cambridge fue una persona brillante que simplemente sabía más bien poco de economía. Tal como reconoce el autor, el keynesianismo en su forma más pura, “no es tanto una escuela de pensamiento económico como un espíritu de optimismo radical”.

Friedrich Hayek ya subrayó que el principal problema de su célebre teoría general es que justamente era una teoría muy particular a un momento y condiciones específicas. Quizás ese sea el problema de los economistas y sus modelos.

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