Hace cuatro meses tuve un episodio de salud que me dio una sacudida vital muy importante. Durante unos días me sentí al borde del principio. Cuando el diagnóstico estuvo claro, y sobre todo cuando el tratamiento empezó a funcionar, me sentí renacer.

El tratamiento duró un mes y aunque clínicamente era compatible con hacer “algo de deporte” esto difícilmente encajaba con un plan de entreno mínimamente exigente. Tuve que renunciar a mi participación en Emmona (vamos 2 a 0). No dejé de hacer deporte, pero entre salir a correr algunos días y entrenar, hay una diferencia.

La perspectiva de un verano por delante y sin ninguna carrera prevista, me agobiaba. Por eso a finales de julio convencí a Toni Martí para apuntarnos a la RialpMatxicots Extrem (82 km y 6.000 metros de desnivel positivo), la única que encajaba por calendario y con inscripciones abiertas. Ahora ya tenía la excusa para volver a los entrenos.

Lo primero fue transformar las semanas de vacaciones en un entreno intensivo. No entrené más, porque todos tenemos un límite de asimilación. Mi hija me animaba a pegarme palizas entrenando porque sabía que las excursiones familiares serían más suaves. No hace falta decir que los días libres sin excursión eran mis días de tirada larga. Anna, mi esposa, que ya he conseguido apartarla del asfalto y pasarla al trail, ya es mi aliada en casa.

La pre-temporada en la Val d’Aran funcionó a la perfección pero con el fin de las vacaciones, quedaba el temor de bajar el ritmo de entrenos. Collserola no es la Val d’Aran, más calor, hacer compatibles los horarios, etc. A pesar de todo, todo transcurría según lo previsto hasta que por diferentes circunstancias se me abrió la posibilidad (muy deseada) de participar, por tercera vez consecutiva, en la Ultra Cavalls del Vent. Esta vez en su formato de 100 km y 6600metros de desnivel positivo. Un único “problema”,  RialpMatxicots Extrem se celebra el fin de semana anterior a la Cavalls. No parecía ni realista, ni sensato, dos ultra trails en dos fines de semana consecutivos.

En un primer momento pensé que Toni renunciaría a viajar a Rialp, pero sus problemas físicos no fueron suficientes para hacerle desistir. Su clásico “he entrenado poco” ya hace tiempo que no me lo creo…

El 12 de diciembre asistía a una cena de amigos preparatoria de Cavalls del Vent. Entre participantes y supporters, una veintena larga. Logística, horarios de paso, revisión de equipo, último intercambio de consejos, mucha terapia colectiva que entre veteranos de cuarenta –cincuenta, impresiona. A medianoche, cuando nos despedíamos, no tenía nada claro que estuviera en la línea de salida de Bagà.

Al día siguiente al mediodía, carretera rumbo a Rialp con Toni. Primero a recoger el dorsal, cerveza y sin paciencia para el briefing nos fuimos a cenar al Albergue Les Estades donde estábamos alojados. A las diez de la noche ya tratábamos de conciliar el  sueño. Fue imposible. Apenas dormimos un par de horas. A las 3:30 sonó el despertador. Desayuno a las 4:00, control de material a las 4:45 y salida de la carrera a las 5:30.

La RialpMatxicots es una carrera tan dura como preciosa. El primer sector, después de haber subido y bajado al Montsant de Pallars y al Motorroio, es espectacular y recomendable para todo corredor de montaña con ganas de algo potente. Después de algún que otro despiste que nos costó algún kilómetro y metros de desnivel extra, se impuso el sentido común. Yo no me atreví, Toni sí. “Que te parece si lo dejamos aquí y en lugar de hacer una ultra, nos llevamos una maratón”.  Después de 10 horas por el monte, 44,5km y 6200 de desnivel teníamos bastante. A pesar de una excelente organización  y unos avituallamientos de cinco estrellas, estaba decidido, ducha y tres horas largas de carretera de regreso. Cenamos en casa.

Al día siguiente fuerte dolor muscular. Empezaba a atormentarme la idea de no ser capaz de recuperarme y no estar en la salida de la Cavalls del Vent. No tuve tiempo de trotar ni un solo día, solo tiempo para un masaje de urgencia, elíptica para soltar musculatura y visita de urgencia a la podóloga. Me daba igual, me la jugaba, saldría y si tenía que abandonar en el km5 abandonaría. Para completar la apuesta, y ante las exigencias de material de la organización, decidí salir con mochila nueva sin haberla probado anteriormente.

Seis días después,  concentración en Sant Cugat de un convoy de “ultreros”, rumbo Cavalls del Vent. A las cinco y poco de la tarde ya teníamos el dorsal. Apartamento de alquiler a escasos metros de la línea de salida. A las 19:15 estábamos cenando, cada uno con su tupper de pasta. Imagen para enmarcar. A las 20h en el briefing de la carrera. Una cerveza y a las 22h en la cama, mejor dicho en el colchón instalado en la cocina del apartamento. A las 4:00 me despierto con el ruido de la nevera (sabía que hacían ruido pero no tanto). A las 5h la cafetera que traje de casa estaba en el fuego. Poco después todos despiertos y desayunados. A las 6 el “piso franco” ya era un campo de batalla. Recibimos la visita de los otros corredores y supporters de Sant Cugat. Nervios. Me cuesta ponerme los compeed y dentro de unas horas maldeciré estos instantes.

Todos hacia línea de salida. Ambientazo en Bagà. Nos colocamos en el cajón de salida, es decir de los últimos. El speaker sigue a lo suyo. Hacemos ver que nos movemos y calentamos (tenemos más de veinte horas por delante), pero solo son nervios. Miradas emocionadas. Suena “El último mohicano”. Piel de gallina, quedan pocos segundos para empezar. Se ven algunas lágrimas de pura emoción.

La salida por las calles de Bagà provoca un subidón de adrenalina. Los primeros 14 kms y 1.800metros hasta el Niu de l’Aliga son un buen contrapunto. Me prometí no repetir la experiencia del año pasado corriendo horas y horas en soledad. Maldición, unos han empezado acelerados después de un pequeño contratiempo con el material y otros han salido en modo ultra-tranquilo. Voy a mi ritmo, es decir, solo.

En el avituallamiento, el Rebost, miro a ver si encuentro a los míos. Nadie, no paro. Subo tranquilo, pero con ritmo. En el Niu me reencuentro con los que empezaron un poco acelerados. Afortunadamente, iremos juntos hasta completar todo el recorrido.

Es la primera ultra en la que participo en las que en casi cada avituallamiento tenemos amigos animando. En general, diría que además de distancia, desnivel y nº de participantes, en la Cavalls hay cada vez más público animando. No todos deben ser familiares o amigos de participantes…

Salvo un exceso de calor al mediodía, la carrera fue transcurriendo según lo previsto. Llegamos a Prat d’Aguiló con la última luz del día. Ahí la carrera cambia, de hecho “empieza” la carrera. Superado el Pas dels Gosolans la carrera ya está controlada. La llegada a Estasen en el km 70 no estás para muchas bromas. Reponer fuerzas y máxima concentración en la resbaladiza bajada a Gresolet. Una tramo de transición hasta St.Martí, pit stop y a enfilar la subida al refugio de  St.Jordi. Tramo mítico el de los Empedrats en el que sufrí increíblemente en mi primera Cavalls. Me juré a mi mismo volver para subirlo con dignidad. Creo que lo conseguí, Eugeni fue testigo de ello.

Tan satisfecho estaba de mi subida, esperando al resto de compañeros, que olvidé -lamentable pero cierto- cambiar las pilas de mi frontal. Sufrí hasta llegar al tramo de asfalto y si lo hice sin más consecuencias fue gracias a Eugeni y Mauri que a ratos, me iluminaron -literalmente- el camino.

Acabamos la ultra Cavalls del Vent, entre risas y corriendo. Dudábamos si seríamos sub24 ó no. Afortunadamente David, además de marcar el ritmo durante toda la carrera, nos provocó lo suficiente para intentarlo.

Según mi Suunto Ambit, fueron 101,8km y 5.768 metros de desnivel positivo. Interesante las discrepancias de los GPS. Con el tiempo oficial no hay discusión, 23horas y 58 minutos parecen muchos pero me pasaron rápidos. Sin duda la intensidad de la experiencia y el objetivo grupal hicieron de ésta, otra edición imborrable de la Ultra Cavalls del Vent. La primera en la que Anna y muchos amigos aplauden  en la línea de llegada. La alegría cuando es compartida se multiplica.

Más tarde llegó el segundo grupo de Sant Cugat, todos ultreros principiantes (Carlos, Jordi, Pere, Cris, Xavi, Jaume). Creo que me emocioné tanto o más que cuando crucé la meta unas horas antes. Lágrimas de emoción. No todos los días se acaba una carrera de estas. Nadie te regala nada, te lo ganas a pulso.

Dos fines de semana y dos carreras.  Dos experiencias intensas y compartidas ¿Qué más se puede pedir?

 

PD. La foto que ilustra este post aparecen Jordi y Pere, dos de los ultreros principiantes. El autor es Pere Tordera del Diari Ara, en el reportaje “Els herois anònims oblidats” (Los héroes anónimos olvidados).

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