He leído los libros anteriores de Mariana Mazzucato y me han parecido más sólidos (El estado emprendedor y El valor de las cosas). Este nuevo libro, ‘Misión Economía’ vuelve a desarrollar su principal argumento de que el sector público debe liderar el camino en las economías modernas. A Misión Economía tengo que agradecerle la inspiración inicial y el interés hacia la New Space Economy.

Según Mazzucato, el papel de la innovación financiada con fondos públicos y la investigación y el desarrollo de propiedad pública ha sido deliberadamente minimizado por la teoría económica convencional. Sin embargo, ha sido una investigación financiada con fondos públicos la que ha permitido el rápido desarrollo de vacunas para la pandemia del COVID y han sido los servicios de salud públicos los que han brindado la mejor respuesta para reducir las muertes causadas por la pandemia.

Mazzucato es inflexible contra el capitalismo contemporáneo. Comienza diagnosticando nuestra forma disfuncional de capitalismo contemporáneo, alimentado y alimentando la crisis climática. Ella identifica cuatro impulsores de esta disfunción:

  1. el cortoplacismo del sector financiero,
  2. la financiarización de los negocios y el valor,
  3. la dependencia de los combustibles fósiles y
  4. los gobiernos lentos o ausentes. 

En el libro expone argumentos contradictorios. Por un lado, afirma que las maravillas capitalistas como Silicon Valley son de hecho “un resultado de. . . inversiones de alto riesgo por parte del Estado, dispuesto a asumir riesgos en las primeras etapas de desarrollo de tecnologías de alto riesgo que el sector privado generalmente evita [de]”. El sector privado está “plagado de una combinación peligrosa de baja inversión, administración a corto plazo y altas recompensas para los accionistas y jefes de empresas”, escribe, aunque se le escapa que los líderes corporativos y los accionistas a menudo están en conflicto. Si el capitalismo es incapaz de generar un progreso significativo, entonces deberíamos estar agradecidos a los gobiernos por rescatar la innovación de los innovadores.

Por otro lado, Mazzucato argumenta que los mercados de hoy están libres y sin control, retratando a la sociedad moderna como si estuviera acosada por los excesos, ¿cómo puede ser esto así, dada la supuesta sabiduría de los gobiernos? ¿Cómo es posible que un gobierno no haya tenido la previsión de regular adecuadamente el mercado?

La autora no es capaz de explicar cómo los diferentes gobiernos se han apuntado a la moda de tirar de la máquina de generar deuda, demostrando su incapacidad de gestionar administraciones cada vez más pesadas y costosas. O sea, más ineficaces e ineficientes.

A Mazzucato, como no deben salirle las cuentas, tira de narrativa. De hecho, atribuye un inmenso poder al lenguaje. Su ambición de reestructurar el capitalismo contemporáneo consiste en «una nueva narrativa y un nuevo vocabulario para nuestra economía política, utilizando la idea del propósito público para guiar la política y la actividad empresarial«. La creación de valor “no debería consistir solo en la redistribución (ex post), sino también en la distribución previa ex ante. Que es necesario para “crear un crecimiento más equilibrado y resistente”. Del mismo modo, debemos preguntarnos «qué tipo de mercados queremos, en lugar de qué problema en el mercado debe solucionarse«. 

Para Mazzucato, el principal problema es cómo hablamos del gobierno: si lo consideramos inepto, entonces será inepto; si lo elogiamos como innovador y emprendedor, entonces así será. Los conflictos de intereses, la dinámica conocida y largamente estudiada de las burocracias, los desafíos de la juridificación y la sobre legislación en las economías modernas: estos problemas, en su opinión, palidecen en comparación con nuestra desconfianza en los que son del gobierno. y aquí para ayudar.

En cualquier caso, el libro tiene un interés especial para mí, porque usa como piedra angular de su argumento el estudio de caso del que el libro toma su nombre: la misión Apolo para llevar a un hombre a la luna. Desde su inicio en 1962, el presidente Kennedy fue explícito en que esta misión sería difícil, costaría mucho dinero, que las cosas saldrían mal, pero que sus beneficiosos efectos secundarios para la sociedad valdrían la pena. La misión tenía un propósito e inspiró a una generación. 

La innovación se produjo en la informática, las comunicaciones y la electrónica, lo que provocó la revolución de la tecnología de la información, mientras que las innovaciones en los textiles y la nutrición todavía están con nosotros hoy. 

La autora identifica seis lecciones clave para abordar problemas complejos de Apolo, desarrollándolas en principios para una nueva economía política:

  • visión y un fuerte sentido de propósito,
  • toma de riesgos e innovación,
  • dinamismo organizacional,
  • colaboración intersectorial, 
  • presupuestos basados ​​en resultados y horizontes a largo plazo,
  • asociaciones dinámicas público-privadas. 

La razón para en el proyecto Apolo es porque, quizás, es una de las no muy numerosas demostraciones de un rol dinámico, visionario e innovador para el sector público, en contraste con las percepciones comunes de incompetencia y debilidad. 

El planteamiento de Mazzucato podría ser audaz pero no pasa de un planteamiento absolutamente teórico que peca de ingenuidad. Hay demasiadas preguntas sin respuesta: desde la propia naturaleza de la inversión pública (con fines de lucro), hasta la visión común entre las empresas y los gobiernos, ¿o cómo evitar el desempleo tecnológico cuando las bigtech aplican robots e IA para reemplazar el trabajo humano? Todo ello sin entrar en la valoración si el grado de preparación y motivación de una gran parte de los empleados públicos, serviría para esta “misión”.

El capitalismo de hoy no es perfecto, pero el programa de reforma de Mazzucato es ingenuo. Si el propósito de la economía fuera solo resolver grandes problemas, sus planes de construcción podrían funcionar. Pero ningún plan puede ser más eficaz que los mercados para asignar recursos de manera eficiente a la gente común. Mazzucato ve que la economía de mercado produce carreras estelares, ganancias y participaciones asombrosas, pero de alguna manera pasa por alto cómo estas riquezas requieren clientes satisfechos. 

El pensamiento mágico de Mazzucato se puede resumir en: “La economía de misiones ofrece un camino para rejuvenecer el estado y así reparar el capitalismo, en lugar de acabar con él”. Lo dicho, una misión imposible.

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