En octubre de 2014, Peter Thiel, cofundador de PayPal y Palantir (Palantir, la empresa más polémica del mundo) y uno de los primeros inversores en Facebook, ofrecía una charla en Standford University sobre la competencia. El debate de una hora de duración de Thiel sobre la estrategia empresarial y la teoría de los monopolios ofrecía poderosas ideas y orientación para fundar empresas “rentables y duraderas”.

En 2016, Alex Moazed y Nicholas L. Johnson, con Modern Monopolies: What It Takes to Dominate the 21st Century Economy’ ya planteaban como las big tech estaban expandiendo su influencia del mundo digital a toda la economia. En 2019 Thomas Philippon publicaba ‘The Great Reversal: How America Gave Up on Free Marketsy ya sostenía que muchos problemas clave de la economía estadounidense no se deben a los errores del capitalismo o las inevitabilidades de la globalización, sino a la concentración del poder corporativo. Al presionar contra la competencia, las empresas más grandes aumentan las ganancias mientras deprimen los salarios y limitan las oportunidades de inversión, innovación y crecimiento. Al final Philippon, llegó a su sorprendente conclusión: los mercados estadounidenses, que alguna vez fueron un modelo para el mundo, están renunciando a una competencia sana. Sector tras sector económico está más concentrado que hace veinte años, dominado por un número menor y mayor de actores que presionan agresivamente a los políticos para proteger y expandir sus márgenes de ganancia.

En 2019, Jonathan Tepper y Denisse Hearn publicaron el The Myth of Capitalism and the Death of Competition’ (El Mito del Capitalismo en 2020) en el que explica claramente la relación entre el falso capitalismo como la causa del aumento de la desigualdad. Sally Hubbard, con ‘Monopolies Suck’, añade a lo dicho un manifiesto urgente e ingenioso, en el que explica con lucidez cómo los monopolios amenazan la democracia y empeoran la desigualdad. Por último, ‘The Curse of Bigness: How Corporate Giants Came to Rule the World’ de Tim Wu, ofrece un panorama sobrio y convincente de cómo hemos llegado aquí, advirtiendo de alarmantes consecuencias al establecer paralelismos con la Edad Dorada de los fideicomisos tipo Rockefeller de finales del siglo XIX. Los fracasos de la política global concentraron entonces el poder económico y allanaron el camino para las dictaduras posteriores.

Por tanto, no parece descabellado afirmar que Thiel es la antítesis de la democracia, la igualdad … y del mismo capitalismo. Veamos qué propone:

¿Thiel como antítesis de democracia, igualdad … y capitalismo?

Afirma que, en lugar de buscar ganar a través de la competencia, los fundadores de nuevas empresas deben aprender a construir monopolios.

La cultura estadounidense admira a los competidores y ensalza la competencia, pero esta no sirve a las empresas, sino que agota sus recursos. Como ejemplo, los ferrocarriles que ayudaron a construir Estados Unidos crearon un enorme valor, pero la mayoría de ellos fracasaron como resultado de la excesiva competencia. Los monopolios generan más estabilidad y más capital que la competencia. El monopolio basado en la innovación creativa refleja el valor de la creación. La industria tecnológica estadounidense ha logrado un enorme éxito financiero porque ha producido muchos negocios monopólicos que han generado enormes cantidades de dinero.

Una atracción psicológica lleva a la gente a querer participar en la competencia: si muchas personas están haciendo algo, ello parece validar su sentido de realización. Y la gente puede tratar de ganar la competencia por sí misma y perder de vista si el esfuerzo tiene algún valor real. Las personas deberían trabajar para superar su compulsión a imitar y, en su lugar, crear algo nuevo y único.

Thiel afirma que el valor empresarial surge de producir un valor que beneficia a la sociedad y captarlo.

El tamaño del mercado de una empresa constituye su valor junto con la cuota de mercado de la misma. Los emprendedores deben recordar que el tamaño y la cuota de mercado son variables independientes: puedes tener una cuota muy pequeña de un mercado muy grande. Si tienes un mercado de tamaño moderado, pero posees la mayor parte de ese mercado, tu empresa podría crecer mucho. Por ejemplo, en 2012 el sector de las aerolíneas obtuvo 195.000 millones de dólares en ingresos nacionales, pero si se observan las décadas de grandes ingresos, así como las quiebras, el sector ha acumulado prácticamente cero beneficios. Google, en cambio, ganó algo más de 50.000 millones de dólares en 2012 y disfrutó de una capitalización de mercado alrededor de cuatro veces superior a la de la industria aérea.

Un mensaje de importancia crítica para los emprendedores: el último en llegar a una categoría puede mantener un monopolio a lo largo del tiempo, y la mayor parte del valor de un monopolio se desarrolla durante largos periodos de tiempo. La capacidad de una empresa para mantener el liderazgo durante una década o más determinará su valor.

Otras de las ideas de Thiel es que todas las empresas entran en una de dos categorías: competidores perfectos o monopolios. Sin embargo, muchas empresas de ambos extremos mienten sobre su posición. Los monopolios dicen no serlo para evitar la regulación y las empresas competitivas dicen serlo para diferenciarse o atraer inversiones. Estas tergiversaciones hacen que las empresas parezcan mucho más similares de lo que son.

Los monopolios pretenden operar en la unión de mercados dispares. Google, por ejemplo, ya no se describe a sí misma como una empresa de motores de búsqueda, aunque domine ese mercado. En su lugar, se describe como una empresa de publicidad o una empresa tecnológica. Las empresas competitivas pretenden ser únicas, centrándose en los nichos que crean los mercados que se entrecruzan: por ejemplo, “el único restaurante de comida británica de Palo Alto”.

En los últimos 250 años, solo dos tipos de empresas se han beneficiado de la creación de nuevos productos:

  1. Monopolios complejos integrados verticalmente, como Standard Oil y Ford durante la revolución industrial o Tesla y SpaceX en la actualidad.
  2. Empresas de software que se benefician de inmensas economías de escala, bajos costos marginales y una rápida adopción.

Las empresas de monopolio fiable generalmente poseen tecnología propia, disfrutan de efectos de red y economías de escala, y se benefician de la marca.

Las empresas tecnológicas monopólicas tienen tecnología propia que de alguna manera mejora el statu quo, idealmente, en un orden de magnitud. PayPal, por ejemplo, permitió a la gente liquidar los pagos 10 veces más rápido que los cheques. Los efectos de red pueden beneficiar a un monopolio a lo largo del tiempo, pero iniciarlos puede suponer un reto y su valor puede ser difícil de calibrar. Las economías de escala, en las que unos costos marginales muy bajos acompañan a unos costos fijos muy elevados, suelen caracterizar a las empresas monopólicas. La marca también puede producir un valor real.

Google, por ejemplo, cuenta con una importante tecnología propia en forma de su algoritmo de clasificación de páginas (aunque tras haber dado a la empresa una ventaja inicial, se está debilitando). Tiene efectos de red en su sistema publicitario, tiene economías de escala en el almacenamiento de sitios y ha desarrollado una marca fuerte.

Otra de las pautas que expone Thiel es que, para crear un monopolio, es recomendable empezar por dominar un mercado pequeño y expandirse de forma concentrada.

Los emprendedores deben buscar mercados muy pequeños donde puedan alcanzar una gran cuota de mercado. Después, deben expandirse. Intentar abarcar un gran mercado desde el principio expondrá a la nueva empresa a una competencia excesiva. Las empresas de tecnologías limpias de la década del año 2000 cometieron ese error y entraron en el gigantesco mercado de la energía.

Amazon, eBay, PayPal y Facebook empezaron con mercados pequeños y luego se expandieron. Estas empresas podrían haber seguido siendo pequeñas, operando en mercados que ofrecían muy poco valor, pero al crecer de forma concentrada, se convirtieron en negocios valiosos. A menudo la gente tiene dificultades para ver el valor de las empresas que operan en mercados pequeños, hasta que el potencial se hace evidente.

Las ideas de Thiel son reafirmadas por Tepper y Hearn en su El Mito del Capitalismo, pero con una intención totalmente distinta. En su examen de la economía de principios del siglo XXI, presentan la idea de que, a pesar de todo el enfoque que se le da hoy en día, la desigualdad de ingresos y riqueza es solo un síntoma de lo que aflige al capitalismo, en lugar de una causa fundamental de su malestar. La falta de competencia es el verdadero culpable, que argumentan que el poder económico concentrado sofoca la competencia y aumenta la desigualdad.

Evidentemente, los monopolios no son solo cuestión de EEUU. El estado español tiene una larga historia con los monopolios. Sufrimos un exceso de concentración. La barrera estatal coarta la entrada e impide la entrada de nuevos competidores. En el caso de España se puede afirmar que sus leyes sirven a los monopolios/oligopolios, no a los consumidores ni al libre mercado (las razones dan para otro post).

En los EEUU, donde los oligopolios y los duopolios son más comunes que los monopolios, las empresas controladoras aún pueden ejercer el poder de monopolio. Es evidente, como afirman tanto Tepper y Hearn, como Thiel, que cuanto menor sea el número de empresas, más fácil les resultará pactar algo [dos o más] en perjuicio de terceros para fijar precios.

La concentración de poder de mercado ocurre cuando las empresas eliminan a sus rivales mediante fusiones o adquisiciones. Y, ojo, con menos compradores por su trabajo, los trabajadores encuentran su salario reducido.

La concentración de la industria conduce a aumentos de precios, menos creación de empresas, reducción de la productividad y los salarios, aumento de la desigualdad y ciudades y pueblos pequeños menos robustos.

Conclusión, contradicciones y paradojas

La conclusión es clara: las big tech son monopolios que excluyen a los competidores y dictan las reglas de juego a compradores y vendedores. Cuando compramos un producto o servicio a alguna de estas empresas dominantes, estamos pagando un extra que genera desigualdad. La desigualdad severa es un síntoma de falta de competencia más que de un crecimiento lento.

Más allá de todas las contradicciones que todos tenemos con las big tech, como compradores, consumidores, empresarios, emprendedores o docentes está claro que siempre favorecen lo mismo y a los mismos.

Pero quizás ya va siendo hora de que no nos equivoquemos a la hora de señalar culpables. No dejaría de ser una paradoja que el problema de las crisis (también en España) no sea a causa del liberalismo, sino justo lo contrario. Al final, mejor dejar a un lado a Piketty, y leer a Tepper y Hearn.

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