En tiempos en los que las organizaciones y las marcas tienen infinitos puntos de contacto con todos los stakeholders, el rol de la comunicación no puede ni debe concentrarse exclusivamente en el departamento o área de comunicación. 

Al hacer un tuit, publicar una foto o hacer un ‘me gusta’ a un determinado contenido, cualquier empleado se convierte en cierta medida en portavoz de una organización o marca. Evidentemente, esta acción adquiere más trascendencia cuanto más influyente y relevante es la identidad digital de esa persona. Independientemente de que sea un currito o un alto directivo. 

Muchas organizaciones, probablemente la mayoría, todavía viven bajo una concepción feudal de la comunicación. Monótona, previsible. La comunicación centralizada, basada en el control, es más propia de organizaciones del siglo XX, creyéndose en el centro del universo. Muchas de ellas se mueven con un instinto defensivo, con más por esconder que por mostrar. La antítesis de la frescura, de los matices, de la espontaneidad. Aspectos, estos últimos, que son los que cuentan con mejor acogida entre el público. La autenticidad, transparencia son valores en alza. 

Que los talibanes de la comunicación me digan que esta tarea es solo del departamento de comunicación, es lo mismo cuando algún iluminado todavía cree que las ventas solo son cosa del departamento comercial. Prácticas antiguas de organizaciones arcaicas. 

Es cierto que no todas las empresas, marcas y organizaciones son iguales. Ni tienen la misma trascendencia la información que publican. Pero seamos sinceros ¿hasta cuando podrán ciertas compañías controlar con procedimientos feudales la capacidad de comunicación de sus empleados? Quizás la clave hay que buscarla tratando de convertir, lo que para algunos es visto como una amenaza, en una oportunidad. 

Mi apuesta es clara. Aún a riesgo que la música no siempre suene igual de bien, que se desafine de vez en cuando o que toque rectificar, es infinitamente mejor apostar por una comunicación mucho más orgánica, natural, auténtica y coherente con el sentir de las personas que construyen día a día una marca. 

Un decálogo rápido: 

  1. Convencer al equipo, que las organizaciones, las marcas, son editoras de visibilidad y relevancia. No es táctica, es estrategia
  2. Animar el flujo de la comunicación y la interacción. Enseñar a pescar. Empezar cuanto antes. Learning by doing
  3. Dotar de herramientas, para editar, publicar… y medir.
  4. Compartir cuál es la dirección y por qué (criterio editorial)
  5. Tomar consciencia de la multiplicidad de puntos de contacto y dónde está el terreno a ganar (los puntos earned).
  6. La capacidad de generar contenido es un don y un derecho, no una imposición.
  7. La coherencia con la identidad digital y su conexión. Aquí todos salimos ganando.
  8. Todos generan contenido. Múltiples voces, matices diferentes.
  9. La visibilidad y la relevancia tienen que ver con la contextualización adecuada, la afinidad y la capacidad de empatía.
  10. Se trata de un reto accesible. Desde luego no todos somos iguales, ni tenemos las mismas capacidades… pero escribir un texto de 140 caracteres, coherente, debería estar al alcance de cualquier miembro del equipo.

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