Tenía este post rondando por la cabeza desde que escribí el auge de empresas líquidas y empleados licuados. Al leer De la guerra por el talento a la guerra por el compromiso me ha llegado la inspiración definitiva para escribir sobre talento y compromiso.

En realidad va sobre empleo y empleadores. Término este último que suena ligeramente a obsoleto, a pesar de que hoy evoque una visión un poco menos corrosiva de la situación de los recursos humanos. Discutible o no, es difícil negar que con un paro tan extendido, el contexto no haya cambiado drásticamente. Donde “antes era vital atraer, cuidar y conservar a los empleados valiosos”, hoy “con un paro creciente y abundancia de mano de obra preparada deseando encontrar trabajo o no perderlo”, esa prioridad aparece secundaria.

Con este escenario, el único elemento que resiste inmutable a la escasez de empleo, es el compromiso. “El capital se puede conseguir, la tecnología se puede comprar”, el talento se puede pagar (contratar) en un mercado con abundante oferta, “pero ese compromiso colectivo no es algo que se obtenga de un día para otro”. El compromiso hay que ganárselo con el tiempo. “Sólo quienes han invertido en ello pueden tener una plantilla comprometida y organizada y eso es lo que les da una ventaja competitiva no replicable por los competidores”

Diseñar y facilitar los procesos que permitan alcanzar o mantener dicha ventaja es crucial. Una tarea que debería recaer en el director de RRHH… o en su ausencia, en el director general. La amenaza de las empresas, es invisible y está dentro de casa. Se trata del talento hibernado, “ese que no se mueve, que tampoco está comprometido y que está esperando que el mercado se agilice para cambiar de sitio”.

El compromiso tiene elementos imprescindibles:

  1. Visión y objetivos compartidos: esto es lo que da sentido a todo. Hay que compartirlo, digerirlo, construirlo. Sin esto, lo demás es cartón piedra.
  2. Unas obligaciones: cada parte debería ser consciente de a qué le obliga el compromiso
  3. Tiene que ser honesto: hay compromiso o no lo hay. Es como decir ‘amor’ cuando solo quieres ‘sexo’. Mejor hablar claro
  4. Recíproco: tiene que ser mutuo, entre empleado y empleador
  5. Permanente y robusto: no puede estar expuesto a un mal día del consejero delegado. O a un mal mes en la cifra de ventas.
  6. Nada es eterno: los compromisos son duraderos, pero no eternos. Mejor poner fechas y revisarlas cuando corresponda.
  7. Tangible: el compromiso se demuestra a diario con gestos concretos. Más que decir, es demostrar. No hace falta repetirlo cada día, pero sí demostrarlo.

Cuando estoy llegando al final del post, me pregunto si el compromiso puede ser a “tiempo parcial”. La respuesta no es sencilla. Sinceramente creo que depende de las personas, de su profesionalidad y de lo open mind que sea la empresa. Y por supuesto, de los puntos 1 y 2.

Lo que está claro es que si las personas más esenciales y relevantes de la organización no se sienten bien tratadas, cuando lleguen mejores tiempos recordarán lo que la organización hizo y lo tendrán en cuenta. Y ese momento llegará.

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