Se habla muy a menudo del talento como activo intangible y el motor esencial de la empresa. Es cierto. Por eso, no es casualidad que cuando hablas con posibles inversores, la segunda o tercera pregunta… es acerca del equipo.

El talento, como esencia del capital humano, sitúa a las personas en la columna vertebral de cualquier organización, contribuyendo a que ésta sea más productiva e innovadora. Justamente ahí está el duro envite para las organizaciones pequeñas. Tienen que luchar a brazo partido con los poderosos argumentos de las grandes compañías, para atraer y seducir al mejor talento. O simplemente para retenerlo.

Luego tocará sacarle el máximo rendimiento. Algo vital para las pequeñas empresas, porque un talento productivo representa una de las principales armas para competir.

Hay una pieza fundamental en todo esto, el compromiso. Si esa capacidad innata no está acompañada por el compromiso en el proyecto, será tan efímero como inútil. En realidad, el talento sin compromiso, no sirve de nada.

En el pasado, con entornos más o menos tranquilos se requería compromiso, en circunstancias de incertidumbre, de la nueva normalidad como la actual, todavía más. Hoy se precisan personas comprometidas que aprieten los dientes. Dispuestas a casi todo. No hay opción. Las organizaciones –especialmente las pequeñas- requieren un reset emocional. O aglutinas talento comprometido o estás condenado.

No es difícil llegar a esta conclusión si se trabaja rodeado de gente talentosa. Si no hay compromiso con el proyecto empiezan haciendo de free-lance en sus ratos libres para acabar descansando en el ‘horario laboral’. Por eso a las personas sin compromiso, hay que abrirles la puerta de par en par, para que salgan. Duele ver marchar a ese talento, pero es mejor así.

Porque la falta de compromiso conduce a la apatía. La apatía a la inacción, a la inercia y al conflicto. Excelente vía para el desastre. Por eso sólo hay un camino posible, y sólo las personas que lo entienden prosperarán. Los que no, se quedará atrás y deberán buscar otro sitio donde aparcar.

En el pasado se ‘suponía’ que el compromiso venía de serie. Se recompensaba el éxito, se castigaba el fracaso y se ignoraba la inacción. Hoy las cosas han cambiado. Debemos atraer y seducir al talento, recompensar tanto el éxito y como el fracaso, castigar la inacción y bendecir el compromiso.


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