La publicación de The Spell of the Sensuous: Perception and Language in a More-Than-Human World de David Abram en 1996 marcó un antes y un después en la filosofía ambiental y la ecopsicología. Este libro, que se ha convertido en una referencia ineludible, invita a repensar la relación entre los seres humanos, el lenguaje y la naturaleza en una época marcada por la crisis ecológica y la desconexión tecnológica.

Abram, filósofo y ecologista cultural, propone una revisión radical de los supuestos modernos sobre el conocimiento y la experiencia. Su punto de partida es claro: la percepción sensorial y la participación corporal están en el centro de la existencia humana. Frente a la tendencia contemporánea a vivir en un mundo abstracto y deslocalizado, el autor reivindica la importancia de las interacciones directas y sensoriales, que han sido el ámbito fundamental de la vida humana durante milenios.

Un libro para el presente

En el contexto actual, donde la crisis ambiental y la sensación de alienación frente a la naturaleza son cada vez más evidentes, The Spell of the Sensuous cobra una relevancia renovada. Abram plantea que la raíz de la devastación ecológica contemporánea está en la escisión entre el ser humano y la naturaleza, una separación que se ha reforzado desde la Ilustración y que se expresa en la supremacía de la razón sobre los sentidos y los afectos.

Lejos de limitarse a la denuncia, el libro ofrece una alternativa: transformar la sensibilidad y la percepción para abrir caminos hacia una relación más ética y recíproca con la comunidad más-que-humana. Abram se alinea con corrientes como la ecología profunda, la fenomenología y el animismo filosófico, y sostiene que solo una revolución en nuestra manera de sentir y percibir puede devolvernos a una convivencia más respetuosa y equilibrada con el entorno.

David Abram: The Spell of the Sensuous

Redescubriendo los sentidos

En el corazón de la obra late una afirmación sencilla pero poderosa: la percepción sensorial es el fundamento de la experiencia y el conocimiento. Antes de cualquier teoría o sistema simbólico, el cuerpo y sus sentidos median la relación con el mundo. Abram describe cómo, en culturas tradicionales y a través de prácticas chamánicas, se mantiene una sensibilidad agudizada hacia los mensajes y señales del entorno natural. Esta apertura sensorial representa una forma de inteligencia ecológica profundamente necesaria en la actualidad.

La percepción no es una actividad pasiva. Se trata de un acto de participación activa, donde el ser humano y el entorno se encuentran en una danza recíproca. Los sentidos, afinados por la evolución, permiten captar matices de la vida circundante, estableciendo una comunicación constante con plantas, animales, paisajes y fenómenos naturales. Volver a los sentidos implica recuperar una forma de estar en el mundo más plena, atenta y ética.

Animismo y reciprocidad: una visión más-que-humana

Uno de los conceptos centrales del libro es el animismo, entendido no como una superstición, sino como una forma de percibir el mundo en la que todo está vivo y tiene agencia. En muchas culturas indígenas, el entorno —montañas, ríos, animales, plantas, incluso el clima— se percibe como una comunidad de seres con los que se puede interactuar y dialogar. Esta visión animista no separa al ser humano del resto de la naturaleza, sino que lo integra en una red de relaciones recíprocas.

El animismo, tal como lo presenta Abram, implica una ética de la escucha y la respuesta. El mundo habla, y los humanos pueden escuchar y responder. Esta reciprocidad constituye la base de una ética ecológica profunda: no existen sujetos aislados, sino una comunidad vasta y diversa de seres sintientes. En este marco, la naturaleza deja de ser un mero recurso para convertirse en interlocutora y co-creadora de sentido.

El lenguaje: puente y barrera

El papel del lenguaje en la relación con el entorno ocupa un lugar central en la reflexión de Abram. El lenguaje oral, enraizado en la experiencia sensorial y corporal, mantiene viva la conexión con la tierra. Las historias, los mitos y los rituales de las culturas orales están ligados a lugares y momentos específicos, reforzando la participación activa en el mundo natural. El habla, en estas culturas, no solo describe el mundo, sino que lo convoca y lo mantiene presente.

La invención de la escritura, y especialmente del alfabeto, marca un punto de inflexión. El lenguaje escrito tiende a abstraer la experiencia, alejando a los humanos de la inmediatez sensorial y de la reciprocidad con el entorno. La palabra escrita puede desprenderse de su contexto, circular sin ataduras y contribuir a una visión del mundo más centrada en el ser humano. Abram advierte sobre los riesgos de esta abstracción: cuando el lenguaje se convierte en un sistema cerrado y autorreferencial, se pierde la capacidad de escuchar y responder al mundo vivo.

No obstante, el lenguaje también puede ser un puente hacia la reconexión. La poesía, el relato oral y las narrativas tradicionales evocan la presencia y vitalidad del entorno, invitando a una participación renovada con el mundo más-que-humano. El uso consciente y performativo del lenguaje puede abrir puertas a una experiencia más rica y profunda.

El chamanismo y la mediación sensorial

El libro explora el papel del chamán o “mago” en las culturas tradicionales. Más allá de la imagen de curandero o intermediario con espíritus, el chamán aparece como un especialista en la comunicación sensorial con el entorno. Su “magia” reside en la capacidad de percibir y responder a los mensajes del mundo natural, manteniendo el equilibrio entre la comunidad humana y el resto de la eco-comunidad.

Abram relata experiencias de aprendizaje con chamanes, destacando cómo su sensibilidad se agudizaba en contextos donde la oralidad y la inmersión sensorial eran la norma. En contraste, al regresar a entornos dominados por la escritura y la tecnología, esa sensibilidad tendía a atenuarse. Surge así una pregunta fundamental: ¿qué se ha perdido al abandonar la oralidad y la inmersión sensorial en favor de la abstracción y la virtualidad?

Fenomenología: el cuerpo como mediador

La fenomenología, especialmente en la obra de Maurice Merleau-Ponty, proporciona el marco filosófico para muchas de las ideas de Abram. Este enfoque sostiene que la conciencia y el mundo están entrelazados por la experiencia corporal. No existe un “yo” aislado del entorno, sino una subjetividad que se constituye en el intercambio con lo que la rodea.

La mente humana, desde esta perspectiva, es un producto del campo sensorial de la tierra. Pensamientos, emociones y lenguaje emergen de la interacción con un mundo vivo, no de una esencia separada o trascendente. El cuerpo, en tanto mediador, es el lugar donde se encuentran y entrelazan la subjetividad y el entorno.

Del mito a la abstracción: la historia de la desconexión

Un hilo narrativo fundamental del libro es la historia de cómo Occidente ha transitado de una relación animista y participativa con el mundo a una visión abstracta y distanciada. Abram analiza el desarrollo de la escritura, desde los sistemas pictográficos —como los jeroglíficos egipcios, que aún conservaban un vínculo visual y simbólico con el entorno— hasta el alfabeto griego, que representa únicamente sonidos y rompe los lazos con el mundo sensorial.

Este proceso de abstracción ha permitido grandes logros culturales y científicos, pero también ha contribuido a la indiferencia y explotación con la que se trata al paisaje y sus habitantes. La separación entre mente y cuerpo, entre sujeto y objeto, ha generado una crisis ecológica y existencial. El olvido de la experiencia sensorial y la participación activa con el entorno ha dejado a la humanidad vulnerable a la alienación y la destrucción ambiental.

La ética de la reciprocidad

Frente a este diagnóstico, Abram propone una ética basada en la reciprocidad. Los humanos deben aprender a escuchar y responder al mundo más-que-humano, reconociendo su agencia y valor intrínseco. Esta ética no se limita a normas abstractas, sino que se encarna en prácticas cotidianas de atención, respeto y cuidado.

La reciprocidad implica reconocer que los humanos toman de la naturaleza, pero también deben devolver, agradecer y cuidar. En las culturas tradicionales, esta ética se expresa en rituales, ofrendas y formas de vida que buscan mantener el equilibrio y la armonía con el entorno. La sostenibilidad, en este sentido, no es solo una cuestión técnica, sino un modo de estar en el mundo.

El desafío contemporáneo: recuperar la participación

El libro no propone un retorno nostálgico al pasado, sino una integración creativa entre la racionalidad moderna y la reapertura a la experiencia sensorial y la reciprocidad ecológica. En una época marcada por la crisis climática y la hiperconectividad tecnológica, el llamado es a reconectar con la tierra y sus voces, a reconocer que la humanidad solo puede florecer en comunidad con lo que no es humano.

La transformación comienza por los sentidos, por la apertura al misterio y la belleza del mundo más-que-humano. Esta reapertura no implica renunciar a la ciencia o la tecnología, sino reorientarlas hacia una relación más ética y participativa con el entorno. La educación, la cultura y la vida cotidiana pueden convertirse en espacios para cultivar esta sensibilidad y responsabilidad ecológica.

El lenguaje como práctica performativa

El lenguaje, lejos de ser solo una herramienta de descripción, puede convertirse en una práctica performativa que evoca la presencia y vitalidad del entorno. La poesía, el canto, el relato oral y las formas artísticas pueden abrir puertas a una experiencia más rica y profunda del mundo. El lenguaje puede ser un puente hacia la reconexión, si se utiliza de manera consciente y creativa.

En este sentido, la literatura, el arte y la educación tienen un papel fundamental en la recuperación de la sensibilidad y la reciprocidad ecológica. Las palabras pueden convocar la presencia de lo más-que-humano, invitando a una participación renovada en la comunidad de la vida.

Vigencia y legado

The Spell of the Sensuous se ha convertido en un texto fundamental para quienes buscan comprender y transformar la relación entre los seres humanos y el mundo natural. Su influencia se extiende a la filosofía ambiental, la ecopsicología, la educación y los movimientos ecológicos. El libro ofrece herramientas conceptuales y prácticas para enfrentar los desafíos de la crisis ecológica contemporánea, invitando a una transformación profunda de la percepción, el pensamiento y la acción.

La propuesta de Abram resuena especialmente en contextos donde la desconexión con la naturaleza se ha vuelto una fuente de sufrimiento y alienación. Su llamado a “volver a los sentidos” y a recuperar la reciprocidad con el mundo más-que-humano ofrece una vía para una vida más rica, ética y significativa. La obra invita a cultivar la atención, la escucha y el cuidado, no solo como valores individuales, sino como fundamentos de una nueva cultura ecológica.

“Somos humanos solo en contacto, y en convivencia, con lo que no es humano. Solo en comunidad con lo que es más-que-humano se puede ser verdaderamente humano.” —David Abram