Saving Time de Jenny Odell presenta una provocativa crítica a la obsesión de la sociedad actual con la productividad y la eficiencia.

La principal idea del libro es que la constante demanda de productividad nos roba el tiempo y nos priva de la posibilidad de vivir una vida más significativa y equilibrada. Odell argumenta que debemos reevaluar nuestra relación con el tiempo y priorizar las actividades que nos traen placer, creatividad y significado.

El libro ofrece una reflexión sobre la cultura del trabajo, la tecnología y la construcción social del tiempo, y plantea la idea de que el tiempo puede usarse de manera más inteligente y responsable.

Odell también presenta prácticas para reivindicar el tiempo perdido y vivir una vida más equilibrada, incluyendo la desconectar de las redes sociales, la práctica de la contemplación, y la búsqueda de actividades que nos traen placer y significado.

Saving Time es un libro especialmente relevante en la actualidad porque ofrece una alternativa al ritmo frenético de la vida moderna y a la cultura de la productividad.

En una época donde la tecnología nos inunda de información y nos exige estar siempre conectados, el libro de Odell ofrece una invitación a replantear nuestra relación con el tiempo y a ser más conscientes de cómo lo usamos.

Además, en un mundo donde la incertidumbre y la ansiedad se han vuelto la norma, el libro ofrece herramientas para gestionar mejor el estrés y promover la salud mental.

Finalmente, Saving Time es importante porque ofrece una visión alternativa de cómo podemos vivir nuestras vidas, una que no se centra exclusivamente en la productividad y el trabajo, sino que incluye la creatividad, la contemplación, y el disfrute de las cosas simples.

Qué creencias o teorías desafía «Saving Time» de Jenny Odell?

Desafía varias creencias comunes acerca del tiempo y la productividad, incluyendo:

  1. La creencia de que la productividad es siempre positiva: Argumenta que la obsesión por la productividad puede ser contraproducente y robarnos el tiempo para otras actividades valiosas.
  2. La creencia de que el tiempo es un recurso escaso: Sugiere que el tiempo es un constructo social, y que podemos elegir cómo usarlo de manera más sabia.
  3. La creencia de que la tecnología nos ayuda a ser más productivos: Critica la idea de que la tecnología nos ayuda a gestionar mejor el tiempo, y argumenta que a menudo nos distrae y nos priva del tiempo para la reflexión y la creatividad.
  4. La creencia de que el trabajo es el centro de la vida: Propone una visión de la vida más equilibrada, donde el trabajo es solo una parte de lo que nos hace sentir completos.
  5. La creencia de que el tiempo es una mercancía: El libro critica la idea de que el tiempo se puede comprar y vender, y propone una visión más humana del tiempo como algo precioso y limitado que debe usarse sabiamente.

Principales ideas de «Saving Time» de Jenny Odell?

  • ¿Cómo se creó el concepto de mantener el tiempo?
  • ¿Cuánto vale nuestro tiempo?
  • ¿El tiempo se distribuye equitativamente?
  • ¿Cómo ha cambiado nuestra visión del tiempo?
  • ¿Cómo podemos darnos más tiempo?

¿Cómo se creó el concepto de mantener el tiempo?

No es una pequeña ironía que los relojes sean el símbolo moderno del tiempo porque, durante la mayor parte de la historia, no hubo necesidad de medir el tiempo con ellos. Si bien las civilizaciones antiguas tenían dispositivos para detectar la hora del día, como relojes de sol y clepsidras, no tenían ninguna razón para separarla en partes numéricas.

De hecho, el proceso de dividir el tiempo en unidades lineales no comenzó hasta el siglo VI, cuando el desarrollo de las horas canónicas cristianas especificó los ocho momentos del día en que los monjes debían rezar.

Cinco siglos después, los monjes cistercienses intensificaron esta práctica utilizando campanarios en todos sus monasterios. Esta nueva tecnología pronto se popularizaría y se convertiría en relojes públicos y privados, extendiéndose rápidamente a medida que las ciudades europeas se convirtieron en centros de poder y comercio.

Si bien todavía se utilizaban principalmente para la coordinación, estos relojes de torre mecánicos ayudaban a realizar el comercio y señalaban el final de un día de trabajo. A diferencia de los campanarios de los monasterios, los nuevos relojes podían marcar las horas como iguales y contables.

La historia del tiempo también está profundamente entrelazada con el colonialismo y las luchas por el poder. No es coincidencia que los cronómetros marinos se inventaran en la Gran Bretaña del siglo XVIII, justo cuando la potencia colonial ascendía a dominio internacional.

A partir de la década de 1850, los “relojes maestros” de Greenwich, Inglaterra, comenzaron a enviar la hora media de Greenwich (GMT) a los “relojes esclavos” del resto del país mediante impulsos eléctricos, lo que permitía que todos los trenes circularan con el mismo horario.

Mientras tanto, los sistemas ferroviarios de Estados Unidos y Canadá inicialmente no tenían zonas horarias estandarizadas, lo que hacía casi imposible coordinarlas. Mientras ayudaba a diseñar la red ferroviaria canadiense, el ingeniero Sandford Fleming desarrolló la idea de un «Día Cósmico». 

Según su estrategia, todos los habitantes del planeta utilizarían una de las 24 zonas horarias, que reflejan el reloj de 24 horas, o lo que ahora llamamos “hora militar”. En 1884, en la Conferencia Internacional de Meridianos, se reconocieron oficialmente estos 24 husos horarios, siendo Greenwich el meridiano principal: el punto a partir del cual se mediría el tiempo en todo el mundo.

¿Cuánto vale nuestro tiempo?

En 1998, el Instituto Nacional Italiano de Física Nuclear tomó la controvertida decisión de exigir a sus investigadores que registraran su entrada y salida durante su jornada laboral. Los físicos que trabajaban en la instalación se indignaron y afirmaron que la decisión era innecesariamente burocrática y entraba en conflicto con la forma en que realmente se llevaba a cabo la investigación.

Esta decisión causaría revuelo no sólo dentro de la comunidad científica, sino en todo el mundo. En el centro de la controversia estaba la cuestión de a qué tienen derecho los empleadores cuando pagan a sus empleados, o el concepto de “tiempo como dinero”. En otras palabras, ¿cuánto vale realmente nuestro tiempo?

En el cine, una de las mejores representaciones de esta idea proviene de la película Tiempos modernos de Charlie Chaplin de 1936 . En una de las primeras escenas, el personaje de Chaplin, El Vagabundo, trabaja frenéticamente para atornillar tuercas a piezas de maquinaria en su fábrica. 

Más adelante en la película, la empresa coloca a The Tramp en un dispositivo llamado “The Billows Feeding Machine”, cuyo objetivo es ahorrar tiempo alimentando a los empleados mientras trabajan, eliminando la necesidad de una pausa para el almuerzo. 

La máquina finalmente falla, lo que provoca que una mazorca de maíz que gira rápidamente se estrelle repetidamente contra la cara de Chaplin. Esto no sólo sirve como una escena cinematográfica hilarante, sino también como un comentario sobre la idea capitalista de “exprimir” tanto tiempo como sea posible de la jornada laboral de cada empleado.

Muchas décadas después, esta cuestión volvió a abordarse durante la pandemia de coronavirus. Dado que muchas personas trabajaban desde casa, se utilizaron sistemas de seguimiento del tiempo como una forma de comprobar la productividad de los empleados. 

Si bien algunos de estos sistemas utilizaban informes propios, otros monitoreaban la productividad de los empleados con capturas de pantalla, grabaciones y registros de pulsaciones de teclas. En un artículo de Vox sobre el trabajo remoto, una empleada afirmó que su jefe sabía todo lo que hacía durante el día, hasta el punto de que sentía que apenas le permitían ponerse de pie y estirarse.

Esto se relaciona con la idea de tiempo fungible de Allen C. Bluedorn , que se resume en la famosa frase de Benjamin Franklin: «El tiempo es dinero». En esencia, el tiempo se comporta como una moneda: así como cada centavo tiene el mismo valor, cada segundo puede intercambiarse por otro segundo.

¿Pero quién decide cuánto tiempo cuesta? ¿Y todos recibimos una parte igual de ello?

¿El tiempo se distribuye equitativamente?

En gran parte del mundo moderno existe una mentalidad generalizada y cada vez mayor de que el trabajo y la productividad deben valorarse por encima de todo. Especialmente en Estados Unidos, la “cultura del ajetreo” nos lleva a creer que debemos estar constantemente en la rutina si queremos tener algún grado de éxito en la vida. 

Los defensores más firmes de esta mentalidad son los “hermanos de la productividad”, un grupo de creadores de contenidos masculinos que constantemente venden la idea de que la gestión del tiempo y la vigilancia personal son soluciones panaceas para los mayores problemas de la vida.

Volvamos brevemente al concepto de tiempo fungible. La idea de que cada persona tiene el mismo número de horas, minutos y segundos es la base de las estrategias modernas de gestión del tiempo. De hecho, los amantes de la productividad parecen vivir según el credo de que «¡todos tenemos las mismas 24 horas al día!».

Pero tan pronto como comienzas a indagar en esta teoría, se desmorona, como puede atestiguar cualquiera que haya tenido que cuidar a un ser querido, haya vivido con una enfermedad crónica o haya asumido una gran parte de las tareas domésticas. El profesor de filosofía Robert E. Goodin incluso se refiere a esta sugerida igualdad de tiempo como una “broma cruel”.

Y, sin embargo, la teoría ha prosperado en la cultura bootstrapper moderna, que vive según la idea de que cualquiera puede lograr sus objetivos si trabaja lo suficiente. Curiosamente, el término “salir adelante por sí mismo” originalmente pretendía significar “intentar lo imposible”.

El primer problema con la teoría del tiempo igual es el simple hecho de que ciertas personas tienen más poder e influencia sobre su propio tiempo, así como sobre el tiempo de los demás. En segundo lugar, el precio al que vendemos nuestro tiempo refleja aspectos que a menudo están fuera de nuestro control, como la edad, el género y el nivel socioeconómico.

En pocas palabras, la gestión del tiempo se reduce a la cuestión de quién controla realmente nuestras vidas y, por tanto, nuestro tiempo. 

Según Odell, para los individuos, el tiempo es menos algo que se mide y más una relación de estructuras de poder. Las experiencias de cada persona con el tiempo dependen de dónde se encuentran actualmente en la “economía del valor temporal”.

Odell se refiere al trabajo de la autora Sarah Sharma, quien señala que la fijación de nuestra cultura con la gestión del tiempo contrasta directamente con las definiciones políticas del tiempo. Para alcanzar una verdadera comprensión del tiempo, debemos abordar las estructuras de poder desiguales y profundamente sesgadas de la sociedad.

Hasta que se logre ese ambicioso objetivo, Odell ofrece una solución más sencilla que se puede aplicar a un nivel más personal. Al reconocer las formas en que las experiencias del tiempo se desarrollan en diferentes personas, podemos crear un significado nuevo (y a su vez más justo) de la frase “gestión del tiempo”.

¿Cómo ha cambiado nuestra visión del tiempo?

La pandemia de COVID-19 alteró drásticamente la forma en que percibimos el tiempo y nuestro lugar en él. En los primeros días del encierro, muchas personas recurrieron a las redes sociales para expresar sus frustraciones, publicando memes y tweets divertidos sobre cómo “el tiempo ya no significa nada”.

Los días se mezclaban, los días laborables y los fines de semana se volvían indistinguibles, y cada hora parecía confundirse con la siguiente. Para Odell, esta ambigüedad del tiempo se relaciona con las ideas que el filósofo francés Henri Bergson expuso en su libro Creative Evolution de 1907.

Según Bergson, el problema de intentar comprender la verdadera naturaleza del tiempo surge de nuestro deseo de imaginarlo como una serie de momentos concretos que suceden uno al lado del otro en el espacio. En lugar de ocurrir en segmentos ordenados, el tiempo es una serie de sucesiones, etapas e intensidades superpuestas.

Para Bergson, el tiempo es más una duración que algo que se puede medir. Es algo misterioso que siempre está creando y desarrollándose.

Una buena forma de ilustrar este concepto es a través de una imagen de lava fluyendo. En el frente, la vanguardia de la lava está viva, siempre avanzando hacia un nuevo destino. Pero en cualquier momento, puedes mirar hacia atrás y ver el camino que tomó, que contiene todas las historias de los lugares en los que estuvo.

La mayor conciencia del tiempo durante la pandemia va de la mano de un creciente sentimiento de temor por el clima. Con muchas más oportunidades para detenernos y observar el mundo que nos rodea, parece que el “reloj climático” avanza cada vez más rápido. 

Al igual que ocurre con la desigualdad del tiempo, es necesario realizar grandes cambios estructurales para abordar el cambio climático y darle al mundo la oportunidad de un futuro mejor. Mientras tanto, Odell sugiere dos formas importantes de pensar que pueden ayudar a aliviar la tensión en nuestra mente.

La primera –y la más importante– es recordar que no estamos solos. Aunque cada individuo vive el tiempo de manera diferente en el presente, el futuro nos pertenece a todos. Preocuparse por lo que viene después puede aislarnos, por lo que no debemos tener miedo de compartir nuestros miedos con los demás.

En segundo lugar, puede resultar útil recordar que, a lo largo de la historia, muchos mundos han terminado y han nacido de nuevo. Odell señala que la autora nativa americana Elissa Washuta a menudo se refiere a su pueblo como “postapocalíptico”. Debido a la colonización, los pueblos indígenas han vivido muchas formas de aniquilación, pero continúan existiendo y buscando construir un futuro mejor. 

Según Odell, si no quieres “patear la lata en el camino”, puede ser útil pensar como aquellos que, para empezar, nunca estuvieron en ese camino.

¿Cómo podemos darnos más tiempo?

Cuando Odell era joven, se topó con uno de los libros de cuentos de hadas de la década de 1970 de su madre. Se trataba de una bruja que le dio a un niño una bola de hilo dorado y le dijo que tirando del extremo haría que el tiempo avanzara más rápido.

Ansioso por cumplir cada uno de los hitos más importantes de la vida (terminar la escuela, casarse, tener un hijo), el niño tiró del hilo con impaciencia. Pronto descubrió que había llegado al final de su vida sin experimentar realmente nada de ello.

Esta historia infantil ligeramente aterradora encaja perfectamente con la pregunta de esta sección final: ¿Cómo podemos darnos más tiempo?

Las estrategias de gestión del tiempo, como los métodos utilizados por los profesionales de la productividad, pueden parecer la solución obvia en este caso. Pero en realidad, a menudo empeoran el problema.

En su libro sobre por qué la gestión del tiempo está arruinando nuestras vidas, el autor Oliver Burkeman afirma que prestar mucha atención al uso del tiempo, irónicamente, aumenta nuestra conciencia de lo poco que tenemos. Cuanto más notas el tiempo, más rápido parece escaparse. 

Aprovechando este miedo al tiempo perdido y a la mortalidad, la industria del bienestar produce una línea interminable de productos diseñados para ayudarnos a vivir más tiempo. El mensaje parece ser que una vida más larga y saludable está al alcance de todos, siempre y cuando estén dispuestos a esforzarse… y dinero.

El problema con esta idea es que ignora factores como las predisposiciones genéticas y las circunstancias socioeconómicas. Si alguien vive con una enfermedad o discapacidad, o simplemente no puede permitirse el acceso a costosos productos de bienestar o incluso a atención médica básica, entonces no puede acceder a las mismas oportunidades para prolongar su vida.

Como solución, Odell sugiere que no deberíamos preocuparnos de ganar más tiempo, sino de vivir verdaderamente el tiempo que tenemos. Si pasamos todos nuestros preciosos momentos tratando de aprovecharlos tanto como sea posible, ¿realmente estamos viviendo?

En griego antiguo, se usaban dos palabras para describir el tiempo: cronos y kairos. Chronos se relaciona con el tiempo lineal, o la marcha constante de los acontecimientos que conducen al futuro. Kairos, que puede traducirse aproximadamente como “crisis”, implica “aprovechar el momento”.

Se podría pensar que cronos sería el más estable de los dos, mientras que kairos genera ansiedad e incertidumbre. Pero cuando se trata de pensar en el futuro, Odell sugiere que vivir en kairos es la clave.

Con la vida cambiando tan rápidamente y un futuro incierto por delante, kairos ofrece nuevas posibilidades y oportunidades para imaginar algo diferente. Al cambiar la forma en que percibimos el tiempo, podemos aceptar el hecho de que no tenemos control sobre él y comenzar a vivir verdaderamente en el presente.

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