Releía a Salvador Pániker (‘Asimetrías’) el capítulo en el que se refiere a “las sectas como síntoma”. Me he atrevido a realizar el atrevido juego de sustituir “sectas” por “marcas” y sorprende el encaje resultante.

Conviene primero definir qué es un síntoma: “en medicina una referencia subjetiva, que da un enfermo por la percepción o cambio que reconoce como anómalo, o causado por un estado patológico o una enfermedad”. Las marcas -y las sectas- como percepción de un estado concreto.

El animal humano es frágil, la sociedad compleja y el horizonte incierto, lo que genera ansiedad y el cortocircuito “salvador”. Las comunidades de marca, en tanto que grupo poco estructurado y con una doctrina simple, neutralizan parte de esa angustia, proporcionan seguridad, nos generan experiencias satisfactorias y llenan nuestra existencia. Las grandes diferencias entre marca y secta, son que afortunadamente para nosotros, las marcas suelen ser inofensivas y su pertenencia es bastante menos exigente.

Sentirse próximo a las marcas forma parte de nuestro acervo cultural. Abusamos de sus símbolos, nos “vestimos” con ellas, pero no somos leales a una única marca. Buscamos creencias compartidas, que mezcladas ambiguamente forman el habitual cocktail postmoderno.

¿Por qué las marcas (en este caso Pániker refiriéndose a las sectas) tienen tanto éxito en el mundo occidental? “Por nuestro sistema educativo, que ha primado la sumisión, sin disponer de la contrapartida del fomento de la crítica y la creatividad”. E insiste Pániker, “en Occidente venimos de la Biblia: el hombre es culpable y, en consecuencia, tiene que obedecer”.

Nuestra pérdida de raíces es otra de las causas. Lo que durante siglos fueron el soporte del sistema (iglesia, vecindario, familia) se vienen abajo, por tanto no puede sorprender la permanente búsqueda de alternativas que sustituyen la falta de utopías y rellenan el vacío identitario. Ahí están los fetichismos, los fanboys, los movimientos de comunidad o las tribus de marca.

Y de cara a buscar más paralelismos, podemos encontrar una peligrosa similitud entre los insights de consumidor y las marcas, con las religiones dogmáticas y sus credos doctrinarios: “la falacia de dar respuesta a preguntas que no necesitan ser formuladas”. Lo que reformulado según la praxis marketiniana correspondería a la creación de deseos y necesidades artificiales.

Los anti-marca también están condenados. Su entereza respecto a las marcas, demuestra que no necesitan dogmas tranquilizantes para adentrare críticamente en la complejidad y la incertidumbre, pero no nos equivoquemos, su activismo también es un síntoma…. y conforma una “doctrina anti” al fin y al cabo (p.e. movimiento “No-Logo”).

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