Casi el 80% de las salas de cine catalanas han estado cerradas este pasado lunes para protestar contra el Proyecto de Ley de la Generalitat que obligará a que la mitad de las películas estén dobladas o subtituladas al catalán.

Personalmente esta polémica me parece estéril. Comprendo a los empresarios cinematográficos a programar las películas con el idioma que les parezca oportuno (sea catalán, inglés, francés, sueco o chino cantonés), tanto como la sensibilidad hacia mi lengua.

Obsesionarse en legislarlo todo, conduce a un callejón sin salida creando situaciones problemáticas. Demonizando a unos empresarios que sólo intentan tirar adelante con su negocio, todavía lo estropeamos más.

Estos días he oído y leído un montón de estupideces. Ya se sabe que cuando las situaciones se calientan surgen extremos fascistas en ambos extremos. Seamos positivos. Tendríamos que avergonzarnos durante sólo unos minutos y dedicar el resto del tiempo a aprovechar las oportunidades que parecen escondidas a ojos de los cenutrios de ambos bandos.

Leía una sencillo tuit de Ricard Espelt que creo que sintetizaba mucho la contradicción del momento y aportaba una vía notablemente más sensata hacia donde deberíamos apuntar: “Imaginemos un país más preocupado por crear buen producto que en crear políticas lingüísticas proteccionistas (#versión_original)

El futuro se suele escribir más en los que aprovechan oportunidades que en los que solucionan problemas. Lógicamente obviaré a los que usan descaradamente los problemas en beneficio propio. Un futuro entre los que permanecen en el estancamiento y los que acogen el dinamismo.

Como decía Virginia Postrel en ‘Future and Its Enemies’: “La manera en que vemos el futuro en evolución nos dice quiénes somos como individuos y como civilización: ¿Buscamos el estancamiento –un mundo regulado y superorganziado-, o escogemos el dinamismo –un mundo en constante creación, descubrimiento y competencia? ¿Valoramos la estabilidad y el control, o la evolución y el aprendizaje? ¿Pensamos que el proyecto requiere un proyecto central, o vemos como un proceso descentralizado y evolutivo?

¿Pensamos que los errores son desastres permanentes, o los vemos como subproductos corregibles de la experimentación? ¿Reclamamos lo predecible, o disfrutamos de las sorpresas? Estos dos polos, el estancamiento y el dinamismo, definen cada vez más nuestro panorama político, intelectual y cultural. La pregunta central de nuestro tiempo es qué hacer respecto al futuro, una cuestión que crea una profunda brecha».


¿Y tú en qué lado quieres estar? En los pretenden regularlo todo y se obsesionan con los problemas? ¿O en los prefieren un mundo abierto, miran más allá e intentan aprovechar las oportunidades?

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