Las crisis de liderazgo son objetos de sesudos análisis de expertos. Centrados muy especialmente en el ámbito de la política. El descrédito de esta clase es un fenómeno de colosal importancia, hasta el punto de ser etiquetada ya, como uno de los principales problemas de la sociedad actual.

Como dice el artículo de Anxo Lugilde ‘Crisis de liderazgo los dirigentes aparecen desbordados por la crisis (ups! perdón). Pero si hay una cosa que fastidia más que nunca al ciudadano de a pie, es la sobreactuación de “nuestros” dirigentes, que habitualmente acaba con alguna sonada metedura de pata. Encima de mala gestión, nulo liderazgo hacen payasadas con el dinero de nuestros impuestos.

Ante semejante panorama no es extraño que los nuevos referentes estén casi por entero vinculados al mundo del espectáculo y del deporte. Especialmente a este último. Ahí están personajes convertidos en marcas icónicas como Rafa Nadal, Fernando Alonso, Cristiano Ronaldo, Pau Gasol, Messi o alguna sorpresa –por su autenticidad- como el propio Pep Guardiola.

Nuestra sociedad está un poco enferma, aunque eso ya lo sabíamos. Parece que lo único que nos queda, nuestro único consuelo, es estar pegados a los grandes acontecimientos deportivos o nutrirnos durante toda la semana de lo único que nos motiva, despierta emociones y respeto.

El círculo se cierra con los éxitos deportivos. Sólo hay que ver las repetidas fotos del político de turno con los campeonísimos del momento. Aprovechando cualquier oportunidad mediática para salir a escena, contrarrestando su enanismo popular y su falta de talla de líder.

Sólo espero el día que nuestra sociedad y especialmente los medios de comunicación –los mismos que han creado las ‘estrellas mediáticas’- empiezan a considerar referentes a emprendedores y empresarios. Puede que no hagan vender más periódicos, que tampoco alimenten las suscripciones a sistemas de televisión de pago. Pero crean puestos de trabajo, riqueza y son la esencia de nuestra economía… y juraría que esos medios de comunicación también viven de la publicidad, esa que renace cuando la economía marcha y que permita a su clientela pagar su cuota.

La envidia es mala, pero todavía es peor ese miedo atávico a la figura de una persona que arriesga su dinero, conocimientos y empeño en tirar adelante una empresa.

Son casos excepcionales, pero los hay a miles. La mayoría anónimos. Han surgido a pesar de nuestro sistema educativo y de un entorno donde la principal vocación como país es ser funcionario o famoso (de lo que sea). A los emprendedores y empresarios parece que sólo son merecedores de la pátina de la celebridad cuando aparece el fracaso. Te señalan y se ensañan con ganas.

Los emprendedores y empresarios no son héroes, aunque a veces consiguen auténticas hazañas. No necesitan salir en el papel couché, aunque algunos aparezcan. No son extraterrestres aunque algunos son personas extraordinarias. Incluso no todos son auténticos líderes, pero son capaces de tira adelante importantes empresas.

A quiénes no entiendan la rotunda impericia de nuestros líderes y se pregunten por qué, les daré una pista. Más allá de la anacrónica política dura de partidos, y sin necesidad de emplear lupa, comprueba cuantos de los principales líderes políticos actuales ha sido emprendedor y empresario antes que político.

Para los escépticos aclaro que ser emprendedor y empresario no garantiza nada, no da bula para nada. En cambio sí suele desarrollar un sentido de practicidad y equilibrio entre los retos, el equipo, la situación del mercado y su competitividad, lo que ingreso y lo que gasto, y dar explicaciones sobre los resultados.

Y ahora déjame decirlo alto y claro. Sólo saldremos de este período de incertidumbre y desasosiego, gracias a los emprendedores y empresarios, no te quepa ninguna duda.

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