Vivo en un país en el que los gobernantes no han entendido o parecen no querer distinguir entre la reforma del PIB, los cambios estructurales y lo popular o incluso lo folklórico.

Seguimos esmerándonos al máximo en arreglar las plazas de nuestras ciudades, arreglar aceras,…. A nuestros gobernantes les encanta subsidiar. Les da igual fabricar el Audi Q3 o que sean peonadas. Cierto que hay diferencias abismales. En un caso hay industria y en el otro, seguimos manteniendo prácticas feudales que no nos sitúan encabeza de los rankings de innovación, pero dan votos. Al final, subsidio para hoy y hambre para mañana.

¿Pero a quién le importa cuando ya estamos en el G20? Compran la paz social y hasta las próximas elecciones. Está por ver si es mejor eso o que sigan agigantando la nómina de una “administración esclerotizada” (esto no es mío, es cosecha de una amiga funcionaria). Añadiría ¿Para cuando un ERE en la Administración?

A nuestros gobernantes, a veces, incluso les gusta presumir de carambolas (“Audi mostrará en el salón del automóvil el prototipo que fabricará en Barcelona”). Un dos en uno ¡Toma ya! Pero a nuestros gobernantes no les gusta dar la cara. Apetece el titular dulce, cuando suma. Sólo cuando da buen rollito, no vaya a ser que nuestra parroquia se enoje (o se encabrone directamente).

Sólo hace un mes Zapatero defendía la innovación como apuesta de futuro. Se dedicaba a pregonarlo ante todo un premio Nobel de Economía -Paul Krugman- diciendo “está ampliamente reconocida la capacidad de la innovación para aumentar el crecimiento económico y la productividad de las economías y las empresas» (ZP dixit). Este interés por la innovación ha durado poco…. Si es que alguna vez existió.

Quizás por eso no sorprende que ayer apareciera la noticia (vía Andreu Veà) que el I+D es uno de los principales afectados por el recorte presupuestario. Uno ya no sabe a qué atenerse. Bueno sí, pedir que le den de baja, a borrarse de esto.

O de lo contrario y como apunta Andrés Betancor (“Incompetencia, mentira o ambas”) habría que ir buscando alternativas más radicales: “No creo que el único sistema de castigo sea el de las elecciones periódicas. La democracia no es sólo introducir una papeleta cada cuatro años. Ahora que nos estamos replanteando, incluso, la refundación del sistema capitalista, también es hora de que nos planteemos que la democracia debería contar con algún mecanismo que sirviera para sancionar la incompetencia mentirosa”.

Pero entonces la pregunta obligada sería ¿quien querría ser político?

¿La respuesta? Sólo gente de primer nivel, experimentada, sobradamente preparada y extraordinariamente bien remunerada. Y además, si cumples con los objetivos, premio.

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