Vivimos tiempos que muchos califican de apocalípticos. Crisis climáticas, pandemias globales, tensiones geopolíticas que parecen llevarnos al borde del abismo. Es natural que, como el poeta italiano Petrarca contemplando la devastación de la Peste Negra hace casi 700 años, muchos sientan que «el fin del mundo está cerca».

Pero ¿y si estuviéramos viendo las cosas completamente al revés?

Esta es la pregunta que Lizzie Wade, reconocida periodista científica y corresponsal de la revista Science, plantea en su libro Apocalypse: How Catastrophe Transformed Our World and Can Forge New Futures, publicado en mayo de 2025. La propuesta de Wade es tan simple como revolucionaria: los apocalipsis no son finales, sino transformaciones. Las catástrofes más devastadoras de la historia humana fueron, paradójicamente, momentos de creación y renovación.

El libro llega en un momento perfecto. Escrito durante una de las peores pandemias del siglo XXI y publicado tras incendios catastróficos y crisis climáticas sin precedentes, ha sido reconocido con diferentes premios y reconocimientos.

APOCALYPSE: A Conversation at the End of the World

Redefiniendo el apocalipsis

Wade comienza desmontando nuestra comprensión tradicional del término «apocalipsis». Para ella, un apocalipsis es «una pérdida rápida y colectiva que cambia fundamentalmente el modo de vida y el sentido de identidad de una sociedad». Esta definición aleja el concepto de las imágenes cinematográficas de destrucción total para acercarnos a algo más sutil y esperanzador.

«Debemos ver el apocalipsis como un final de la existencia tal como la conocemos, en lugar de un final de toda existencia», argumenta Wade. No se trata de minimizar el sufrimiento real que estas catástrofes causan, sino de mirar más allá del dolor inmediato hacia las posibilidades de renovación que inevitablemente emergen.

Piénsalo: la caída del Imperio Romano no fue simplemente el fin de una civilización, sino el nacimiento de nuevas formas de organización social. El colapso de las ciudades mayas clásicas no significó la desaparición de los pueblos mayas, sino su transformación y dispersión hacia nuevos territorios y formas de vida.

«Hemos estado aquí antes»

Una de las ideas más liberadoras del libro es esta: nuestros miedos contemporáneos no son únicos. «Los cataclismos como el cambio climático, el colapso social, las pandemias globales, la guerra total, e incluso la extinción humana no son problemas únicamente modernos», explica Wade. «Nuestros ancestros experimentaron todos esos apocalipsis».

Esta perspectiva histórica ofrece un alivio inesperado en medio de la ansiedad moderna. Somos, como dice Wade, «herederos de una larga historia de resistencia, adaptación y creatividad que ya ha visto a innumerables seres humanos atravesar los peores momentos».

Civilizaciones enteras han enfrentado sequías que duraron décadas. Las erupciones volcánicas masivas han causado hambrunas globales. Las pandemias han diezmado poblaciones. Y sin embargo, aquí estamos, producto de miles de generaciones que encontraron formas de sobrevivir, adaptarse y prosperar.

La arqueología revela nuevas historias

¿Cómo sabemos todo esto? Wade aprovecha los avances revolucionarios en arqueología moderna. Los arqueólogos de hoy vuelan aviones equipados con láseres sobre ruinas mayas en lo profundo de la selva, bucean hasta el fondo del océano para estudiar asentamientos sumergidos, y secuencian el ADN de personas que vivieron hace miles de años.

Estas herramientas revelan «historias de supervivencia, transformación e incluso progreso escondidas dentro de esas historias de colapso y destrucción». La tecnología LIDAR descubre ciudades enteras bajo la selva tropical, mostrando cómo las civilizaciones se adaptaron a cambios ambientales dramáticos. El análisis de isótopos en huesos antiguos revela patrones de migración y cambios dietéticos que muestran cómo las poblaciones respondieron creativamente a las crisis.

Casos fascinantes de transformación

Wade no se queda en teorías abstractas. El libro está lleno de ejemplos concretos que ilustran cómo las crisis han sido catalizadores de cambio positivo.

Hace más de 5,000 años, en el norte de Perú, las comunidades se enfrentaron regularmente a inundaciones devastadoras causadas por El Niño. En lugar de sucumbir, «gradualmente se adaptaron a las inundaciones y otros desafíos ambientales severos para formar sociedades más armoniosas e integradas». Desarrollaron técnicas de construcción resistentes a inundaciones, diversificaron sus fuentes de alimento y crearon sistemas de intercambio que les permitían sobrevivir compartiendo recursos con comunidades vecinas.

El ejemplo más sorprendente quizás sea la Peste Negra. Tradicionalmente vista como una catástrofe pura, tuvo consecuencias transformadoras inesperadas. Los supervivientes «tenían más libertad y elección, mejores perspectivas económicas y laborales, y vivían vidas más largas y saludables que sus predecesores». La dramática reducción de la población europea creó una escasez de mano de obra que mejoró paradójicamente las condiciones de vida de quienes sobrevivieron.

Crisis como motores de innovación

Una de las ideas más fascinantes del libro es que «el apocalipsis genera ingenio y cambio radical, tanto como estimula la violencia y la destrucción». Los momentos de crisis extrema no solo ponen a prueba nuestra resistencia; también liberan creatividad y fomentan innovación.

Cuando las estructuras establecidas colapsan, se abren espacios para experimentar con nuevas formas de organización social. La Pequeña Edad de Hielo en Europa, que causó hambrunas y muerte, también motivó avances revolucionarios en agricultura, técnicas de preservación de alimentos y métodos de calefacción más eficientes. Las presiones de supervivencia durante este período contribuyeron al desarrollo de lo que eventualmente se convertiría en la Revolución Industrial.

La cooperación como clave del éxito

Uno de los hallazgos más consistentes en la investigación de Wade desafía las narrativas populares sobre la supervivencia. «Tan atrás como podemos ver, los humanos han sobrevivido el apocalipsis a través de la cooperación y la generosidad», observa.

Esto contradice la imagen popular de la supervivencia como una competencia despiadada. Wade documenta caso tras caso donde las sociedades que priorizaron la cooperación y el intercambio de recursos tuvieron más éxito en superar las crisis que aquellas que se fragmentaron en competencia interna. Las redes de comercio a larga distancia, los sistemas de reciprocidad y las instituciones que facilitaban la redistribución de recursos emergen consistentemente como factores clave en la supervivencia a largo plazo.

Humanizando el pasado

Wade tiene un talento especial para hacer que la historia lejana se sienta inmediata y relevante. A través de narrativas inmersivas y detalles cuidadosamente seleccionados, nos invita a considerar «cómo podría haber sido vivir durante esos tiempos» y «entender todas las decisiones muy humanas que pusieron el mundo patas arriba, una y otra vez».

Describe, por ejemplo, cómo una familia promedio en la Inglaterra medieval podría haber experimentado los años posteriores a la Peste Negra, navegando entre oportunidades económicas sin precedentes y la devastación emocional de haber perdido a la mayoría de sus seres queridos. Estas historias personales hacen que las lecciones históricas sean más accesibles y relevantes para nuestras propias vidas.

Rigor científico con narrativa accesible

La fuerza del argumento de Wade radica en su metodología rigurosa. El libro se basa en investigación exhaustiva, conversaciones detalladas con arqueólogos de vanguardia, y exploraciones de sitios arqueológicos de primera mano. Su experiencia como corresponsal científica para Science y sus contribuciones a publicaciones como Wired, The Atlantic y The New York Times le han dado las habilidades necesarias para traducir investigación compleja en narrativas comprensibles.

Pero Wade es cuidadosa de no presentar una narrativa simplista. Documenta honestamente que los resultados de las grandes crisis han sido notablemente variados. Mientras que algunos lugares como la antigua ciudad de Harappa descendieron a la desintegración social durante las sequías, otros casos mostraron transformaciones positivas. Esta honestidad intelectual fortalece su argumento central: las crisis contienen dentro de sí el potencial tanto para la destrucción como para la renovación.

Una perspectiva global desde México

La perspectiva de Wade se enriquece por su experiencia personal viviendo en la Ciudad de México, donde los restos de civilizaciones pasadas yacen literalmente bajo las calles modernas. Esta inmersión directa en espacios donde el pasado y el presente coexisten informa su comprensión única de cómo las sociedades se transforman y persisten a través de crisis aparentemente insurmontables.

«El colapso no es una aniquilación, sino más bien un desenredo», escribe Wade. Esta metáfora captura perfectamente su perspectiva: incluso los eventos más devastadores pueden entenderse como procesos de transformación en lugar de destrucción total.

Lecciones para nuestro tiempo

¿Qué significa todo esto para nosotros, viviendo lo que muchos consideran tiempos apocalípticos? Wade ofrece una perspectiva equilibrada pero esperanzadora: «Cuanto más aprendemos sobre los apocalipsis pasados, más esperanza tenemos de que sobreviviremos el nuestro».

Pero no ofrece falsas consolaciones. Reconoce que «no será agradable. No será justo. El mundo será diferente del otro lado, y nuestras culturas y comunidades—tal vez incluso nuestra especie—serán diferentes también». Esta honestidad brutal combinada con optimismo fundamentado es lo que hace que su mensaje sea tan poderoso.

El libro sugiere que nuestro mayor desafío no son las crisis en sí, sino cómo las percibimos. Al reencuadrar los apocalipsis como oportunidades para el crecimiento y la mejora, Wade nos invita a adoptar una mentalidad diferente frente a la adversidad.

Una nueva forma de entender el cambio

«Apocalypse» nos recuerda que somos parte de una especie extraordinariamente adaptable, cuya historia está marcada no por una progresión lineal hacia el progreso, sino por una serie de crisis superadas a través de la creatividad, la cooperación y la innovación. Muchas de las innovaciones más importantes de la historia humana—la agricultura, las ciudades, los sistemas de escritura, las redes comerciales complejas—emergieron precisamente de momentos de estrés extremo.

En tiempos de incertidumbre global, esta puede ser la lección más importante de todas: que el cambio, por traumático que sea, no es el fin de la historia, sino el comienzo de un nuevo capítulo lleno de posibilidades aún por descubrir. Las crisis no son simplemente obstáculos que superar, sino oportunidades disfrazadas para reimaginar cómo queremos vivir juntos en este planeta.

Wade nos ofrece algo raro y valioso: esperanza basada en evidencia. No la esperanza ciega del optimismo ingenuo, sino la esperanza informada que viene de entender que la humanidad ha navegado aguas similares antes y ha emergido transformada pero resistente. En un mundo que a menudo se siente al borde del abismo, recordar que «hemos estado aquí antes» puede ser exactamente la perspectiva que necesitamos.