Siguiendo con la intención de entender algo mejor la naturaleza humana, he tirado del hilo de la “química de la felicidad” para tratar de profundizar y aprender más sobre el comportamiento humano y sus causas. Si pensamos que es en el cerebro donde radican las bases de la humanidad, parece que el aumento de los niveles de dopamina fue lo que, en un momento determinado de la evolución, nos convirtió en humanos.

Con este objetivo me parecía oportuno hacer referencia a Dopamina El arma secreta contra el envejecimiento de Eduardo Pérez Mulet. Dejando de la lado que el libro va sobre “envejecimiento” y no tanto sobre “dopamina”, viene el segundo hallazgo. La dopamina es una molécula del cerebro que tradicionalmente ha sido asociada a la motivación y a la búsqueda del placer, podría tener la clave para retrasar el envejecimiento, según las últimas investigaciones en diversos campos.

El libro aborda con un enfoque innovador la capacidad que tiene este neurotransmisor para retrasar el deterioro y las enfermedades propias del envejecimiento. Hay muchas ideas en este libro, pero me quedo especialmente con las siguientes:

La dimensión mental del envejecimiento

Nuestra psicología y la manera de pensar y actuar ejercen una influencia poderosa en nuestro cuerpo, ofreciendo en consecuencia la capacidad de influir de forma palpable en el deterioro físico. Hay muchos estudios de centenarios que coinciden en los denominadores comunes:

  • Ikigai (ver Ikigai, los secretos de Japón para una vida larga y feliz): Tenían un objetivo cuando se despertaban por las mañanas, poseían una meta o una razón para vivir. La naturaleza de ese objetivo es irrelevante (da igual hacer vasijas de barro que seguir investigando en biología molecular). Para ellos el objetivo era importante y les proporcionaba un porqué para seguir adelante. La ganancia obtenida con el ikigai no es material ni económica: es emocional. Pero el hecho de que no exista presión no significa que no tenga que haber cierta nivel de desafío. Es decir, pone a prueba nuestras capacidades y habilidades, pero no es fuente de estrés ni complejidad aversiva.
  • Actitud positiva y sonreían con frecuencia, aunque hubieran sufrido la pérdida de seres queridos y soportaran diversos grados de deterioro

El envejecimiento no es inmutable

Nuestro sometimiento al principio inevitable de decadencia parece ser más poroso de lo que creíamos y que existe un pequeña esperanza para cambiar las cosas. Aparte de la dimensión mental está la dopamina..

La dopamina no va de placer, sino de capacidad de esfuerzo

Vinculado con la anterior, la dopamina no estaría implicada tanto en esa búsqueda del placer y de la recompensa, sino en la capacidad de esforzarnos para lograr objetivos vitales y superar retos.

La dopamina tiene que ver con el valor que para un organismo adquiere una recompensa futura, un estímulo que anticipamos que nos resultará placentero y que puede satisfacer alguna necesidad. Hay controversia entre aglunos investigadores, la dopamina proporciona uan dosis de esfuerzo extra que hará que merezca la pena ir al encuentro de la recompensa. Para que decidamos iniciar una acción , debe hacer un cáculo de la energía disponbile, el coste respuesta, el tamaño de la recompensa y el esfuerzo que debe desplegar.

Más allá de la controversia sobre el rol de la dopamina en la motivación, el esfuerzo y la recompensa. Parece obvio pensar que, cualquier decisión que tomamos se basa, no solamente en el valor anticipado de la recompensa futura, sino también en las predicciones del esfuerzo que se debe ejercer para obtener ese incentivo; pero también parece obvio deducir que, si la dopamina promueve el gasto de energía, solo lo hará en función de una recompensa próxima.

No todos tenemos la misma dopamina

Los niveles de este neurotransmisor descienden a partir de la cuarta década de la vida, lo que explica en parte el declive progresivo de nuestras ilusiones, iniciativas, actividad, etc. y la aparición de los primeras manifestaciones del envejecimiento.  

Algunos rasgos de la personalidad como la extraversión, el optimismo, la creatividad, el entusiasmo o la impulsividad correlacionan con una mayor longevidad, y a su vez, dichos rasgos están mediatizados por una mayor cantidad de dopamina en el cerebro.

También se ha visto que un gen, el DRD4, un gen receptor de la dopamina se relaciona con el rasgo de personalidad de la búsqueda de novedad y con el trastorno por déficit de atención con hiperactividad (TDAH) que se asocia a su vez con una mayor actividad física. Este gen favorece una vida más activa y está representado en las personas más longevas.

La depresión, considerada por la OMS como la principal causa de problemas de salud y discapacidad en todo el mundo, se debe, en un alto porcentaje de casos, a un déficit de la dopamina en nuestro cerebro.

La dopamina alarga la vida

La intención del autor era, como psicólogo, explorar los aspectos de nuestra personalidad y de nuestro carácter que nos pueden ayudar a envejecer mejor. Sin embargo, a medida que investigaba, iba surgiendo con más fuerza una nueva variable en la ecuación, la dopamina, que es responsable a muchos niveles, de nuestro deterioro además del declive estrictamente psicológico.

Fue descubriendo cosas sorprendentes como es su relación con la pérdida de la inmunidad o con el inicio de la enfermedad de Alzheimer; incluso hay evidencia de que la dopamina está presente en concentraciones más bajas en los tejidos tumorales que en los tejidos benignos y que el aumento de los niveles de dopamina parece inhibir la proliferación de células tumorales.

Todo esto me le hizo ver que existía una conexión inesperada entre dopamina y longevidad. Tal y como se indica en el libro, esta conexión podría ir más allá dado que la dopamina tendría también la capacidad de alargar la vida.

Los telómeros son una especie de capuchones que recubren los extremos de los cromosomas y que se acortan a medida que cumplimos años. Las personas que padecen depresión y las que han sufrido episodios de maltrato en la infancia muestran una menor longitud de los telómeros. Además, la depresión es consustancial al hecho de envejecer y acelera la degeneración física y psicológica.  

Sabemos que la dopamina puede alargar la vida. Sabemos que la dopamina es una variable mediadora necesaria para activarnos y ponernos en movimiento, mantener la motivación y tener objetivos vitales que le den sentido a nuestra existencia (ikigai).

La dopamina tiene influencia directa en la enzima neurotransmisora MAO-B y tiene influencia en enfermedades como alzhéimer, párkinson, depresión y también su influencia en el sistema inmunológico para mantenernos sanos frente a otras enfermedades.

La dopamina tiene influencia en los rasgos de personalidad asociados con la longevidad y en cuestiones clave como el ejercicio físico y la apatía.

El envejecimiento conlleva una disminución de los niveles de la dopamina, acelerando innumerables déficits y acelerando el deterioro.

Cómo mantener nuestra dopamina

Las buenas noticias, como explica el autor, son que podemos pedir la “crupier supremo” nuevas cartas y redoblar la apuesta por una vida más larga y sana.

No se trata de alargar la vida a cualquier precio, sino que el autor sugiere que, a mediana edad, cuando la degradación de la dopamina se acelera, es uno de los mayores agujeros que aparece en el casco del barco al envejecer, provocando múltiples vías de agua que acabarán por hundirnos si no hacemos nada por remediarlo. Retrasar el envejecimiento e incrementar la esperanza de vida para por reforzar el casco y vigilar su flotabilidad.

Actuar para mantener nuestra dopamina a salvo, e incluso incrementarla, no nos volverá eufóricos ni adquiriremos ningún superpoder. Al igual que cuando llenamos en depósito de gasolina de nuestro coche no conseguiremos que aumente su velocidad máxima. Lo que hay que evitar entrar en reserva y quedarnos sin combustible. Es decir, que siempre exista siempre un nivel de dopamina en los espacios sinápticos entre las neuronas de nuestro cerebro, y que los dopaminérgicos puedan captar suficientes moléculas para que las funciones que realiza el neurotransmisor permanezcan sin cambios.

Existen sustancias que intervienen en la síntesis de la dopamina, medicamentos que aumentan su recaptación, actividades como el ejercicio físico que la incrementan y otras muchas cosas que podemos hacer para mejorar sus niveles, desde nuestra propia mentalidad y ikigai, la meditación, escuchar música, además de la dieta (restricción calórica, ayuno intermitente..) o el ejercicio físico. No hay recetas únicas, ni un único elixir de la eterna juventud, pero más allá del determinismo de nuestra genética, tenemos suficientes herramientas para mejorarlo.

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