El título puede parecer exagerado, pero no es así. No es necesario poner en contexto la profunda transformación del mercado laboral. Entre ERES, cierres o adelgazamientos intensivos de estructura, se acaba siempre de la misma manera: muchas “carreras profesionales” truncadas.

En realidad, tampoco es necesario ser carne de ERE o estar en la cola del INEM para considerarse excluido de esa carrera. Aquellos que todavía conservan su empleo después de tantos años, en realidad también se les ha acabado su carrera.

Me explico. Hoy se lleva la trayectoria profesional. Esa mezcla rara, donde es difícil establecer la línea divisoria entre la vida personal y la profesional. En la trayectoria profesional el concepto fracaso no existe, tampoco la linealidad ascendente como mantra. Esa antigua progresión en el tiempo, que llevaba a las personas a ir avanzando en su trabajo a través de sucesivos ascensos y cambios, subiendo peldaños, siempre hacia arriba.

No es una cuestión de modas, es una cuestión de supervivencia. La trayectoria profesional es la sucesión de ocupaciones profesionales, adaptadas a situaciones y circunstancias personales, que la persona tiene a través del tiempo. Este desarrollo, que casi nunca es lineal, no requiere las progresiones continuas para ser exitoso.

Otra diferencia esencial de la ‘trayectoria’ respecto a la ‘carrera’ profesional es que tampoco hay que esperar que otros decidan por uno. Mejor buscar el espacio para tomar tus propias decisiones. Ser capaz de tener criterio para saber qué es importante en cada momento y cuál es el destino final. Es aconsejable disfrutar del viaje y proponerse metas valiosas de acuerdo a cada uno. Olvidar compararse con los demás. Olvidarse de competir y mucho menos poner el dedo en el ojo de otros. Vives para ti y los tuyos, no para los demás.

Con el fin de la ‘carrera profesional’ se deberían extinguir aquellas estúpidas reglas por las que había que realizar larguísimas jornadas laborales para parecer mártir por la causa. Ese es un síntoma que diferencia los que todavía viven en el pasado respecto a los que ya han evolucionado. Tampoco pensar en convertirse en imprescindible, pelotear a tu jefe o ponerlo verde mientras practicas pasillos o haces capillitas. Todo esto ya no cuenta, es irrelevante.

Así pues, lo que yo denominaba informalmente “estar en la trinchera”, ahora es gestionar tu trayectoria profesional. Muy bonito, aunque no todos lo llevamos igual, porque no tenemos el mismo instinto, la apertura mental o la flexibilidad de cintura, necesarias.

Hoy se llevan los perfiles poliédricos, polivalentes, los profesionales plug&play e hiperconectados. Con capacidad de un paracaidista, muy diferente a lo que se supone que haría una soldado de infantería. Hay que estar listo para adaptarse al entorno y afrontar situaciones complejas. O sea, entornos poco estructurados, o de alta exigencia competitiva, etc. en los que un periodo de seis meses vista, es largo plazo.

Proactividad, autocrítica, auto motivación, saber decir que no, ser íntegro, equilibrio emocional, etc. son características inherentes a la gestión de la trayectoria profesional. Resumiendo, es tener la ambición de no solo sobrevivir, sino de ser dueño de tu destino.

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