Se ha dicho y escrito mucho sobre la ley Sinde. Creo que poco más se puede añadir. Yo no habría votado a favor de la dichosa ley, pero tampoco estoy alineado con los talibanes de Internet que insultan a creadores por el hecho de defender su derecho a cobrar por su trabajo. Algo que me fastidia casi tanto como que se use la palabra ‘libertad’ para reclamar eterna gratuidad de contenidos.

Tampoco comparto a aquellos que tachan de piratas a los usuarios que nos movemos por la Red para buscar, encontrar y disfrutar de aquellos contenidos que no podemos obtener con la oferta, forma y en el momento que nos gusta disfrutarlos.

Guste o no guste, Internet ha traído un cambio de paradigma en muchos ámbitos. El audiovisual tiene que evolucionar su modelo de negocio e ingresos. Pero lo fundamental sigue siendo la relación con el consumidor. Allí empieza y acaba todo. O se tiene en cuenta o se fracasa, y las leyes obsoletas no lo van a modificar.

Me apena ver como nuestros políticos y gobernantes siguen andando muchos pasos por detrás de una realidad mutada por la tecnología. Algunas veces por desconocimiento, otras obedeciendo a poderosos lobbys, me da igual que sean cercanos o lejanos. Además, una mala ley, es mala por naturaleza, pero si encima se explica y se pretende tramitar de forma un tanto sospechosa, se convierte en un arma de auto destrucción masiva.

Hubieron prisas por aprobar una parcheada leysinde pero siguen manteniendo sin sonrojo una Ley de la Propiedad Intelectual de hace casi 25 años. Un nuevo marco que debería ser uno de los mimbres con los que resetear de una vez la mega industria del entretenimiento. Una forma de soltar amarras con el poder decimonónico marchito que se revuelve moribundo -por mentalidad que no por edad- ante una nueva realidad que no le encaja por ajena y lejana. Para no perder la costumbre, y tal como apunta acertadamente @Vigalondo, seguimos a pies juntillas “la tradición profundamente española hemos agotado la energía señalando culpables

Mientras seguimos bajo los efectos de la controvertida #leysinde, otros intentan unir a una industria muy dispersa, para dotarla de mayor capacidad para hacer posible el  futuro. Leo en la prensa de esta mañana, en las páginas especiales y en forma de publi reportaje que “el audiovisual se proyectará desde la Zona Franca”, se trata del Proyecto BZ.

A saber. Se están reconvirtiendo 50 ha de la antigua Seat, donde se fabricó el 600, en un proyecto cultural que albergará –según sus promotores- “entre 300 y 500 empresas vinculadas de sectores intensivos en conocimiento, innovación y sostenibilidad ambiental. Juntamente con la Universitat de Barcelona, construirá un centro de investigación, producción y difusión en el ámbito de la cultura contemporánea, con especial énfasis en el sector audiovisual”.

La zona está bien conectada con paradas de metro (L2 y L9) al aeropuerto, Fira y con el centro de Barcelona. La inversión prevista es de 3.000 millones de euros (sí, has leído bien, 3.000 millones de €), entre fondos públicos y privados. Su promotor es el Consorci de la Zona Franca.

Es una excelente noticia que se hable en positivo del sector. Está bien tener instalaciones avanzadas aunque a mí todos los proyectos relacionadas con mega operaciones de “ladrillo” me generan una cierta desconfianza. Ojalá esté equivocado en esta ocasión. Para empezar no tengo muy claro que tengan que ser pagadas con dinero público, aunque si son compartidas, imagino que será más fácil que puedan ser amortizadas de forma óptima.

Aún así, me quedan dos grandes dudas: ¿Que será de los otros parques audiovisuales que hoy languidecen (y se deprecian) sus lustrosas inversiones por nuestra geografía? ¿Se les habrá ocurrido pensar al establishment que hay formas más baratas de desarrollar el nuevo audiovisual?

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