En medio del mega puente de la Constitución-la Purísmima, el inmenso colapso en los aeropuertos que atrapa a miles de ciudadanos a punto de sus vacaciones o los atascos en los accesos a las pistas de esquí, sirven para comprobar que la crisis no es homogénea.

Celebro que una parte del país consuma y haga girar la rueda de la economía. De su consumo depende, en cierta medida, la recuperación económica y empezar a remontar el grave problema del desempleo. Falta nos hace porque las cifras son dramáticas. Según el Eurostat, en España tenemos el peor registro de paro de la Eurozona. Alcanzamos el 20,7% en octubre, más del doble que la media. Entre los Veintisiete, aparte de España, los peores son Letonia y Lituania, con una tasa de paro del 9,4% y 18,4%, respectivamente. En el otro extremo, Países Bajos, Austria y Luxemburgo alcanzan un paro de entre el 4,4% y el 5%.

El problema es profundo. El 40% de los parados viven en hogares donde nadie trabaja. Estos desempleados representan aproximadamente el 8% de la población activa. Un gran obstáculo para la recuperación, justo en un momento en el que los expertos creen que la economía crecerá más, aunque el paro no bajará del 20%. Las perspectivas no son muy halagüeñas. Demasiada incertidumbre. Ya se habla de eterna burbuja económica, de crisis sistémica. Aunque seas un optimista, no puedes evitar cierto escalofrío. Falta actividad empresarial, la actividad emprendedora anda cabizbaja y los datos de creación de empresas no son alentadores. Las grandes compañías no crean empleo, adelgazan. Y entonces, ¿qué nos queda?

Si ya es preocupante el número de los parados estructurales, también lo es el número creciente de ‘nuevos’ parados. Para muchos de ellos, ésta es su primera experiencia con el desempleo. Son profesionales valiosos, sobradamente preparados. Desubicados, desorientados y desanimados. Se han quedado sin trabajo mientras el mercado laboral se estrecha a un ritmo vertiginoso. La pirámide laboral se está adelgazando por la base y la puerta se cierra, incluso para profesionales con brillante curriculum.

No quiero ni pensar en las nuevas hornadas de recién licenciados. El pasado miércoles finalizábamos la primera edición del curso de Digital Enterpreneurship, alguien me preguntaba “qué íbamos a hacer” con las nuevas hornadas de recién licenciados de carreras, por ejemplo, como Publicidad o Periodismo. ¿Alguien se lo plantea? ¿Sintonizará –por fin- la universidad con la cruda realidad? ¿Se hará algo al respecto?

El primer paso es reconocer la magnitud del problema, y el siguiente, aceptar cambios radicales. Algo difícil de aceptar en la institución universitaria, reducto para-funcionarial inmovilista más propio del siglo XIX.

Mientras, el país está en emergencia nacional, en ‘estado de alarma’ dicen, pero no por culpa de los #controladores. Se está gestando un gigantesco problema social y económico que tardaremos muchos años en digerir. No se trata de inmigrantes ilegales. Se trata de profesionales con experiencia y buenos currículums. O recién licenciados con idiomas, producto de una costosísima formación. Como país, la situación de unos y otros, es un auténtico desastre y un lujo que no nos podemos permitir. Los ‘nuevos’ parados tienen la expectativa de “encontrar” empleo, pero la realidad es que sus posibilidades son remotas. Lo peor de ser un ‘nuevo’ parado, no es serlo, es no saber durante cuanto tiempo lo vas a ser. ¿Qué cambiaría si le dices a un ‘nuevo’ parado que no encontrará empleo? Mucho. Sólo siendo consciente, hay posibilidad de prepararse y reinventarse.

Quizás por eso tengo cada vez más clara la necesidad de «Escuelas para Emprendedores». Un espacio para enseñar a las personas a «emprender con resolución acciones dificultosas o azarosas«. Y entendiendo por ‘emprendedor’, alguien que empieza un proyecto por propia iniciativa.

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