Hace un par de años un empresario me comentaba que cada seis meses tocaba revisar el desempeño, perfil y encaje de los miembros del equipo… “Todo es revisable y provisional” me decía. Él lo explicaba sencillo, iba encajando los profesionales en el momento oportuno y que cuando creía que esa posición estaba amortizada o tenía que evolucionar, hacía arriba o hacia abajo, lo sustituía por otro. O simplemente eliminaba la posición.

El comentario me dejó preocupado. Me impactó que se menospreciara tanto la creación y la consolidación del equipo. Fue una sorpresa que se obviara todo aquello de la creación y el desarrollo del equipo, la gestión tradicional del talento, la curva de aprendizaje, etc.

No se lo dije en ese momento, pero el personaje en cuestión me pareció un desalmado, un déspota, que trataba los “recursos humanos” como piezas de Lego.

Ha pasado tiempo y el contexto económico se ha vuelto extremadamente duro y competitivo. Ahora, ese modelo practicado por ese empresario y por otros muchos -por ejemplo- en la industria audiovisual desde hace muchos años, está calando con éxito y empieza a ser habitual. Las empresas se organizan cada vez más por proyectos para aprovechar una determinada oportunidad. Con objetivos concretos y con unos recursos determinados para alcanzarlo.

Se evitan cargas estructurales, se potencia la labor del especialista sea de “momento” o de “tarea”. La menor gente posible en nómina, en cierta medida cada uno es su empresa. Se requiere máxima intensidad, mucho expertise y conocimiento concentrado. Objetivos compartidos. Cuando evoluciona, porque pasa a una nueva etapa o finaliza el proyecto, se renuevan posiciones o se diluye el equipo.

Para navegar en esas condiciones se requieren condiciones especiales en ambos lados:

Desde el profesional contratado:

  1. Ser un profesional “plug & play”. No hay tiempo de adaptación ni aterrizaje. Debes ser productivo desde el primer minuto.
  2. Capacidad “pegamento” para trabajar, en equipo, con otros profesionales de la empresa o recién aterrizados.
  3. Tener una mínima “marca personal”, buena reputación y un posicionamiento claro de lo que eres
  4. Autonomía y responsabilidad
  5. Fuerte equilibrio emocional para vivir en situaciones de riesgo y de fuerte presión profesional
  6. Capacidad para vivir en red. Uso inteligente de la red. Gestión de prescriptores de primer nivel
  7. Adaptado a vivir sin estabilidad aparente, aunque luego la realidad demuestra que la idea de “vivir con estabilidad aparente” es aún más peligroso.

Desde la empresa contratante:

  1. Capacidad para liderar y gestionar a un ‘equipo A’
  2. Con menos jerarquías, más horizontal y distribuido
  3. Inteligencia y confianza en la red de contactos
  4. Alta capacidad para conectar talento
  5. Reputación
  6. Un estilo menos controlador y más basado en interacciones de confianza
  7. Empresa con lógica de proyecto
  8. Proyecto interesante… más allá de la remuneración que puedas ofrecer. Inspirar y motivar

Donde algunos ven oportunidad para hacer un proyecto viable económicamente o de “alta exigencia profesional”, otros ven “precariedad laboral”. No nos engañemos, hay un 20% de paro y los únicos que pueden crear empleo, son las empresas, no la administración pública.

En todo caso, seas contratante o contratado, hay que adaptarse. Los empleos fijos y estables son una especie en extinción. Hay que evolucionar porque las ‘empresas líquidas’ no son hecho aislado, son una tendencia. Esta metamorfosis plantea nuevos retos: cómo conseguir integrar a personas a través de un tiempo, flexible y voluble. O cómo gestionar el temor, la falta de compromiso o los fuertes vínculos de antaño. Los que lo consigan serán profesionales reputados que trabajarán en los proyectos más exigentes y desafiantes. Y las empresas que los reúnan, tendrán a los mejores en cada momento.

Post relacionados: