Aunque en el hinduismo, gurú significa ‘maestro espiritual’, en la actualidad y en términos occidentales, el término gurú es utilizado para “denominar a una persona que posee ciertas cualidades que hacen de él un experto en una materia concreta”. Aunque es un término que se emplea demasiado alegremente hasta el punto de dejarlo casi sin relevancia.

Cuando tropecé con el post Marek Fodor “7046 gurús de social media, donde cuenta la grotesca proliferación de gurús, decidí acabar de escribir este post que llevaba tiempo sin terminar. Lo empecé a partir de una anécdota personal. Un amigo me reenviaba un email, de un conocido suyo extranjero, solicitándole algún nombre de Spanish online Guru’s. Deseaba invitarme a dar una charla en la filial de una multinacional americana…

Amablemente le respondí que lo de gurú –en mi caso- no aplicaba. Le facilité algún nombre y él me respondió que era muy modesto… “Me sobrestimas” pensé, sólo soy un “superviviente”.

Los “supervivientes” somos una especie numerosa, pero no súper abundante. Con los años hemos aprendido que el tiempo pone a cada uno en su sitio. Tenemos nuestra cuota de fracasos (sí, con todas las letras), patinazos varios y también algún que otro éxito.

Hay una gruesa línea que separa a los “supervivientes” de los “perdedores” (que haberlos haylos). El “superviviente” se levanta, con celeridad, tantas veces como haga falta. Ni se esconde, ni deja de luchar. Eso marca una diferencia abismal.

Hace años, una persona por la que sentía admiración, con excelente currículum académico, buena persona, empresario y profesor universitario, me hizo una confesión: los hay que tienen la inteligencia e instinto suficientes para explotar al máximo su potencial. Aprovechan toda la capacidad para sobresalir y tener éxito. Otros, en cambio, incluso con mayor potencial que los anteriores, no lucen ni aprovechan su potencial. Los hay, como en su caso, que voluntariamente preferían estar en un segundo plano de protagonismo como única forma de preservar su reputación. Eso ¿qué sería? ¿Un “cobarde”?

¿Y que hay de los “impostores”? Bueno, probablemente cada uno tiene sus nombres… pero ¿a quién le importan? Mejor centrarse en quienes hacen algo especial en la vida, más que en los que no lo hacen, pero intentan aparentarlo.

Hacer algo especial, ser un genio no es algo innato. Como cuenta Malcom Gladwell (en su recomendable Fueras de serie. Outliers), lo que realmente diferencia a los fueras de series es “una mezcla de habilidad, suerte y voluntad de esforzarse”. Y añade “son producto de su historia, de su comunidad, de las oportunidades que tuvieron y la herencia recibida”. Es más, Gladwell cree firmemente “que si uno cambia las circunstancias bajo las que vive y trabaja la gente, puede cambiar el resultado”.

Lo más revelador es que “para construir un mundo mejor, es preciso que sustituyamos el patrón de los golpes de suerte -la fecha de nacimiento y los avatares afortunados de la vida- y las ventajas arbitrarias que hoy determinan el éxito, por una sociedad que ofrezca oportunidades a todos”.

Entonces, seguirá habiendo “impostores” y pseudo-gurús, pero ya no quedará excusa alguna para los “perdedores”.

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