Ayer mantuve una charla con un emprendedor. Un informático, próximo a los cuarenta años, que después de quince años empleado en una reconocida organización, decidieron prescindir de él sin previo aviso.

Después de rehacerse del impacto inicial tomó dos decisiones importantes: tenía que cambiar de chip y reciclarse. Con parte del dinero cobrado por la indemnización, seleccionó el máster que consideró más rentable de cara a su futuro.

Para profundizar en los nuevos conocimientos, decidió ya hace unos meses, arrancar un blog personal. Por aquello de obligarse a explorar, ordenar, compartir conocimientos y experiencias. Ayer me comentaba alborozado algunos trucos SEO que había descubierto sobre la marcha.

Ya con el máster iniciado, fue madurando la idea de su negocio. Ayer me lo explicaba. No quiere conquistar el mundo, quiere explotar un (sorprendente) nicho, que no revelaré por razones obvias. Si todo va sobre lo previsto, abrirá en julio o muy probablemente en septiembre. Me comentó desde los pedidos y el arriesgado stock inicial, hasta las promociones de lanzamiento.

Es conocedor de los riesgos asumidos. Se está jugando su dinero, de su bolsillo. En su visión terrenal y pragmática, pero con la boca pequeña, me confesaba que tenía plan B por si el proyecto no funcionaba. No era pesimismo, era el realismo de una persona consciente de sus opciones. Está apasionado con su proyecto, pero sabe que la vida es un gran tablero donde a veces se pierden partidas.

Puede que para algunos la partida sea simplemente una sucesión de decisiones tácticas, a menudo no relacionados entre sí. Aparentemente se gana o se pierde casi por azar. Otros en cambio, lo gestionan y adquieren un control que los errores más graves van desapareciendo. A partir de entonces, el juego se define a favor de quien posee una mejor comprensión de cómo jugar una determinada posición, un mayor entendimiento estratégico.

No siempre se ganan las partidas, porque aquí juegan muchos elementos. Pero hay que espabilarse y mover las piezas con criterio, porque la partida se juega y el reloj corre, quieras o no quieras.

Desconozco el potencial de ese negocio. No sé si es un futuro caso de éxito o no. Sólo sé que es un placer dedicarse a la docencia, compartir y conocer gente con iniciativa dispuesta a arriesgar y ganar la partida. Ayer aprendí la táctica del sacrificio.

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