Dialogaba con un pequeño productor de contenidos acerca de cuál pensaba él que tenía que ser la estrategia de un jugador pequeño. Él proponía la respuesta ortodoxa: crear valor en su propiedad intelectual. Es decir, crear contenido de autor, muy de autor. Y lograr para ese contenido la máxima distribución posible a cambio de llevarse un porcentaje de la venta de sus derechos, los ingresos que generara la explotación publicitaria o de unos posibles fees de marcas integradas en el contenido.

Me dio que pensar. La respuesta a esa premisa un poco antigua es que –en teoría- sólo es válida en parte, porque hay que tener en cuenta otras variables:

  • La ventana temporal es fundamental. Toda marca (de contenido) tiene su ciclo temporal. Hay que hacerlo en el momento adecuado, ni antes ni después. El contenido es perecedero.
  • Que la economía de la ‘propiedad intelectual’ salta por los aires con la democratización de Internet…
  • Y…aunque algunos me tachen de hereje, más importante que la ‘propiedad intelectual’ son los usuarios. Para mí esa es una de las grandes lecciones de los últimos años. La ‘propiedad intelectual’ per se, tiende a generar cero euros de ingresos. Como creador de contenidos tienes que saber que compites en el negocio de la ‘economía de la atención’, no en el negocio de la ‘propiedad intelectual’. El negocio de la ‘propiedad intelectual’ tiende a «no existir» o a transformarse muy profundamente en la arena digital.

La existencia de una ‘economía de la atención’ es de Michael H. Goldhaber, que en 1997 ya afirmaba que asistíamos a la transición de una economía de “base material» donde la moneda es el dinero, a una «economía de la atención» donde la moneda es la atención. Es decir, una economía donde el bien escaso por excelencia es la atención del público.

Por tanto la lucha es por conseguir «cuota de atención» del público. Desde siempre se ha dicho que para conseguir «cuota de atención» bastaba con invertir cantidades ingentes de dinero en publicidad (en modo broadcast). Afortunadamente en la Red, las cosas han cambiado mucho. La atención no depende de tu inversión publicitaria, depende de otros factores más importantes.

Cuantos más dispositivos conectados y mayor ancho de banda tenemos, mayor crecimiento de la información recibimos (y emitimos). Con ese incremento exponencial de información, disminuye la cantidad de tiempo (atención personal) que una persona puede dedicar a cada información que recibe… disminuyendo cada vez más. Con lo que al final tenemos un gran problema que se va agravando con el tiempo: a mayor «ancho de banda» y dispositivos conectados, menor capacidad de «atención personal».

Para los creadores de contenidos hay esperanza. El problema –para los que defienden el monopolismo de la propiedad intelectual- y la solución, ya la escribía hace tiempo DeUgarte “la esencia de la web2.0 al fin es la aparición de repositorios masivos (p.e. Youtube) que son el resultado de la puesta en disposición de materiales por una gran masa de usuarios distintos que generan un poderoso efecto red pone el pelicro el atractivo de hacer valer los derechos legales monopolísticos: el valor de lo que pongo a disposición de la red siempre será menor que lo que pertenecer a la red me ofrece”.

Y la solución “dada la lógica de las comunidades distribuidas, cuanto más uso se haga de aquello que yo comparto y ofrezco mayor será el valor presente que la sociedad adjudique a mis creaciones futuros.”

Esa es la razón por la que creo en un proyecto abierto y colaborativo en el entorno del entretenimiento, rodeado de productores talentosos, pero focalizándome en la identificación de ese talento, la distribución del contenido (platform agnostic) y la creación de una metacomunidad. Tan fácil de decir y tan difícil de hacer.

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