Ayer tenía ocasión de hablar con un familiar empresario. Me preguntaba por mis últimas vicisitudes. “¿Cómo es posible que no os financien?” Me preguntaba retóricamente. “Aunque siempre hemos cumplido, no encajamos con la ortodoxia bancaria actual” le respondía lacónicamente.

A partir del momento que en la línea propagandística actual del Gobierno, expresada por el secretario de Estado de Economía, José Manuel Campa, se dice que es clave un nuevo modelo centrado en la economía del conocimiento y del I+D, hay que desconfiar. Las declaraciones son unas, pero la realidad de los hechos apunta en otra dirección.

Con tanta cortina de humo, igual nos hemos pensado que podemos recolocar a los 4 millones de parados (ó eran 5?) en esa “economía de conocimiento”. O mejor aún, los convertiremos en emprendedores. Esa especie de héroe contemporáneo a la que están empujando a convertirse a gente ilusionada, con un destino incierto. Esto no va de heroicidades, poses, ni proyecto épicos. El tejido de pymes las está pasando magras, por muchas razones pero esencialmente, porque el dinero no llega a donde se supone que tiene que llegar. Eso es una amenaza gigantesca y nadie hace nada real para solucionarlo (nótese que empleo el verbo “hacer”, no el verbo “decir”).

A la mínima que te descuidas, la dinámica te expulsa del sistema. Hay un círculo vicioso imposible de romper. Con el grifo crediticio bancario cerrado, invertir en proyectos de futuro, suena a guasa para una pyme, aunque lo diga todo un secretario de Estado de Economía o el propio ZP. Por tanto, aquí sólo hay dos alternativas: o tener mucho dinero o deber mucho (mucho) dinero a los bancos.

Del resto, como dice Gonzalo Martín, parece que sólo cuentan las ferias y saraos “para hablar de nuevas tecnologías, que gastan más en canapés que en el dinero que dan a las empresas de nuevas tecnologías que arrancan”.

O los Campus Party gubernamentales repletos de ciencia, con enormes y modernas pantallas carísimas para proyectar twitts (sin duda, indispensable). Y todos esos stands de colores con letras enormes… cada uno de ellos se lleva más que cualquier start-up que quiera arrancar un recién graduado o doctorado.”

El loado sistema bancario español también tiene algo que hacer al respecto. Como reflexionaba Alejandro SuarezAlgunos deberían hacer menos premios para emprendedores y abrirles más las puertas de sus sucursales”. Y no vale alegar que son dos empresas diferentes. Si compartes marca, hay que asumir esa responsabilidad siempre, no sólo abrazar la estrella cuando interesa.

Por si alguien no lo tiene claro, a todo esto como dice Gonzalo, se le llama decorado.

Al margen del dinero, hay más cosas. Como postula Seth Godin hay que transformarse en ‘Imprescindible’. No es un alegato para que la gente deje su trabajo, ni para convertirse en emprendedor. Godin sugiere vivir con muy poco, pasar olímpicamente de las normas, ser capaz de convertir tu conocimiento y experiencia en el epicentro de tu empresa, vida y seguidores, y quizás puedas construir tu oportunidad.

Y recuerda, no vale lamentarse. Si no, hazte florero o figurante, encajarás a la perfección en la nueva economía del decorado.

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