Sostenía Jean Baudrillard, profeta de la posmodernidad, que “el mundo entero ya no es real sino que pertenece al orden de lo hiperreal y de la simulación. No se trata ya de interpretar falsamente la realidad (ideología) sino de ocultar que la realidad ya no es necesaria”.

El marketing 1.0 está abonado a la hiperrealidad. Se recrea y le gusta simular algo que en realidad nunca ha existido. La publicidad 1.0 contribuye decisivamente a la construcción de esos universos hiperreales. Se convierte en un lugar de simulacro, ya que las imágenes proyectan realidades imposibles, a veces ridículas. Intentan activar el deseo de las personas, aunque su satisfacción casi nunca resulta como recrea la publicidad. No buscan reproducir la realidad, sino construir ficciones gratificantes en nuestro imaginario cultural.

Hasta hace poco, la mayoría de estas acciones habitualmente masivas, presuponían que la gente iba a tener una respuesta positiva automática. Pero las cosas están cambiando. Fundamentalmente en el proceso, también en los actores protagonistas del mismo, porque la hiperrealidad sigue “existiendo”.

Los social media son una fuerza poderosa que contribuyen a ello. Aunque de una forma diferente. No sólo no garantizan que hacer un mensaje con una intención sea recibido de la manera planeada, a menudo sucede justo lo contrario. Esto tiene consecuencias importantes. Una de ellas, es que los especialistas en marcas, en su genuina versión 1.0, son una especie en extinción. Su manual no funciona. Siguen apelando a lo mismo, más por inercia y por interés propio, que por eficacia.

El impacto en la profesión es –y será- altísimo. Lo que viene son especialistas en personas. No es una cuestión estética, ni de moda. Se necesitan profesionales que piensen en personas.

El oficio se complica enormemente. La vida fácil del profesional de marketing se terminó. En el pasado cualquier mequetrefe profesional podía hacer publicidad y dedicarse al mundo de la marca. Esto cada vez será más difícil. Hay inflación de mediocridad y demasiados fantasmas que intentan vivir del pasado. La profesión de marketing, ni estará tan bien pagada como antaño ni ocupará a tanta gente. No porque se necesite menos gente, sino porque no accederá cualquiera.

El movimiento tectónico tiene consecuencias dramáticas para la profesión. No se trata de hacer un video de marca y moverlo por la red. Tampoco montar un patético grupo en Facebook, ni de cambiar el spam del email por el de Twitter.

Demasiados profesionales de marketing siguen embelesados en su primitivo sueño hiperrealista, particularmente onanista. Nos taladran con sus discursos con los que sólo consiguen aumentar el ruido, convertido definitivamente en paisaje.

Pero los que nos creemos los social media estamos en otra honda. Sí, también hiperreal, pero diferente. Los social media no nos despiertan de nuestra incapacidad de distinguir la realidad objetiva de la subjetiva. La transforman. La hiperrealidad clásica, creada con la complicidad de los medios de comunicación que modelaba y tamizaba nuestra percepción, se ha encontrado con un elemento poco dúctil y difícil de gestionar, la interacción social.

Hemos creado una realidad que a veces converge y otras veces diverge. Otras se solapa. Una hiperrealidad con diferentes mimbres y con otra apariencia. Acaso más próxima, más auténtica, más democrática, más nuestra…. Más social, pero igualmente hiperreal.

Somos gregarios y consumistas. Como dice Baudrillard Nuestro apego por el mundo de los signos y a su interacción, nos hace adictos a una realidad consensuada con la que nos identificamos, en la que nos desenvolvemos y en la que todos están de acuerdo”. Puede que la interacción social nos haga ser más justos, pero lejos de atenuar la hiperrealidad, la amplifica de forma diferente. Seguimos viviendo una «realidad a través de intermediarios«, la diferencia es que ahora nosotros también intermediamos y constituimos –como social media- una red infinita.

Lo que cambian fundamentalmente es su proceso de construcción y desarrollo. Las reglas de juego han evolucionado. Ahora los consumidores lo tenemos más fácil que nunca en la búsqueda de anhelada felicidad y satisfacción, de nuestra individualidad socializada.

Para quien ha cambiado todo, es para los anunciantes, las marcas y los profesionales de marketing. Nunca volverá a ser igual.

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