Tratando de volver a mi terapia personal del blogging, he decidido escribir un post sobre un aspecto tan sensible como resbaladizo: el ego en los proyectos. Para empezar una contradicción. Donde algunos ven “ego social” mantener vivo un blog, otros –en los que me encuentro- destacan su carácter terapéutico. Pensar, ordenar, escribir, compartir y dialogar, ayuda y enriquece.

Seguramente esta es la razón por la que creo que ha llegado el momento de reflexionar acerca del ego. No de forma general, sino en concreto pensando en dos de los proyectos a los que más energía les he dedicado los últimos años.

El primero, Nikodemo. Pocas veces se han reunido bajo un mismo techo tres personalidades tan diferentes como el trío de accionistas actuales de la empresa. A saber, Niko, Raúl y el que escribe. Somos tan diferentes que sería difícil escoger tres elementos más raritos entre si. Pero contrariamente a los postulados darwinistas, puede que esa diversidad sea el factor clave del éxito.

La empresa pasa –y seguirá pasando- por una gran transformación. Tal como me recordaba uno de mis socios recientemente “de ser un grupo de amigos a ser una empresa”. Palabras que resumen de forma suscita las edades de Nikodemo.

Si las condiciones del mercado evolucionan, los retos, los proyectos… y las personas, están obligados a ello. Al fin y al cabo, aunque somos una organización atípica y poco convencional, tenemos suficiente “inteligencia” para solucionar problemas nuevos, procesando la información y reestructurándonos para mejorar nuestra adaptación a las nuevas condiciones ambientales. Y algo fundamental, que agradezco muy sinceramente a mis socios, la importancia de no tomarnos excesivamente en serio a nosotros mismos. Algo que he aprendido de ellos, que relativiza y relaja notablemente la angustia de determinados momentos y evita más desgaste personal del estrictamente necesario.

Por más que a veces nos inviten a explicar el “caso Nikodemo” no nos creemos ser ejemplo en nada. Y por supuesto, en una empresa con un alma tan creativa como algo irreverente, hemos tenido nuestros momentos malos y otros de muy malos. Algo que muy pocos llegan a sospechar.

Como ya he comentado en post pasados, conviene aprender a vivir sin verdades ni valores absolutos. A pesar de que nuestra educación se haya forjado en gran medida en ese absolutismo. Quizás por eso es cada vez más aconsejable huir de los manuales clásicos del management y buscar acomodo en otras referencias. Para mí, una de ellas sería los escritos de hibridistas de Salvador Pániker (y su muy recomendable “Asimetrías”)

Asegura S.Pániker que estamos inmersos en una era de «fluidez» en la que los valores son cada vez más «relativos, móviles, provisionales». De hecho, entre esa maraña de incertidumbre, he aprendido la especial trascendencia que ocupa la gestión de egos en los proyectos. Acaso como apunta Pánikeres un hecho establecido que la disminución del egocentrismo es proporcional al aumento de la capacidad de empatizar con el prójimo”. Y sin empatía, las relaciones humanas en que se sustenta cualquier proyecto son un imposible.

También en el Idec_UPF: Master de Marketing Directo y Digital del Idec-UPF, tengo mis socios. Josep-Maria, Antonio y Jordi. No te creas que todo ha sido fácil y sencillo. El viaje que empezamos hace cinco años para conseguir lo que hoy es un prestigioso Master, no ha estado exento de momentos complicados y difíciles. Y no sólo me refiero a los inicios.

Afortunadamente somos distintos. Cada uno tiene habilidades diferentes y deber ser honesto consigo mismo para aceptar su rol, aunque suponga distanciarse del ego.

Continuando, S.Pániker propone que “El quid está en encontrar algo más importante que tú mismo. El ego es necesario para vivir, como los pulmones y los riñones, porque si careces de él se te come el que tienes al lado. Ahora bien, como postulaba Jung, la primera parte de la vida has de dedicarla a construir un ego fuerte, y la segunda a deshacerte de él, a quedarte solo con uno de carácter funcional.”

A los que la codicia nos aburre, creemos que el éxito no se mide por lo abultado de cuenta corriente, ni por el poder que acumulas, sino por la curiosidad intelectual que albergamos, la ilusión por compartir nuevos proyectos y el crecimiento de los mismos.

Nadie quiere embarcarse en proyectos con socios egocéntricos, pero tampoco con socios sin personalidad, ni robots. “No hay que tratar de vivir sin ego, sino vivir sin identificarse en exclusiva con él” defiende Pániker, aconsejando “que nuestra sensación de identidad se expanda más allá del ego, aunque sin anular a éste”.

Tus socios te lo agradecerán. El resto del equipo, también.

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