A menudo partimos de creencias que con el paso del tiempo establecemos como convenciones inmutables. Son hábitos, tradiciones, presuntas reglas o una lógica compartida, que por diversas razones y circunstancias consideramos grabadas en piedra.


La gente teme los cambios. Tiene miedo a lo diferente y le da pánico arriesgar. Desconfía de todo aquello nuevo. Los orígenes, la cuna, influyen poderosamente, pero afortunadamente no de manera irreversible.


Si ya es difícil cambiar el chip de una persona, ya no digamos en el caso de organizaciones. Algunas lo consiguen. Son organizaciones capaces de transformar consciente o inconscientemente su negocio, su mercado.


Soy de la opinión que la innovación puede ser casual, por instinto, por “suerte”….pero su explotación posterior no tiene nada de casual. Salvo que ese cambio de chip lo hayan convertido en innovación de valor, explotable y sostenible en el tiempo, poca futuro tiene. Se necesita gestión, planificación (sin excesos), de lo contrario, en algunos casos, se “cede” esa innovación a otros más rápidos y espabilados.


Algunos competimos en mercados difusos. Donde no es fácil ni evidente transformar ese supuesto valor en algo monetizable. De la teoría a la práctica, hay un largo trecho.


En ocasiones, incluso no es nada obvio identificar con claridad quienes son tus competidores. Hace un par de días, alguien cuya opinión considero relevante, me lo decía “te falta competidores que hagan lo mismo”. “Estás creando una categoría y el grueso de tus clientes potenciales todavía no acaban de tenerte ubicado”.


Ese es nuestro gran reto. Respecto a los anunciantes porque una gran mayoría nos ven como un soporte “experimental” y respecto a los consumidores porque la cosa de pagar por contenidos o por aplicaciones es un hábito nada arraigado.


No es sencillo mantener la paciencia y la perseverancia, esperando que la “presa pique”. ¿Conjeturas? Suponemos, estamos convencidos, que allí hay un banco de peces. Pero la pesca, como en los negocios, depende del “acierto” de estar en el momento adecuado y el sitio adecuado, es una parte fundamental de la ecuación para el éxito (bueno al menos eso creo). Apple, primero con iTunes y después con App Store, le ha dado la vuelta. Y ahora todos Nokia/Ovi, Google/Android Market, Intel,… apresuradamente a imitarlos.


Una ejecutiva de una multinacional discográfica me decía minutos después de tirar abajo una propuesta de colaboración, un agradecido “tenías que intentarlo”. La sensación es que en demasiadas ocasiones nos auto-limitamos por nuestras propias barreras mentales, que no siempre son reales.


La actitud debe ser “como no sabían que era imposible lo hicieron” aunque a veces tengas la sensación de luchar contra gigantescos enemigos, caminando por el filo de un alambre y con un tremendo nudo en el estómago.

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