Leía el artículo de Joaquim Ramis, CEO de Proximity, acerca del Espíritu de garajeHarley y su amigo Arthur Davidson en Milwaukee a principios del siglo pasado; los Steves, Jobs y Wozniack, de Apple, en California en 1976, por no hablar de la legión de grupos musicales cuya génesis de éxito se fraguó en ese mágico espacio: el garaje”.

Desde grupos musicales, hasta famosas start ups fraguaron la génesis de su éxito en ese espacio inspirador. La historia empresarial está repleta de nombres míticos, pero sería negligente olvidar el número imposible de los que lo intentaron y no lo consiguieron.

Fueran éxitos o no, el garaje sintetiza un espíritu con unas pautas de comportamiento sobre los que merece la pena reflexionar un momento. Más en tiempos de incertidumbre, confusión de conceptos, y escasez de compromiso y responsabilidad.

Curiosamente Joaquim lo refiere al mundo de la agencia de publicidad. Una industria a la que he dedicado bastantes años de mi vida profesional y conozco bien. Esencialmente los resume en siete principios, que son:

1) concentrarse en lo imprescindible,
2) la sintonía y el talento del equipo (con actitud anti-ego)
3) la meta común (excelencia),
4) involucración del líder,
5) divertirse trabajando,
6) controlar lo que ocurre (compartir información, colaborar),
7) la presión por la supervivencia (no parálisis, no acomodación),

La lectura pausada y posterior reflexión de esta lista, hace que se me antoje incompleta. Casualidad o no, leía una interesante entrada en el

blog de Kim Ruiz sobre Cómo convertirse en una empresa que transforme el mundo. Kim apuntaba algunos aspectos que creo que completaban la anterior lista:

8) Adaptabilidad y flexibilidad
9) Rapidez: no jefes, sí proyectos. No lanzamiento, sí tunning continuo

Buena inspiración para mi reunión general en Nikodemo. Se necesitaba una arenga colectiva. Con una de fría y otra de caliente. Transmitir al equipo el empeño en encontrar lo mejor, pero estar preparado para lo peor. Con un gran objetivo: combatir la inercia o la increíble rapidez con la que las organizaciones se atontan y amodorran.

Pienso en lo lamentable y a veces casi obsceno, como la gente prioriza los derechos antes que los deberes. El arraigado comportamiento de engordar el saco de los derechos adquiridos, con la misma facilidad que se olvidan los deberes. Contra eso, sólo se me ocurre la necesaria tarea de mantener la tensión permanente. Nos va la supervivencia.

Por otro lado la gestión del optimismo que emana de la falsa sensación que al final “todo se arreglará”. Sin poner los pies en el suelo, casi sin bajar del autocar. ¿Cómo mantener el equilibrio?

En ocasiones siento impotencia por no conseguir hacer partícipe del privilegio experimentado, por la increíble oportunidad de participar activamente en el nacimiento o transformación de una industria. Una transformación -quizás un éxito- que en pequeñas compañías sólo se fabrica siguiendo a rajatabla los principios del “espíritu de garaje”.

Los riesgos de cualquier organización son demasiado numerosos para enumerarlos. Desde los derechos adquiridos, al optimismo desmesurado, pasando por la parálisis por miedo o burocracia. Lo único bueno de la crisis es que activa todos los sistemas de alerta y contrarresta el pensamiento voluntarista que nos dificultan pensar de forma clara y realista.

La adversidad te pone con los pies en el suelo. A nosotros nos está ayudando a tomar decisiones rápidas y contundentes. Tanto dentro como fuera de Nikodemo. Decisiones que a priori parecen audaces y nos empuja a dar pasos que quizás no habríamos dado con otro escenario. Decisiones, que una vez ejecutadas, te preguntas por qué no las has tomado antes.

Como apunta Kim, hay que generar diversión para soportar la ardua tarea de persistir y perseverar en el trabajo de crear e innovar. Creo firmemente que el éxito es, en gran medida, fruto de esas 10.000 horas de trabajo a las que se refiere Malcom Gladwell y su Fueras de serie. Outliers. Quizás ese sería el décimo punto del “espíritu de garaje”. Sí, estoy convencido…


10) Esfuerzo, trabajo… y no esperar sentado a la inspiración divina.
Diez puntos para no confundir al espíritu de garaje con la cómoda cultura del parking, que como te puedes imaginar, es lo diametralmente opuesto.

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