Cuentan que Silicon Valley se desarrolló gracias al juego de interés y a las relaciones profesionales que se implicaron e invirtieron en los negocios. Se cobraban el trabajo con acciones de las compañías que ayudaban. Un modelo complejo, de altísimo interés, que ha acabado desarrollando el mejor ecosistema empresarial del mundo de start ups de base tecnológica.

La práctica del pago en especies está bastante extendida. De hecho, mi historia en Nikodemo empezó de forma similar. Hoy en tiempos de ajuste de gastos, todavía es más usual. Confío que esta práctica se extienda todavía más entre el mundo empresarial, sería síntoma de buena salud emprendedora, que falta nos hace.

Hace unas semanas coincidía con un emprendedor que me comentaba su proyecto en una charla de café. Además de tener las ideas muy claras y su futuro modelo de negocio absolutamente estudiado, buscaba partners que se sumaran a su iniciativa. Profesionales cualificados que aportaran conocimiento y horas de ejecución, a cambio de una participación accionarial. Le recomendé unos nombres con los que confío que lleguen a acuerdos.

Este tipo de relaciones, nada tiene que ver con aquellas compañías grandes e importantes, que se acercan a start ups o emergentes gacelas (que tienen apetito por el crecimiento y por hacer grandes cosas). Merodean con el supuesto propósito de echar una mano. Algunas tienen buenas intenciones, la mayoría sólo buscan aprovecharse del talento y de la inercia positiva de las indefensas gacelas. Aunque lleven alas no son ángeles, son buitres. Ojo con ellos. Hacen perder el tiempo…y el dinero.

Es lícito y siempre ha ocurrido. El fuerte intenta ejercer su dominio y así sigue ocurriendo por más que la industria del entretenimiento esté en aguda transición. Conviven modelos tradicionales con iniciativas emergentes de creación de contenido multiplataforma, comunidades de marca y demás especies. Hay una lucha enconada por atraer la atención del público y explorar el modelo del futuro.

Nadie escapa a la evidencia que los contenidos de calidad son caros. Requieren de inversiones elevadas y de mucho tiempo de desarrollo. Pero ni dinero ni tiempo son sinónimos de éxito, menos cuando nadie ha conseguido demostrar viabilidad con los “nuevos modelos” alternativos. O sea que sigue siendo indispensable pasar por el tubo de la industria tradicional, dominada por elefantes, para hacer sonar la caja registradora. Llámese cadena de televisión, gran distribuidora de cine, grandes productoras, grupos multimedia, etc.

Puede que la desintermediación y la ilusionante democratización del mundo del entretenimiento no sea una utopía, pero todavía queda mucho por recorrer. El tamaño y el músculo económico que lo facilitan, son aspecto necesarios. Aunque las ventanas de notoriedad actuales (¿TV?), se me antojan aún más indispensables.

Por eso es sería recomendable que los que estamos a este lado del tablero, híbrido de audiovisual e internet, juntáramos energías, esfuerzo, talento. … creando nuevos ecosistemas empresariales y quizás proyectos conjuntos. Porque a estas alturas, sólo confío que puedan prosperar las relaciones entre iguales. Con reglas de juego claras, focos parecidos y prioridades compartidas.

El mito de los emprendedores como héroes solitarios es eso, un mito. Ni dúos, ni tríos. La gacela necesita un ecosistema, con sus elefantes y sus buitres.

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