El problema de leer libros como “2020 un nuevo paradigma” de Robert J. Shapiro es que hacen pensar. Shapiro habla extensamente de la época de cambios que estamos viviendo y los que nos quedan por delante.

No se trata de ninguna visión apocalíptica sino de abordar los retos que nos esperan los años venideros porque, en sus propias palabras, «no hay modo de escapar a este futuro. Ningún país posee ya la libertad de decidir que no acepta lo que le depara la demografía, la globalización o el nuevo mapa geopolítico

Una de las conclusiones a las que se llega después de su lectura es que los países que vivimos instalados en el “estado del bienestar” y que a su vez nos permitimos ser de los menos productivos, Europa en general y España en particular, lo tenemos crudo.

En el contexto español, en el que hemos perdido casi todos los trenes, pintamos más bien poco en un escenario globalizado, donde las nuevas mega corporaciones –“basadas en las ideas”- son las que tendrán la primacía mundial.

La excusa del reducido mercado interno, no cuela. Suecia ha producido alguna de las compañías más grandes del mundo.

La ambición funcionarial de una gran parte de la población, la carencia de empresarios con espíritu emprendedor o la falta de directivos de nivel mundial, es un espejo de las políticas restrictivas, la miopía del bienestar o la esclerosis burocrática respecto a emprendedores que quieren iniciar sus propios negocios, así como a las empresas ya existentes que quieren expandirse y son una amenaza para el establishment del país (¿te suena de algo?).

Las contradicciones son lacerantes. ¿Ejemplos? Pregonar que apuestas por la telefonía móvil de última generación, y luego tener el reglamento de colocación de antenas más restrictivo a nivel mundial. Eso no es muy coherente. O llenarse la boca de espíritu emprendedor y luego engordar y saturar la nómina funcionarial con personas afines al partido de turno

La economía basada en las ideas, metáfora desde hace muchos años, ahora es real. Como dice Shapiro, “Desde mediados de 1990 las compañías estadounidenses han invertido tanto en intangibles (propiedad intelectual, patentes, marcas, bases de datos, capital humano,..) como en todos los activos físicos”. Esos que interesan a los bancos españoles –los activos físicos- cuando vas a pedir un crédito o una línea de descuento….

Crear y aplicar nuevas ideas valiosas, hacer cosas diferentes, superar a las anteriores, mejorar, innovar… ha sido siempre el factor que más determina sobre cuánto progreso económico hacía un país y sus ciudadanos. Actualmente en EEUU “los dos tercios del valor de una gran compañía proceden de lo que sabe, de las ideas y las relaciones que posee”. Aquí se sabe -más o menos- la teoría, pero se suspende la práctica.

Ante la imposibilidad política de romper los tabúes de una sociedad aletargada, con medidas drásticas como bajar el coste del despido, rebajar subsidios de desempleo, echar a los funcionarios inútiles u ociosos. O como se ha demostrado, la inoperancia de mejorar las condiciones para el acceso a la financiación bancaria o inversión de capital riesgo. El país tiene que dar un paso adelante. Aunar voluntades, esfuerzo y energía para crear el primer “plan ADO” dirigido a crear nuestros campeones empresariales (inspirado en los programas de ayuda al deporte olímpico)

Ningún país, ni gobierno, pueden permitirse mantener unas condiciones adversas para los emprendedores ni para que las empresas se desarrollen. En el contexto español tenemos un grave problema. Quizás por ello, ha llegado el momento si no de “fabricar”, sí de “facilitar” la creación de potentes empresas innovadoras.

No se trata de hacer crecer compañías a base de esteroides anabolizantes, eso distorsionaría la “competición”, pero sí de desarrollar empresas (plural) que compitan por subir al pódium olímpico. No es patriotismo, es pragmatismo.

Creando redes de alto rendimiento empresarial. Ecosistemas formados por los actores más relevantes (Administración, universidad, escuelas de negocio,…) donde los mejores proyectos puedan contar con el mejor entorno posible para innovar, desarrollarse, crecer y triunfar.

No insinúo que el estado tenga que dedicarse a “incubar” negocios, sino a “facilitar de forma activa” la creación de un entorno con condiciones favorables y enfocado para el desarrollo de proyectos de gran potencial.

No sólo es cuestión de inversión y/o financiación. También me refiero a un entorno capaz de facilitar en acceso al mejor capital intelectual y político posible. Los mejores. Activos que hace que las empresas pueden convertirse en grandes compañías con aspiraciones globales…

No podemos escapar al resultado de los movimientos tectónicos globales, pero sí que podemos evitar diluirnos definitivamente en lo que Shapiro se refiere abiertamente de la “nueva economía de la decadencia” de Europa y Japón. Y aunque no podamos escapar a ese futuro, sí que podemos mejorarlo.

Así las cosas, más valdría dejar de fanfarronear con los triunfos deportivos, auténtico “bálsamo del pueblo” o chute de autoestima para nostálgicos del apergaminado Imperio español, y empezar a ocuparse de “¿quién se ocupará de nuestra jubilación? ¿Qué posibilidades de empleo tendremos? ¿Qué lugar ocupará Europa y España en el nuevo reparto de riquezas?”

Aunque la lectura inspiradora de Robert J. Shapiro, antiguo subsecretario de comercio de EEUU y figura de referencia de Hillary Clinton o Barak Obama, es opcional, lo que debería ser cuestión estratégica, es impulsar con decisión a los emprendedores innovadores. Ya acumulamos demasiado retraso.

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