Sigo con gran interés lo que empieza conocerse como “La guerra contra la marca blanca” (también conocida como la “guerra contra Mercadona”). Y es que su movimiento estratégico de eliminar el 10% de los productos de sus supermercados, está provocando un auténtico tsunami en la distribución y en los fabricantes en España.

El episodio hasta hace poco sólo reservado a la prensa económica y a la especializada está recibiendo tratamiento de portada en prensa general. Ya se sabe que todo lo que suene a “crisis” tiene barra libre en portada.

También ha habido tiempo para la aparición de los expertos que avisan de los riesgos apocalípticos que vendrán con las marcas blancas, hasta el punto de afirmar sin ambages que desincentivará la innovación de gran parte de la industria.

Personalmente me suena a exageración, casi a excusa. Eso o habría que mirar si países como Alemania, que nos llevan bastante ventaja en lo del consumo de las marcas blancas, innovan más o menos que nosotros.

Otra cosa será a qué tipo de innovación nos referimos. Me explico. Durante mucho tiempo, demasiados fabricantes han abusado de las innovaciones más bien “cosméticas”. Puro maquillaje “más de lo mismo”, con apoyo del arsenal publicitario, para justificar poco más que los incrementos de tarifa. Hoy, con el consumidor mirando hasta el último céntimo, el producto desnudo en el lineal y en un entorno hostil, vienen las lamentaciones.

Probablemente veamos en un futuro muy próximo, como determinadas extensiones de marca, reducen la numerosa familia. Nada trágico, oiga. Familias numerosas nacidas bajo el multimillonario paraguas de los grps, algo que empieza a sonar a historia pasada.

El espejismo de la extensión de línea ha llevado a algunos directores de marketing a creer en sus fantasiosas segmentaciones de clientes, a buscar deseos insatisfechos inexistentes para consumidores imposibles, a colocar su excedente productivo, etc…

La proliferación de las líneas de producto ha agotado la paciencia de la distribución. La trampa de la fidelidad a la marca, engaña. Por más prótesis o miembros que añada a la familia, el consumidor no come más, ni bebe más, ni se limpia más el cabello.

Sólo en contadas ocasiones las extensiones de línea amplían la demanda total de una categoría de producto. Aunque el efecto cortoplacista, convenza a directores de marketing miopes, lo cierto es que la canibalización, la dispersión de recursos económicos y el cabreo de la distribución acaba resultando implacable a medio plazo (o sea hoy).

La receta para subsistir es conocida: centrarse en productos ganadores, focalizando la innovación generadora de auténtico beneficio y valor para el consumidor (y el cliente), conocer muy bien al consumidor y crear fuertes vínculos con él, con un enfoque no a corto, sino a largo plazo. ¿Se enterarán algún día los fabricantes que la lealtad de su consumidor es de los pocos argumentos que les vacunan contra la dictadura de la distribución? Eso o bajar los precios hasta el suicidio.

Personalmente siempre tuve la queja de la excesiva gama de opciones en el lineal, en demasiadas ocasiones con una evidente falta de lógica. Mis plegarias han sido escuchadas. Pero ojo, de la misma que los fabricantes hinchaban sus extensiones de líneas y su innovación cosmética a ritmo de grp, la maldición puede recaer ahora en una distribución, que de forma ¿unilateral?, obliga a pasar por el tubo a su clientela.

Es un decir, pero supongo que Mercadona habrá preguntado a su clientela antes de tomar tan drástica medida ¿Es así Sr.Roig? De lo contrario puede que su competencia haga bien en frotarse las manos.

Mi impresión es que el precio va a ser un atributo imprescindible para la mayoría de los productos de gran consumo, que los fabricantes, ajustarán los precios, sí o sí (porque sino no venderán nada en ningún sitio), que continuarán innovando (porque sino desaparecerán), pero tendrán otra distribución como aliada… Interesante guerra.

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