Dicen que lo que no puede ser, no puede ser y además es imposible. Esa es la sensación que me ha quedado tras unos meses intentando plantear formas de explotación del negocio musical. Después de varias reuniones con gente de la industria estoy desesperado, triste…y cabreado.

Cuanto más conozco la industria musical, más entiendo porque se ha ido al carajo su “antiguo” negocio, más comprendo su declive.

Ayer tuve una reunión con una importante discográfica. Muy buena gente. La reunión comenzó con una reflexión en voz alta, de una importante ejecutiva, sobre las ventas en soporte físico y en canal online. Para resumirte sólo diré que rezumaba a queja amarga, nostálgica. Las ventas, incluso de los top de la lista, eran –literalmente- “para echarse a llorar”.

La industria discográfica está obligada a explorar y experimentar nuevas vías de comercialización, tanto de promoción como venta. Le va su existencia en ello. Pero en realidad, el reto ya no es crear y desarrollar formas creativas e innovadoras de promoción y venta de la música. No. El “gran reto” es como “diantres esquivamos a la SGAE”.

Sonará raro que estando en la industria de contenidos, me posicione tan radicalmente en contra de la SGAE. Aún sorprendería más saber como algunas discográficas -muy importantes- se quejan veladamente de lo absurdo de la SGAE. Incluso del miedo, que no respeto, que le profesan.

Desconozco cuáles son los motivos de la yihad de la SGAE. Ahora sólo sé que obedecen algún fundamentalismo oscuro, que nada tiene que ver con la defensa lícita de los intereses de la industria. Es una cruzada inútil, que tarde o temprano, perderá. Sólo es cuestión de tiempo.

El debate entre copyleft o copyright es agrio y enconado, pero en realidad es artificial. En realidad, nunca ha sido muy inteligente ir contra la voluntad popular. Hoy menos.

Al moribundo se le mantiene en vida artificialmente. Se sabe que no puede mantener su status quo, pero algunos desean mantener o increíblemente ampliar, unos privilegios anacrónicos. La lógica del mercado sigue su camino, muy distinto a la vía antinatura del impuesto revolucionario del canon por copia privada.

Algún día tendremos un Gobierno que será capaz de simultanear el fomento de la industria de los contenidos a la vez que defender los derechos del ciudadano. Ese día -todos- lo agradeceremos. Mientras, esperaremos impacientes el desenlace.

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