Tenía ganas de escribir este post. Vaya por delante que reciclo papel, separo la fracción orgánica,.. Intento ahorrar el máximo de agua, uso a diario el transporte público y me gusta, disfruto y respeto la naturaleza…pero no soy ecologista.

Cuando he leído que las búsquedas en Internet contaminan, no he podido evitar una sonrisa irónica. El artículo eleva a “noticia” la aparición de un estudio de la Universidad de Harvard en el que afirma que “realizar búsquedas en Internet contribuye al calentamiento global. De hecho, la cantidad de emisiones de CO2 generadas a la atmósfera cuando se ejecutan dos búsquedas en Google es la misma que la que se produce al hervir agua en una tetera eléctrica

Contextualizando las cosas habría que decir que –aproximadamente- un coche durante 1 kilómetro provoca el mismo efecto que 1000 búsquedas de Google. O como decía un amigo forero: “O lo que es lo mismo, las búsquedas de Google en un día equivalen al efecto que producen mil coches durante 250 kilómetros! En Barcelona ciudad hay 800 mil coches. Seamos conservadores y pongamos que en Barcelona solo son 25. Resultado: solamente en Barcelona los coches tienen un efecto *80* veces superior al de todas las búsquedas mundiales de Google

Si como cuenta el estudio, una búsqueda de Google equivale (en emisiones de CO2) a unos pocos segundos de uso de cualquiera de nuestros ordenadores personales. Y si ese el consumo energético para calentar un tetera, tenemos un problema.

Sabemos -y no sólo por Google (ver su respuesta oficial)- que una de las grandes preocupaciones de la industria de las tecnologías y las comunicaciones es el consumo energético. El volumen de los datos generados, almacenados, procesados y transportados por las redes de comunicaciones crece geométricamente. Y el consumo energético, también.

Queda claro que ni hoy, ni el futuro, podemos seguir malgastando energía como en el pasado, esto implica que muchas cosas se deberán hacer de otro modo. Como apunta José Morales Barroso, “No es viable seguir creciendo geométricamente con sistemas absolutamente ineficientes como los actuales, pero existen soluciones”.

Sumergidos en la mayor crisis económica que se ha enfrentado jamás la sociedad industrial, nadie (y menos ahora) “se atreve a ir en contra del axioma del crecimiento continuo”, pero hay que profundizar en soluciones serias, factibles y no únicamente estéticas y electoralistas.

Empiezo a estar harto de los ecologistas fundamentalistas y de los ecopijos («Llega la filosofía de los scuppie«). Con árboles de Navidad que funcionan a pedales para concienciar, por no hablar de las restricciones de velocidad en vías de cinco carriles y a cualquier hora y día de la semana, sea cual sea su densidad de tráfico. Todo en aras de no contaminar.

Estoy harto que políticos mediocres, supuestos intelectuales y determinados medios de comunicación (que publican cualquier cosa), día sí y día también, me calienten la cabeza dictándome cómo tengo que vivir y dándome supuestas lecciones de consumo responsable y sostenible.

En todo caso, sí que es la hora de las iniciativas ecoinnovadoras inteligentes y de fomentar y apoyar a los emprendedores ecoinnovadores.

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