Asociar a las redes sociales al individualismo puede parecer una contradicción, ya que algunos expertos sostienen que la tendencia actual de los sujetos es cada vez más desindividualizante y más comunitaria.

Nos socializamos y lo hacemos de una forma diferente al pasado. De hecho, las nuevas formas que adquiere la comunidad no pueden ya explicarse de acuerdo a las categorías político-filosóficas convencionales. A menudo se refieren a estas nuevas formas como neotribalismo.

Ese nuevo neotribalismo diluye el supuesto fin del individualismo, con la emergencia de una nebulosa caótica de pequeñas comunidades, animadas por afectividades colectivas y sentimientos compartidos, dentro de las propias redes sociales.

Los grupos de Facebook serían un claro ejemplo. Se nos muestran como pequeños grupos, clanes y microrredes, que erróneamente se presentan como una superación del individualismo, cuando en realidad no son más que una afirmación extrema, y tal como dice Bauman, de que los sujetos contemporáneos y las comunidades de las que forman parte, tienden a atomizarse, aislarse, individualizarse.

Esa condición explica además por qué muchos de los rasgos del individuo 2.0 se emparejan predominantemente con las características del tipo de personalidad narcisista.

No es que los grupos de Facebook signifiquen una renuncia de la esencia de la era 2.0, al contrario. Las comunidades resultantes, las actitudes de grupo y la expresión de sensibilidades comunes nadie las pone en duda. Pero no deja de ser una versión (individualista) de lo social más superficial, nada más que abalorios efímeros de nuestra extrema desnudez, cuya fragilidad enseguida se pone de manifiesto. Sólo hay que mirar la inmensa banalidad que nos invade…La modernidad líquida de Bauman, donde el largo plazo se esfuma y el sentido de trascendencia, también.

El sentido de pertenencia a un grupo es una necesidad antropológica, que se reinvidica y se expande viralmente como un pago más (moneda social) con la que nos movemos. También ayuda a conformar nuestra identidad y con frecuencia constituye una alternativa más divertida a la –habitualmente- estúpida programación televisiva…

No se trata de ninguna imposición o sometimiento tradicional, lo hacemos porque queremos. Es un paso más en nuestro proceso identitario y autodefinición. Una afirmación de una libertad subjetiva que toma prestada una realidad colectiva. Nos lo pasamos bien y encima nos sentimos más “vestidos” perteneciendo a determinados grupos. Ahí está la clave.

Así, Facebook se ha convertido en un complemento ideal de la tecnología del individualismo 2.0. Frecuentemente se entrevé una estrategia personal, consciente o no, una instrumentalización (competitiva) del grupo con vistas a la valoración y a la afirmación de uno mismo.

Y es que como dice Gilles Lipovetsky: Detrás del “nosotros” comunitario está más que nunca el individuo, a las órdenes de sí mismo. El neotribalismo no es más que una etapa suplementaria del proceso de individualización.

Cuanto más nos adentramos en la era 2.0, con su aparente socialización hiperbólica y de la búsqueda de las emociones y comportamientos del grupo, más se reafirma la tendencia de fondo a la privatización del individuo y una instrumentalización masiva de las redes sociales.

Parece pues, que tras una aparentemente inofensiva forma de entretenimiento contemporáneo, se convierte en una sofisticada herramienta del individualismo 2.0.

En tiempos de asimetrías y complejidad, como diría Salvador Pániker hay “que mantener nuestra capacidad de innovación siendo al mismo tiempo conservadores cautelosos” y añade “cuando desde el envase de las conservas hasta las relaciones humanas todo tiene fecha de caducidad, se impone un contrapeso originario que genere un nueva estabilidad”.

Quizás el individualismo 2.0 sea una de las posibles respuestas. ¿Puro instinto de supervivencia?

Post relacionados: