Leo entre sorprendido e indignado que los ayuntamientos de Madrid y Barcelona gastarán más en iluminación navideña, un 15% y un 20% más respectivamente, con el objetivo de hacer frente a las crisis.

La justificación es que la iluminación “aumentará las ventas” en un momento de crisis del comercio, que son “uno de los sectores más importantes y más generadores de empleo en las dos ciudades”.

Desde luego que hay un interés corporativista. Sólo en el caso de Barcelona “los 21 ejes comerciales de Barcelona integran además de 12.000 comercios, dan ocupación a más de 35.000 personas, facturan más de 7.000 millones de euros y representan en torno al 7% del PIB de la ciudad”.

Según Vicenç Gasca, de la Fundación Barcelona Comercio, «Queremos que Barcelona brille, que vuelva a dar alegría, que se rompa el impulso psicológico de tristeza en la ciudad, queremos unas Navidades que comercialmente nos gusten a todos».

No tengo muy claro, si la tristeza es de los ciudadanos, los comerciantes o del Ayuntamiento. Sobre los ciudadanos-consumidores dudo que sea bueno que nos lancemos como posesos a quemar nuestras tarjetas de crédito en estas próximas fiestas navideñas ¿no estábamos en crisis? ¿Es eso un comportamiento responsable por parte de la administración con respecto a los ciudadanos?

Por mi parte seguiré gastando lo mismo, hayan más o menos lucecitas, Es decir, lo “necesario”.

Más argumentos. Dejemos el tema de la “crisis” y vayamos a por el segundo: la causa ecologista. A mi me cuesta entender que gastar más energía sea un comportamiento responsable y sostenible desde el punto de vista ecológico.

¿Acaso no es esa la bandera y toma el conseller Medi Ambient, Francesc Baltasar para insistir en la famosa reintroducción del Oso en la Val d´Arán?

Sinceramente, a mí que reintroduzcan el oso no me parece ni bien, ni mal. Bueno, si tuviera que opinar diría que me gusta la idea. Ahora bien, llevo muchos años yendo al Valle. Conozco a gente, tengo amigos y conocidos. Cuando este verano le preguntaba a un ganadero del valle acerca de la reintroducción de los osos, su enojo era evidente. Me respondía lo mismo que acaba de decir –en tono irónico- otro conseller de la Generalitat “que suelten osos en Collserola» (parque dentro del Área Metropolitana de Barcelona). No puedo estar más de acuerdo con su ironía.

Realmente tenemos unos políticos que no nos los merecemos. Tienen la extraña habilidad para tomar siempre las decisiones equivocadas, pero todo sea para defender los intereses de los ciudadanos… pero ¿qué ciudadanos?

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