Tuve la ocasión de charlar largamente con un amigo que ha estado viviendo los últimos cuatro años en Madrid. Hasta hace unas semanas era el director general de una compañía industrial de tamaño mediano (25 millones de € facturación). Hablábamos un poco de todo, e inevitablemente acabamos repasando todos los temas habituales: crisis, negocios y las comparaciones entre Madrid y Barcelona.

Mi amigo -por ubicarlo- es liberal, nada sospechoso de radicalismos de ningún color, me admitía la enorme inercia positiva de Madrid, que ha superado a Barcelona en muchos aspectos y que en otros donde la capital catalana tenía una gran fortaleza, ha ido laminando rápidamente las diferencias. “Hoy juegan en divisiones diferentes”, me decía.

Según él, se echaba en falta el tradicional pragmatismo catalán. Aquello de “anar per feina” (ir por faena). Lo ilustraba con la diligencia y la capacidad de ejecución madrileña. Tirando de tópicos me repetía aquello de “mientras en Barcelona pasan meses y meses discutiendo el trazado del AVE, en Madrid van abriendo estaciones de metro”.

Continuando con mi amigo, éste ha acabado su periplo madrileño después de vender la empresa a un grupo empresarial….catalán. Algo que -afortunadamente- no ha trascendido a los medios. Digo afortunadamente, porque según mi amigo, algunos medios como la tele pública madrileña, lo habría vendido como una especie de invasión bárbara…

Esta anécdota, absolutamente irrelevante para la mayoría, ilustra algo muy cierto que no me canso de comprobar. El protagonismo mediático es para los permanentes y cansinos debates sobre los temas “habituales”.

Un repertorio sobreexplotado y escrutado de forma artificial bajo los focos de la opinión pública, representando una especie de teatrillo bastante alejado de la realidad cotidiana (sólo hay que recordar la “polémica” sobre la “persecución” del castellano en Catalunya).

Mientras unos interesados o despistados, transitan en esa nebulosa de los debates y discusiones estériles, otros en una especie de universo paralelo, aprovechan el tiempo y si afanan con sus respectivos proyectos.

En nuestro ensimismamiento habitual, sólo nos faltaba la publicación del estudio sobre el estado de ánimo de los catalanes ¿el diagnóstico? “estamos perplejos”… Espero y deseo que las dosis de psicoanálisis colectivo no se prolonguen eternamente. Sólo lo justo.

Debe servir, a quién quiera escuchar, para no perder el tiempo en lamentaciones sino como dice el psicólogo José Ubieto “revisar prioridades en los diversos ámbitos de la vida colectiva”. Decidir y ejecutar, añadiría. Porque ya tenemos a demasiada gente discutiendo.

La semana pasada ocurrió una anécdota interesante. En esta ocasión –y sin que sirva de precedente- aplaudí la decisión del recién estrenado entrenador del Barça, Pep Guardiola, que se presentó con el equipo del filial para jugar las semifinales de -una intrascendente- Copa Catalunya. Y perdió. ¿Y qué? Tenía más de la mitad de la plantilla con compromisos internacionales de sus respectivas selecciones, y no quería arriesgar a los que se habían quedado aquí.

¿Será Guardiola, más o menos catalán por llevar al equipo filial a ese partido? No lo creo. Lo hizo por pragmatismo y punto. No le pagan por sus ideas, le pagan por entrenar y ganar títulos (importantes). Cuestión de prioridades.

A los que nos gobiernan, no les pagamos para que tengan ideas y se auto complazcan en ellas, ni para que abran debates estériles. Les pagamos para que administren y gobiernen lo mejor posible para el interés colectivo.

Quizás si pusieran el foco donde deben, y no dónde políticamente les es más rentable, podrían hacer algo más por nosotros ¿Qué tal un poco de pragmatismo?

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