Leía un artículo sobre una conocida marca sportwear, en el que se comentaban diferentes vías que la marca estaba empleando para identificar lo que denomina los “intereses orgánicos” de su público.

La verdad es que la expresión me ha llamado la atención, porque lo ponía en un contexto de marketing estratégico, donde se interpretaba que interés orgánico es aquel que emana de necesidades reales (especialmente emocionales) del individuo. Por así decirlo, intereses genuinos, auténticos y con sustancia.

Aquellos intereses que, tradicionalmente, se han detectado explorando a través de la investigación cualitativa, aunque en ocasiones ha sido descubiertas casualmente. Fruto de la intuición, pero que son -o pueden ser- trascendentes en el estilo de vida del individuo.

En cierta medida, estos intereses orgánicos se contraponen a los “no-orgánicos”. Aquellos que son puntualmente tomados en préstamo… que llegan a nosotros vía buzz. Nos los apropiamos pero que no dejan de ser un rumor epidérmico y superficial. En absoluto trascendente a nuestro estilo de vida.

Los “no-orgánicos” suelen ser fruto de una reacción pasajera, pero son un recurso eficaz en marketing. Es el interruptor al que apela el -cada vez más pesado- marketing viral. Intenta ser sorprendente, pero es fugaz y de rápida caducidad. Efímero.

Ambos pueden ser fruto de la casualidad, pero el “interés orgánico” suele ser el resultado de un trabajo concienzudo y estratégico, metódico.

El interés “no-orgánico” es fruto más de la casualidad o de un buscado objetivo táctico, que baja con la misma rapidez que ha subido. Terreno abonado para el sensacionalismo, el morbo, la celebridad, la rareza,…

Por desgracia en Internet brilla especialmente el segundo. Se crean y se comparten permanentemente. Convirtiendo a menudo la Red, en un vertedero sintético, pre-fabricado, falso y -muy a menudo- nauseabundo.

Me cuesta creer que los usuarios se dejen menospreciar de esta forma… ¿O es lo que realmente quieren?

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