Mientras escribo este post desde Gessa, donde me he instalado estos días con la familia, veo llover suavemente por la ventana. En la Val d´Aran el día se ha levantado revuelto y fresco. El marco es excepcional. Ahora mismo, al fondo, la bruma surge lentamente de entre el bosque de avetos de Mont-Romies. Una gozada.

Llevo ocho días en Gessa y empiezo a estar perfectamente aclimatado al ritmo del lugar. Aunque a mi pesar, el tiempo pasa demasiado deprisa. Pero como dirían aquellos, lo llevo con dignidad.

El gran reto diario es no repetir excursión y sorprender a la familia con algún paraje o algún itinerario diferente por la montaña. Tarea difícil teniendo en cuenta que hace más de quince años que visito la comarca y aún me sorprende descubrir algún lugar, algún encuadre que todavía no había vivido.

Y eso que este año tengo nueva excusa. Estreno cámara de fotos. Un Canon Ixus 80 que, para un –casi- analfabeto de la fotografía como yo, es una máquina fantástica.

Como todos los años, la afluencia de turistas es notable. Paralelo a una gran proporción de casas cerradas, que como todos los años sólo son “aprovechados” para la temporada de esquí. Este año la novedad está en la numerosa cantidad de letreros de “En venta”. Aunque sin prisas aparentes. Porque hablando con gente del lugar, me decían que hay muchos inmuebles por vender, que llevan con el cartel puesto, desde hace más de dos años.

Parece que hay muchos promotores con paciencia. Se permiten aguantar todo el tiempo que haga falta (al menos eso dicen). Aunque tengo mis dudas de que encuentren fácilmente, animosos millonarios, capaces de desembolsar esos desorbitados precios. Inmuebles a más de 6000 € /m2, una auténtica animalada para una 2ª (ó 3ª residencia) que como mucho se usará 15 días al año.

El resultado es lamentable. Antiguos pueblos de montaña, convertidos en parque temático para urbanitas ricos, que parecen “pueblos fantasma” durante 350 días al año.

Pero lo que hay que hacer es alejarse de estos “no-lugares”, así como de los rincones típicos referenciados en las todas las guías de turistas_típicos_con_el_culo_pegado_al_coche. A la que uno anda media hora, se encuentra con poca gente. Y si eliges suficientemente bien, el momento y el lugar, puede que disfrutes de una sobrecogedora soledad, en parajes inmensos. Algo que en agosto, se agradece.

A eso me dedico estos días. El pacto familiar es una ascensión “fuerte” a la semana (duración superior a ocho horas). El resto de la semana, un día una salida “ligera” (máximo cuatro horas) y al día siguiente “descanso” (tipo paseo por el bosque…).

La semana pasada, la salida fuerte fue la ascensión al Tuc de Ratera. Ascensión fácil pero un poco larga. Ese día sucedió algo revelador. Además de disfrutar de la belleza del itinerario, mi hijo Eric con –todavía- 11 años, después de marcar el paso (bastante fuerte) durante toda la ruta, de más de ochos horas y más de mil metros de desnivel positivo, llegó a casa y se fue a jugar un partido de fútbol con sus amigos…

Yo no le acompañé.

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