Admito que una de las primeras cosas que hago cuando, a nivel profesional, tropiezo con un nombre desconocido para mí, es mirar en Google. De esta forma establezco lo “famosa” que es esta persona, entendiendo por famosa su acepción más amplia y multi-etiqueta posible.
Casi simultáneamente miro en Linkedin y veo si existe o no. Si está, ver cuál es su perfil, su número de conexiones y si forma parte de mi network particular y en qué grado…

Alguno podrá pensar que soy un poco raro. Quizás. Pero créeme, me considero bastante normal. Me consta que es una práctica empleada a fondo por head hunters y he coincidido con colegas de profesión y amigos que admiten hacerlo de forma habitual.

Esa normalidad tiene que ver lógicamente con el uso creciente y ubiquo de las redes. En este escenario, la identidad digital (no confundir con identidad virtual) emerge como un elemento imprescindible para garantizar confianza. Parte indisoluble de la proyección personal (particular + profesional), como individuos mediáticos que hacemos uso y formamos parte de las redes.

La identidad digital contribuye decisivamente a nuestro capital social. Activo que poseemos todos, como personas, que depende esencialmente del valor de nuestra red de contactos y de la intensidad de nuestra presencia social.

La identidad digital, más allá de la digitalización de lo que aparece en el DNI o el pasaporte, es maleable, muta y evoluciona. Nunca es definitiva. Añadimos o añaden capas. Lo que decimos nosotros, o lo que dicen de nosotros. Dónde participamos, o a qué pertenecemos.

Pronostico que la construcción de identidad digital no será opcional (de hecho ya no lo es). Te la construyes tú o te la construirán. A base de recortes y fragmentos de vida. Sí, quizás sea un traje auténtico, pero hecho a base de retales, desestructurado, inconsistente, con incómodas contradicciones…. No siempre lo mejor de nosotros mismos.

La naturaleza dinámica de nuestra vida también afecta a nuestra identidad digital. Podemos llegar a perderla (bastante habitual). Después de haber pasado por algún duro episodio profesional (reajuste de plantilla, proyecto empresarial que no funciona,…) o simplemente un cambio de sector. En esas situaciones hay un elevado riesgo de quedar desconectado o ilocalizable de la mayoría de las personas con quien se relaciona uno profesionalmente.

Perder la presencia digital… implica que luego las oportunidades no llegan, estás fuera de mercado, el relanzamiento profesional o el inicio de una nueva etapa es más costoso.
Con el crecimiento de la actividad en las redes, aparecerán cada vez más, casos de identidades manipuladas o atacadas. Tus enemigos –o simplemente- los trolls también pueblan las redes.

Para los que crean que la riqueza social es sólo otra teoría imposible o la identidad digital es una memez, enhorabuena porque –simplemente- no existirán.

No nos equivoquemos pensando que preservar la identidad digital es un esfuerzo puntual. Será algo continuado. La oportunidad es que requerirá un mayor esfuerzo pero continuado en el tiempo. Eso significa nuevas oportunidades de negocio.

Se me ocurre que quizás cristalice fruto de un compendio de disciplinas y habilidades diversas. Al fin y al cabo, estamos ante una realidad poliédrica y multidisciplinar, compleja de gestionar. Caben muchos ingredientes: un poco de blogging, SEO, redes sociales, seguridad y comunicación… incluso quizás avatares y síntesis de voz.

Siguiendo esta estela, posiblemente surjan empresas que ofrezcan servicios globales sobre la materia, a particulares. Alguien que te ayude a definir y gestionar tu identidad digital, del pasado y especialmente de cara al futuro. Estoy convencido de su creciente importancia y de la especial trascendencia en tu proyección profesional, en el curso de los próximos años.

Para acabar un tema un poco espinoso. A menudo una presencia digital intensa se asocia a un exceso de autoestima o a un problema de ego. Dejemos que sigan con esa equivocada idea.

Mientras, tengamos claro que esa presencia y sus interacciones, aumentan nuestras oportunidades e influencian –quizás decisivamente- nuestro propio desarrollo y evolución.

¿Tienes alguna duda?

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