El panorama económico está provocando una metamorfosis digna de estudio. La falta de alternativas está produciendo una intensa generación de emprendedores. Esto tiene su cara positiva, la de la normalización del emprendimiento (ser emprendedor se hace normal y popular) y una cara no tan positiva. No creo que haya una lado negativo intrínseco, pero por una lado está la inconsciencia de muchos emprendedores que no saben exactamente dónde se meten, y por otro, un desmesurado auge de incubadoras y aceleradoras.

Desde luego nadie tiene la exclusiva, pero esta proliferación hace que la actividad se esté banalizando hasta límites insospechados. Hay algunas iniciativas de dudosa intención (Quesos Angulo lanza un vivero de emprendedores).

Todos los esfuerzos para ayudar a remontar la situación económica son bien recibidos. Las iniciativas privadas son muy respetables. Cuelguen de un grupo de distribución (Mercadona), de un Banco o de una Fundación. Las consecuencias de la “plaga de incubadoras” son curiosas. Se ha desatado una competición por atraer los mejores proyectos emprendedores hacia determinadas incubadoras y/o aceleradoras. Algunas juegan con ventaja. Sea por ubicación o por músculo económico. O ambas. Otras compiten con lo que tienen. Algunas empleando recursos públicos, totalmente (Barcelona Activa), solo parcialmente (TecnoCampus) o 100% privado (Wayra, SeedRocket,..)

Me da miedo pensar que, detrás de todo este movimiento, y la promesa de ElDorado, los únicos que salgan ganando sean sólo exclusivamente los que venden los picos y las palas. Generalizar es malo e injusto, pero es vergonzoso las promesas lanzadas desde algunas incubadoras/aceleradoras para captar proyectos. Me refiero a unos programas de incubación y/o aceleración con pseudo-expertos cuyos consejos son letales o prometiendo pseudo-inversores que no existen.

La iniciativa privada es libre de invertir donde le plazca, pero la administración pública debería poner un poco más de sentido común. La optimización de los recursos públicos requiere la concentración de esfuerzos y la máxima profesionalización. A mi me parecen vergonzosas e inexplicables ciertas duplicidades a nivel de todas las AAPP, sean locales, provinciales, autonómicas o estatales. Nadie está exento.

A los emprendedores lo único que les interesa es tirar adelante su proyecto. Las incubadoras están allí solo para facilitar el éxito. Algunas con un legítimo afán de lucro, otras como agentes de dinamización de la economía local. Pero seamos claros, no son garantía de nada. Una startup no necesita una incubadora para triunfar. Y tampoco hay que confundir dar facilidades, con la de crear o mantener proyectos débiles y dependientes del ecosistema de la incubadora para sobrevivir.

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