Hace unos días Hollande, próximo presidente de Francia, lanzaba un primer mensaje a Merkel afirmando que «La austeridad no puede seguir siendo una fatalidad«. Esta afirmación aplica a una sociedad, a un país, pero por supuesto también a las organizaciones y empresas.

Es cierto que “después de noches alegres, vienen mañanas tristes” y que después de décadas de excesos tocan recortes y austeridad para tratar de detener la sangría. Especialmente si la factura es insoportable. Pero una vez llegados a este punto, la vida continua. Hay que continuar el relato. Es el momento para hablar de crecimiento, de cuál es el proyecto de futuro y cómo construirlo.

Si el recorte y la austeridad se imponen como única receta, se soluciona la cuenta de resultados a corto plazo. Sin medidas claras de crecimiento y futuro, se están dando el primer paso al declive… de una sociedad, un país o una empresa.

Cuando una organización pretende iniciar un proyecto estratégico y por tanto de especial relevancia y trascendencia para su futuro, tiene diferentes estilos para conseguirlo:

  • La imposición argumentada: “hay que hacerlo, no hay alternativa”
  • Convenciendo racionalmente: la fuerza de los argumentos es demoledora superando cualquier duda u obstáculo
  • Ilusionando: la fuerza del esfuerzo colectivo comprometido. Se trata de un viaje de largo recorrido. Se consigue aunando la contribución diaria de todos. Exige altas dosis de paciencia y energía, además de la fuerza de los argumentos individuales y colectivos. Este estilo suele cosechar el mayor porcentajes de éxitos

Después de todos estos años, en el que los expertos en management y gestión han menospreciado, y a en ocasiones incluso han ridiculizado, a las personas con capacidad para ilusionarse e ilusionar, creo que ha llegado el momento de reivindicar su rol y la necesidad de contar con ellas en todas las organizaciones.

Imponer medidas objetivas (recortes, austeridad,..) aunque doloroso, es fácil. Convencer racionalmente es bastante más costoso. Inspirar e ilusionar es una tarea infinita.

Ilusionar no es solo cuestión de retórica. Cuando es solo fruto de spin doctors, persuasivos, quizás con contenido pero sin autenticidad, son como el soufflé. Cuando es pura oratoria, no llegan ni a eso. Es ruido cansino, nada creíble y a menudo se consigue el efecto contrario.

Las personas necesitamos luz, ilusión, motivación e inspiración. No necesitamos armarnos de argumentos para levantarnos cada día, eso es ‘obligación’. Necesitamos razones para comprometernos, implicarnos, poner intensidad, entusiasmo y esforzarnos al máximo. La diferencia entre miedo, pesimismo, fatalidad e imposición por un lado y futuro, ilusión, crecimiento, no es de matices, es de esencia. Por eso hay proyectos que avanzan y proyectos que mueren.

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