El movimiento de no pagar en los peajes en Catalunya se está extendiendo con rapidez, a pesar de la timidez –todavía- de los grandes medios de comunicación, públicos o privados.

Tiene todos los ingredientes para triunfar:

• Por la razón de fondo, hartazgo por pagar por unas infraestructuras que en otras partes del estado, son gratis o casi.
• Porque impacta directamente en el bolsillo del ciudadano, lo que lo hace transversal
• Por la propia indefinición legal
• Por la propia indecisión/inoperancia política. Los políticos saben que la ciudadanía tiene razón, pero la situación político-económica les(nos) ha llevado a un callejón sin salida. Se les debería caer la cara de vergüenza. Tan solo son capaces (y no siempre) de poner el cascabel al gato cuando están en la oposición. Esto aplica a todos los partidos, que tanto a nivel local, autonómico o estatal han pisado moqueta oficial.

El ruido no ha hecho más que empezar y como se fije #novullpagar como una opción de activismo transversal, a alguien les espera una temporada muy intensa. Aunque me temo que faltará objetividad para analizar la situación. El contexto está excesivamente emponzoñado por intereses partidistas. Y así seguimos encerrados. En unos marcos mentales decimonónicos, único argumento conocido a falta de un libro de ruta convincente y motivante.

En época de vacas gordas eso tenía una importancia relativa. Al fin y al cabo, la mayoría seguía disfrutando del estado del bienestar y de una confortable clase media. Hoy el estado del bienestar se está cayendo a pedazos y estamos despertando del sueño, esa clase media era un artificio y somos bastante más pobres de lo que nos habíamos imaginado. Indignante y las perspectivas no son nada halagüeñas.

España tiene un problema, pero Catalunya más. Los peajes son solo la punta del iceberg, mientras, tirios y troyanos siguen a la suya ¿Sería mucho pedir que dejaran las correspondientes batallas ideológicas para otro momento? ¿No tienen suficiente con el fútbol?

Culpar a las empresas concesionarias o una entidad financiera, es confundir la velocidad con el tocino. En verdad, porque forman parte inalienable de nuestro sistema operativo. Sin ellos no funcionaríamos. Gustará más o menos, pero es así. Este es el resultado de la complicada madeja que el establishment, políticos y gobernantes incluidos, han ido tejiendo durante las últimas décadas. Ahora es imposible de deshacer.

Cada peaje que no se paga, es un dinero que la correspondiente concesionaria deja de ingresar. En unos casos es menos dinero que entra en las arcas públicas autonómicas, en otros son menos beneficios para empresas que pagan sus impuestos aquí. Pero la anomalía no es Catalunya, es el resto del Estado. Es imposible mantener esas infraestructuras (y recaudar) sin peajes. Además, la intención de los que mandan no es eliminar los peajes, es incrementarlos. Aquí y allí. Eso sí que será un choque de trenes.

Y déjamelo decir alto y claro. Más nos vale que a CaixaBank, Abertis, Telefónica, Repsol, GasNatural, BBVA, Iberdrola, BancoSantander, etc. les vayan muy bien las cosas. Porque ahora mismo nuestra economía depende, en gran medida, de ellos.

La realidad es obstinada. Seguimos estando todos en el mismo barco y cuanto más aprieten las clavijas a los ciudadanos de Catalunya, peor le irá a España. No porque lo diga The Wall Street Journal (Why Spain Won’t Refor. Catalans know first-hand that in Spain, all roads—and high-speed rail—run through Madrid), sino porque hay razones objetivas que lo corroboran.

Por tanto, y aprovechando la gran cantidad de voces interesadas que culpan de todos los males al modelo autonómico, es el momento de advertir, que cuanto más aprieten a los ciudadanos de Catalunya, más potente será el movimiento #novullpagar.

Será interesante ver la cara del Ministro de Hacienda, cuando se llegue a la próxima estación del #novullpagar: los impuestos. Que nadie lo dude.

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