Aunque parezca un contrasentido, estos tiempos de apretarse el cinturón y recortes desesperados, tienen su lado positivo. Se empieza a cuestionar casi todo y algunas posturas abusivas, que hasta el momento tenían bula papal, son puestas bajo el foco crítico de la opinión pública.

Empezaré por el final. Ahora descubrimos, con una mezcla de sorpresa y cabreo colectivo, que unos directivos de cajas y bancos, que han tenido que ser rescatados con dinero público (o sea que sale de los impuestos que pagamos), se habían procurado, además de generosos sueldos, millonarias indemnizaciones y/o multimillonarios planes de pensiones.

Uno tras otro, van cayendo. La Caja Castilla y la Mancha, la CAM, Nova Caixa Galicia, Banco de Valencia, Caixa Penedés. Sabemos que no se descubrirán todos los abusos que durante años han practicado esta casta de intocables, pero espero que un grupito de ellos sean, además de despedidos o “dimitidos”, obligados a devolver parte del dinero, y si corresponde, a responder ante la ley como el resto de los mortales.

Ante esta esquizofrenia colectiva de recortes, crisis y primas de riesgo. Nos cuesta admitir y reconocer que la fantástica sociedad del bienestar fue una gran huida hacia delante, practicada durante decenios, con la promesa que algún día ya pagaríamos. Ha llegado el momento de empezar a pagar y primero toca adelgazar.

Los recortes no son populares para ningún gobernante y partido político. Algunos miedosos abordan la segunda fase de los recortes, dos días después de las elecciones (Catalunya). Otros estúpidamente gallitos e irresponsables, afirman que “nosotros no recortamos como los catalanes” (presidente de la comunidad de Murcia). Otros tienen la desfachatez de aumentar el presupuesto y el déficit público (léase Andalucía). De muchos otros, no se sabe ni contestan. Mientras, el último Consejo de Ministros, indulta  al Consejero Delegado del Banco de Santander. Está claro que hay intocables e intocables. Y sino que pregunten al yernísimo Urdangarín.

Pero no era mi intención transformar este post en una columna de sociedad. Mi objetivo era hablar de las televisiones públicas y especialmente de  la reciente noticia que los recortes han llegado a CCMA (Corporació Catalana de Mitjans Audiovisuals, o sea TV3, C33,…). La situación es insostenible. Los números no cuadran y sugiero que los más acérrimos defensores de la CCMA se quiten la barretina que les tapa la cara.

Es cierto que la calidad de TV3 siempre ha estado muy por encima de la media de las televisiones (públicas e incluso privadas), pero ¿a qué coste? Según publica La Vanguardia “El coste medio de un trabajador de TV3 es de 62.000€ al año”. «En la CCMA trabajan 2.700 personas y el gasto de personal es de 160 millones de euros al año. Descontando la SS el sueldo bruto anual es de unos 50.000€/año

Seamos claros, «para un mercado potencial de 7,5 millones de espectadores, los 2.700 empleados de la CCMA son una desproporción comparados con los 1.104 de Telecinco o los 1.942 de Antena3″.  La excusa de pública vs privada, tampoco sirve. La comparación de TV3 con la BBC (una referencia en TV pública) tampoco se aguanta. La británica dedica el 29% de su presupuesto a personal, TV3 el 32%.

La CCMA no es solo una herencia pujolista. Allí han metido mano todos los partidos políticos. Para muestra un botón. En 2010, último año del infausto gobierno del Tripartit y en plena crisis, «TV3 aumentó la nómina de personal en 3,6 millones de euros e incrementó la compra de producciones ajenas en 12 millones».

Francamente, desconozco lo que paga TV3 por el fútbol, pero por mí ya pueden discontinuarlo ahora mismo, aún que eso suponga agitar la sociedad eliminando el famoso “panem et circenses” (pan y circo).

La tele pública catalana no es la única con las vergüenzas al aire. RTVE es un caso de estudio. Por no hablar de Canal9, que además de agujero negro, nunca ha llegado ni a poder compararse con TV3 (no lo digo yo, lo dicen amigos valencianos).

No obstante, yo invitaría a no parar aquí. Me gustaría que cuestionáramos todos esos entes públicos o semi-públicos, de difícil objeto social, pero que compiten en el mercado en unas condiciones demasiado favorables. Incluso tramposas, a menudo alimentándose de subvenciones públicas.

Ahora que se acaba la fiesta ¿Alguien se atreve a ponerle el cascabel al gato? O seguirán suministrando bulas papales e indultos urbi et orbe?

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