Muy lejos queda el 3 octubre de 2010, día en que corrí mi primera media maratón (‘Lecciones de mis primeros 21,097 kilómetros’). Hace apenas un par de años ni me planteaba atreverme a competir y hoy recién he terminado la 33ª edición de la maratón de Barcelona. Un gran evento con 15.075 corredores,  con fuerte crecimiento (+23,4% respecto 2010) y una buena internacionalización (un 43% de inscritos extranjeros). En el plano personal un día muy feliz. Por haberla acabado y por mi humilde registro personal de 4 horas y 7 minutos -del que estoy orgullosísimo-. Lo mejor han sido las excelentes sensaciones, una experiencia global con su punto de épica, disfrutada intensamente.

Mi madre, cuando la fui a visitar el pasado viernes al mediodía, me preguntaba mientras observaba como me comía un enorme plato de spaghetti “…pero ¿Por qué corres la maratón?”

Una pregunta sencilla pero difícil de responder. Cada cual tendrá sus motivaciones. Para mí, está claro. La vida es muy corta y a poco que te descuides, además de corta es previsible y aburrida. Algunos hemos nacido inquietos y con ganas de retos (otros lo llaman “complicarse la vida”). A veces perseguimos sueños o retos imposibles. En algunas ocasiones, cuando los consigues, dejan de ser imposibles. Hoy ha sido uno de esos momentos.

La maratón, a diferencia de otros ámbitos de nuestras vidas (p.e. los negocios), no depende de variables aleatorias, ni de terceras personas, ni tan siquiera de la cuna, y si te respetan las lesiones, sólo depende de uno mismo y de tu determinación.

Hoy cerca del kilómetro 39 he adelantado a un hombre que ‘corría’ con muletas. Sí, has leído bien. Me ha impactado de forma brutal. No era ningún chaval y no he llorado al verlo porque estaba demasiado cansado y suficiente tenía con seguir corriendo. Nadie que termina una maratón le han regalado nada. Ni el primer clasificado, ni el último. Se lo han ganado con su esfuerzo y perseverancia. Son muchas horas de entreno. Cada cual en función de sus capacidades y de sus objetivos, pero si no entrenas duro, no acabas. Y si acabas sin haber entrenado duro, haces que la tortura aumente de forma exponencial, al igual que unos riesgos…innecesarios.

La maratón hay que vivirla a fondo, con todo. Con las dudas de las semanas previas. Con los nervios de los días anteriores. Los emails con consejos de Toni. Con las llamadas de ánimo, los SMS y DMs el mismo día de la carrera, de gran parte de tu entorno. También con los amigos el mismo día de la carrera, aunque sea a las 6 de la mañana, con cara de sueño, pero disfrutando de su excelente humor. Encontrarse entre el público a Fernando de la Rosa, cerca del kilómetro 30, que corre y te acompaña unos metros mientras de anima diciéndote aquello de “te veo muy bien”. O recibir el abrazo de Anna a la llegada. Ella no ha corrido, pero ha sufrido casi tanto como yo. Por todos esos momentos, también merece la pena la maratón.

Lo dicho, quedan 12 meses y 19 días para la próxima edición de la maratón de Barcelona, por lo que habrá que ir mirando las carreras que hay hasta entonces.

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